Una jornada particular
Me lanc¨¦ pronto a la calle, a las 7.30 horas estaba ya patrullando por Diputaci¨®, secci¨®n derecha del barrio del Eixample. Quer¨ªa pulsar en directo el anticlericalismo a?os 30 de mi ciudad, del que sinceramente antes no me hab¨ªa percatado. De conseguirlo ahora, ten¨ªa desde luego una noticia que llevar a redacci¨®n.
De camino no vi ning¨²n cami¨®n de la CNT-FAI cargado de burgueses subiendo por el paseo de Sant Joan rumbo a la Arrebassada, pero tampoco eso quer¨ªa decir nada, quiz¨¢ ya hubiera pasado, los fusilamientos siempre sintieron predilecci¨®n por las primeras luces del alba. Constat¨¦ que la iglesia de los Carmelitas, la Concepci¨® y los Maristas no ard¨ªan a esas horas y, m¨¢s tranquilizado, me dediqu¨¦ a observar a las buenas gentes que acud¨ªan a saludar al Papa en su trayecto hacia la Sagrada Familia.
No, aquella pel¨ªcula no era Tierra y libertad, de Loach, sino Una giornata particolare, de Scola, tambi¨¦n sobre los a?os 30. Porque lo que yo ve¨ªa eran familias cogidas de la mano envueltas en la bandera vaticana, ciudadanos a pie de calle con banderistas de bienvenida, repartidas por amables voluntarios del Arzobispado, y vecinos asomados a las ventanas, todos ellos, aunque no muy numerosos, s¨ª en actitud claramente festiva. Cierto, los j¨®venes de ahora no iban uniformados como los hijos balilla de Sof¨ªa Loren, pero en la cara se les le¨ªa la misma ilusi¨®n que aquellos chicos por estar viviendo un acontecimiento destinado a quedar grabado ya para siempre en sus biograf¨ªas. Una cuesti¨®n de fe.
En el tramo de Diputaci¨® que recorr¨ª, muestras de anticlericalismo hab¨ªa pocas. Es verdad que esas pocas conservaban estilemas de los a?os 30, como la pancarta con "Estado laico ya" en el cruce con Pau Claris, o la de "Ni dios ni amo", en la esquina de Bruc. Pero en todo caso ese anticlericalismo quedaba muy diluido entre senyeres, banderas vaticanas y otras de m¨¢s dif¨ªcil interpretaci¨®n, como la del Bar?a o la del 'No a la guerra' del 2004.
En cuanto al paso de Benedicto XVI en el papam¨®vil, fue un visto y no visto. Rodeado por la escolta iba a m¨¢s de 40 kil¨®metros por hora, muy por encima de los diez previstos. No s¨¦ si han tenido ocasi¨®n de asistir desde la cuneta de una carretera a una etapa de tr¨¢mite del Tour de Francia, pero el raudo paso de la comitiva papal tuvo que ver m¨¢s con eso que con pel¨ªculas de los a?os 30. La larga espera estuvo en efecto amenizada por el desfile de todo tipo de veh¨ªculos de seguridad (coches, motos, furgones, helic¨®pteros), as¨ª como de cuatro solemnes autocares en el que viajaban los altos prelados. Pero el momento cumbre, como el paso del pelot¨®n, fue cosa de apenas diez segundos. Los suficientes, en todo caso, para que un escalofr¨ªo te recorriera la espalda para indicarte que estabas viviendo una jornada particular.
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