Regreso a Maputo
Autora invitada: Tania Adam (Mozambique)
Es hora punta y la ciudad es literalmente un caos. Sentada a su lado, la admiraci¨®n y horror que siento por la conducci¨®n de mi padre es total. Parezco encajada en un videojuego: aparte de conducir con el volante a la derecha tiene que lidiar con las pocas se?ales de tr¨¢fico, los buracos (hoyos en la carretera), los chapas (autobuses privados repletos de gente), los transe¨²ntes temerarios, la ausencia de normas de conducci¨®n, y el uso de su m¨®vil.... Tardamos todav¨ªa un buen rato en llegar a una de las arterias principales de la ciudad, la Avenida Eduardo Mondlande, y s¨®lo cuando la atravesamos para coger la Avenida la 24 de Julhome me relajo y... empiezo a disfrutar del paisaje.
Me veo dentro del avi¨®n, cuando se acercaba a Maputo. Despu¨¦sde 14 horas de viaje solo tengo ganas de llegar a casa, ducharme y tirarme en la cama. Est¨¢ amaneciendo. La ciudad se ve a la perfecci¨®n, revelando el contraste de los grandes edificios herencia de la capital colonial portuguesa (Louren?o Marques, 1887-1976, ver v¨ªdeo) con el resto de viviendas. Tras la antigua ciudad crece una basta extensi¨®n plana de edificios que conforman otras dos grandes urbes, una de tijolo (ladrillo) para las clases medias y altas, y otra de adobe, chapa o pl¨¢stico que crece a partir del ¨¦xodo de la poblaci¨®n rural hac¨ªa la ciudad durante los 14 a?os de guerra civil. El aparato empieza a descender, ya se puede ver el movimiento de coches y personas. Bordeamos la bah¨ªa por el ?ndico y entramos en la desembocadura del r¨ªo Maputo. Sobrevolamos el puerto y una mole de cemento, adobe, arena y alquitr¨¢n antes de coger la pista de aterrizaje del Aeropuerto Internacional de Mavalane.
El antiguo aeropuerto, un edificio construido en la ¨¦poca colonial, ha sido sustituido por un grotesco bloque de cemento sin gracia y de mala calidad edificado hace un par de a?os por una empresa china. Este es un reflejo de como el pa¨ªs (23 millones de habitalntes) acoge orgulloso y a ciegas el progreso y modernidad ofrecido por el gigante asi¨¢tico, que construye sin parar carreteras y edificios bajo concesiones de cr¨¦ditos blindados que condicionan el desarrollo local. El dise?o, los ingenieros, la mano de obra y los materiales provienen de China. El resultado de las construcciones es de una calidad tan baja que dudo que est¨¦n en buenas condiciones cuando se acaben de pagar los cr¨¦ditos.
Mavalane era como una casa grande a la que acced¨ªas caminando desde el avi¨®n. El golpe de humedad al abrir las puertas de la nave, el caos de la llegada, el visado, las maletas y las revisiones han sido sustituidos por m¨¢quinas de producci¨®n china con instrucciones ilegibles, que quiz¨¢s te facilitan la vida pero le quitan el encanto al primer contacto con el pa¨ªs. Paso impresionada a la vez que resignada los nuevos controles. De camino al coche me pregunto si se pod¨ªa simplemente reformar el antiguo edificio. De alguna manera me cuesta entender esta ruptura con el pasado y las ansias de crear un Maputo moderno a imagen y semejanza de las ciudades occidentales, ya que lo ¨²nico que se consigue es visualizar m¨¢s las grandes desigualdades con las que tiene que enfrentarse el pa¨ªs.
El aeropuerto se encuentra a pocos kil¨®metros de la ciudad. El primer paseo hac¨ªa casa siempre me resulta m¨¢gico, no puedo dejar de mirar por la ventana y ver como han evolucionado las cosas durante mi ausencia. Los cambios se dejan notar a partir de la Avenida Acuerdos de Lusaka y de la Pra?a dos herois Mo?ambicanos, un monumento en forma de estrella erigido en memoria a los combatientes por la independencia de Mozambique. Al lado de la estrella se alza un asta con la bandera mozambique?a, creada en 1983 en plena guerra civil. Es la ¨²nica del mundo que contiene una representaci¨®n del fusil AK-47, que simboliza la determinaci¨®n del pueblo para proteger su libertad, junto con otros emblemas: una estrella amarilla que alude a la solidaridad del pueblo y la creencia en el socialismo, un libro que reproduce la necesaria educaci¨®n y una azada que personifica a los campesinos y la agricultura.
