Como poner puertas al campo
A las cero horas de hoy comenz¨® la llamada jornada de reflexi¨®n, seg¨²n establece nuestra actual legislaci¨®n. No somos, por supuesto, el ¨²nico pa¨ªs de nuestro entorno que impone a la ciudadan¨ªa un d¨ªa de silencio pol¨ªtico previo a cada proceso electoral. En esto tendemos a copiarnos unos a otros, pero m¨¢s bien porque s¨ª, por eso que se conoce como "efecto reba?o". Porque lo cierto es que no hay realmente motivo razonable alguno que en una democracia consolidada justifique la necesidad de esta jornada. Como tampoco lo hay para la absurda prohibici¨®n de difundir (pero no de hacer) sondeos electorales en los d¨ªas inmediatamente previos al de la votaci¨®n -cinco, en el caso de Espa?a-. En Estados Unidos, por ejemplo, no existe ni esa jornada ni esa prohibici¨®n y nada permite pensar que por ello su sistema democr¨¢tico (el m¨¢s antiguo y estable, por cierto, del mundo) corra permanentemente riesgos que a nosotros, en cambio, con tales medidas nos son evitados.
Este tipo de normas restrictivas no se basan en la realidad, sino en la desconfianza y en el recelo: desconfianza y recelo hacia el ciudadano, enti¨¦ndase. Lo que desde una perspectiva anacr¨®nicamente paternalista se intenta es proteger, en lo posible, la supuesta ingenuidad, credulidad y f¨¢cil predisposici¨®n a ser manipulados de los electores. Tras los 15 -eternos, y en sustancia in¨²tiles- d¨ªas de la campa?a electoral, el legislador veta todo lo pol¨ªtico en el discurso p¨²blico y para ello proh¨ªbe m¨ªtines y sondeos de opini¨®n. Como si con ello solo bastara. Al ciudadano medio espa?ol le importa muy poco la pol¨ªtica cotidiana, la pol¨ªtica con min¨²sculas, para entendernos (aunque s¨ª le importa, y mucho, la pol¨ªtica con may¨²sculas, como cabe deducir de su intensa e invariada identificaci¨®n con el sistema democr¨¢tico). A propuestas y promesas electorales suele, por el contrario, y sensatamente, hacer "o¨ªdos de mercader", por decirlo a lo Tierno Galv¨¢n. No pasa de considerarlas una especie de tarjeta de visita que ayuda a conocer mejor a quien aspira a conseguir su voto. Por eso presta una atenci¨®n distra¨ªda a las campa?as. Y por eso mismo el legalmente prescrito apag¨®n pol¨ªtico de hoy le resulta en el fondo indiferente, pues no se extiende -no puede hacerlo- a su entorno vital cotidiano: a lo que piensa, a lo que lee, a lo que oye, a lo que dice o le dicen... Es decir, al c¨²mulo de opiniones, informaciones y est¨ªmulos cruzados que componen su paisaje cotidiano y sobre el que (y en ocasiones contra el que) modula y define su propio posicionamiento. Hoy, v¨ªspera electoral, sigue habiendo peri¨®dicos, libros, charlas de caf¨¦, pel¨ªculas, informativos, conflictos b¨¦licos, esc¨¢ndalos, atentados, accidentes o cat¨¢strofes naturales: factores, todos, susceptibles de influir mucho m¨¢s en el ¨¢nimo ciudadano que los m¨ªtines de campa?a o los sondeos de opini¨®n. Y es que, sencillamente, no se puede pretender parar la vida porque vayan a celebrarse elecciones. ?D¨ªa de reflexi¨®n? Como ponerle puertas al campo.
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