Dejamos atr¨¢s la plaza, las calles est¨¢n repletas de gente y conforme vamos entrando en la ciudad observo que aumentan al un¨ªsono el numero de centros comerciales, el parque automovil¨ªstico de coches (asi¨¢ticos, de segunda mano y seminuevos) y el n¨²mero de habitantes... como tambi¨¦n lo hacen la contaminaci¨®n y la suciedad. Las infraestructuras, deterioradas, incrementan la sensaci¨®n de desorden. Es hora punta y la ciudad es literalmente un caos... s¨®lo en la Avenida la 24 de Julho me relajo.
Maputo cuenta con cerca de un mill¨®n de habitantes. Comparada con las grandes megal¨®polis africanas como Lagos (Nigeria), que tiene 22, o El Cairo (Egipto), con 24 millones, parece poco; pero el problema es que la ciudad todav¨ªa mantiene infraestructuras de la ¨¦poca colonial, no aptas para cubrir las necesidades actuales. Algunos edificios se caen; las aceras est¨¢n destrozadas por la ra¨ªces de los ¨¢rboles y las carreteras no est¨¢n capacitadas para absorber tanto veh¨ªculo. La muchedumbre va de arriba a abajo atareada en las aceras y entre los coches, y se aprecia el crisol de razas que conforma la sociedad mozambique?a: blancos, negros, mulatos, indios, chinos... Aqu¨ª se habla portugu¨¦s, macualomu¨¦, maconde, chona, tonga... Hay ni?os vendiendo cualquier cosa y mujeres vestidas con capulanas, algunas con sus beb¨¦s a cuestas ofreciendo comida, utensilios de fabricaci¨®n china y ropa de segunda mano llegada como sobras de pa¨ªses occidentales. Las aceras est¨¢n llenas de peque?os puestos de no m¨¢s del metro cuadrado, gestionados en su mayor¨ªa por mujeres... quienes conforman aquello que Serge Latouche denomina "La otra ?frica¡±, esa que no consta en los informes econ¨®micos pero consigue que las personas puedan sobrevivir.
Pasamos por O Mercado do Povo y por la Pra?a da Independencia, donde acaban de trasladar la estatua del primer presidente de Mozambique, Samora Machel, que para muchos de nosotros fue asesinado en 1986 (ver investigaci¨®n del accidente del avi¨®n presidencial). ?l era todo un s¨ªmbolo para los mozambique?os ya que formaba parte del grupo de los lideres africanos, como Kwane Kruman o Julius Nyerere, que llevaron los pa¨ªses a la Independencia. Sigo mirando por la ventana mientras llegamos a la zona de la Baixa, el n¨²cleo hist¨®rico y econ¨®mico de Maputo. Tomamos la Avenida 25 de Setembro donde recientemente se est¨¢n ubicando las grandes empresas y negocios nacionales y algunas multinacionales: Vodacom, KPMG, Kentuchy Fried Chicken, MCEL, Hollard Insurance, TVM (Televis?o de Mo?ambique), Ernst & Young, Barckleys... Una pasarela de globalizaci¨®n, orgullo y oportunidad para las nuevas generaciones de j¨®venes profesionales, cada vez mejor formados y con creciente sentimiento de patriotismo.
A pesar de venir cada a?o, en cada viaje me doy cuenta de lo mucho que cambian la ciudad y la sociedad mozambique?a. Soy testigo privilegiado de su evoluci¨®n, desde la ¨¦poca marxista leninista hasta el incipiente capitalismo actual, pasando por los a?os de guerra (de 1977 a 1992, que dejaron un pa¨ªs repleto de minas). Cambios que han minado (valga la redundancia) la identidad de una sociedad bipolar que se mueve entre los ancestrales valores de solidaridad africanos y el individualismo econ¨®mico del capitalismo m¨¢s agresivo. Me doy cuenta que el Mozambique de hoy poco tiene que ver con lo que representa su bandera, y no puedo evitar sentir tristeza por el tipo de desarrollo impulsado. El sol ya est¨¢ alto, el mar parece una s¨¢bana, me empiezo a sentir en casa. Una saudade profunda invade mi cuerpo. Tengo ganas de estar con a mi abuela y con mi madre, hace meses que no las veo. Miro al mar y el reflejo del sol me ciega. De repente oigo un ruido estridente que no me deja o¨ªr a mi padre, y todo empieza a desvanecerse. Me levanto sobresaltada por el sonido del despertador y me doy cuenta que a¨²n estoy en mi casa, s¨ª, pero de Barcelona.
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.