Muertes silenciosas
De la muerte de Aparecido Nunes casi nadie se enter¨®. Tampoco se dieron muchas explicaciones sobre las razones que la provocaron. El informe policial fue, como siempre en estos casos, breve e incompleto, ¨ªnfimo, como lo fueron los 16 a?os que ten¨ªa Aparecido Nunes cuando muri¨®, aquella noche h¨²meda en la que la luna carec¨ªa de gracia y de poes¨ªa, all¨ª, en la periferia de Recife, Estado de Pernambuco, Brasil, sexta potencia del planeta: ¡°joven muerto asesinado sin causa aparente¡±.
La vida de Aparecido Nunes era igual a la de miles de j¨®venes brasile?os pobres. El color de su piel tambi¨¦n. Trabajaba de aprendiz en un taller mec¨¢nico, estudiaba por la noche, le gustaba el f¨²tbol y Minerva, una muchacha vecina de la que Aparecido se hab¨ªa enamorado y cuando sonre¨ªa le dec¨ªa que era mucho m¨¢s bonita que una diosa.
La vida de Aparecido Nunes termin¨® como termina la vida de miles de j¨®venes brasile?os que, como ¨¦l, no han hecho otra cosa que comenzar a vivir.
La muerte y los j¨®venes en Latinoam¨¦rica
Am¨¦rica Latina posee algunos de los ¨ªndices de violencia m¨¢s altos del mundo. Las estad¨ªsticas oficiales ponen en evidencia una realidad escalofriante y que rechaza cualquier explicaci¨®n simplista o convencional. En efecto, los importantes esfuerzos realizados durante los ¨²ltimos a?os en el combate a la pobreza, as¨ª como la implementaci¨®n de pol¨ªticas redistributivas de gran impacto en t¨¦rminos ciudadanos, no parecen haber tenido la capacidad de disminuir o limitar los altos niveles de violencia que poseen estas sociedades.
Sin lugar a dudas, la disminuci¨®n de la pobreza y, en particular, de la miseria extrema, constituye uno de los principales desaf¨ªos para los pa¨ªses latinoamericanos. Entre tanto, la suposici¨®n de que una mejor¨ªa en las condiciones de vida de la poblaci¨®n es suficiente para una reducci¨®n dr¨¢stica en los altos ¨ªndices de violencia social, no puede demostrarse de forma muy convincente en Latinoam¨¦rica. En muchos pa¨ªses de la regi¨®n la pobreza tiende a disminuir y la violencia a aumentar.
Un mapa de la tasa de homicidios a nivel mundial pone en evidencia que Am¨¦rica Latina es una de las regiones m¨¢s violentas del planeta.
?ndice de homicidios en el mundo - Mapa interactivo
El Consejo Ciudadano para la Seguridad P¨²blica y Justicia Penal, de M¨¦xico, en un reciente estudio indica que de las 50 ciudades m¨¢s violentas del mundo en 2011, 40 eran latinoamericanas, entre ellas, 14 brasile?as, 12 mexicanas y 5 colombianas. El mismo informe detalla que las diez ciudades m¨¢s violentas del mundo, considerando la tasa de homicidios oficiales, fueron: San Pedro Sula (Honduras), Ciudad Ju¨¢rez (M¨¦xico), Macei¨® (Brasil), Acapulco (M¨¦xico), Distrito Central (Honduras), Torre¨®n (M¨¦xico), Chihuahua (M¨¦xico), Durango (M¨¦xico) y Belem (Brasil). En las tres ciudades m¨¢s violentas del mundo, la tasa de homicidios cada 100 mil habitantes result¨® aterradora: 158,87 (en San Pedro Sula); 147,77 (en Ciudad Ju¨¢rez); 135,26 (en Macei¨®). Los datos quiz¨¢s sean dif¨ªciles de ponderar para alguien no habituado a este tipo de estad¨ªsticas. A los efectos de dimensionarlos mejor podemos observar que, seg¨²n datos de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), la tasa de homicidios promedio a nivel mundial es de 8,01 asesinatos cada 100 mil habitantes; la de Francia de 1,33; la de Espa?a 1,0; la de Alemania 0,78 y la de Jap¨®n 0,45.
?ndice de las ciudades m¨¢s violentas del mundo (informe completo)
De manera general, las investigaciones sobre el tema destacan dos tendencias con un alto grade de regularidad en casi todos los pa¨ªses: la concentraci¨®n de la violencia en los grandes conglomerados urbanos y la alta incidencia de los homicidios entre los m¨¢s j¨®venes.
En el caso de Am¨¦rica Latina y el Caribe, estas tendencias se presentan con much¨ªsima claridad. Por ejemplo, Honduras posee la ciudad m¨¢s violenta del mundo, cuya tasa de homicidios es 158,87, mientras su tasa de homicidios a nivel nacional es de 19,66. Lo mismo ocurren con M¨¦xico, Brasil y Colombia, cada uno con tasas nacionales de 17,61; 29,68 y 45,16, respectivamente, aunque sus mayores ciudades superan ampliamente esos indicadores. Si bien las ¨¢reas rurales son, en esta regi¨®n del planeta, escenario de una enorme impunidad, la violencia tiene su epicentro en las grandes ciudades latinoamericanas.
Del mismo modo, la principal v¨ªctima de esta violencia suele ser la poblaci¨®n juvenil, como lo revela el excelente estudio de Julio Jacobo Waiselfisz, Mapa da Viol¨ºncia: Os j¨®vens da Am¨¦rica Latina (2008):
Tasa de homicidios de j¨®venes y no j¨®venes en diversas regiones y continentes
Regi¨®n / Continente
Joven
No Joven
Total
?frica
16.1
8,5
10.1
Am¨¦rica del Norte
12,0
4,6
5,6
Am¨¦rica Latina
36,6
16,1
19,9
Asia
2,4
2,1
2,1
Caribe
31,6
13,2
16,3
Europa
1,2
1,3
1,2
Ocean¨ªa
1,6
1,2
1,3
Fuente: Mapa da Viol¨ºncia, p¨¢gina 16
Adem¨¢s de la alt¨ªsima tasa de homicidios en Am¨¦rica Latina y el Caribe, la informaci¨®n evidencia la alta concentraci¨®n de la misma en la poblaci¨®n joven, superando ampliamente la relaci¨®n existente en cualquier otra regi¨®n del planeta, inclusive en ?frica. Cada 10 personas asesinadas en Am¨¦rica Latina y el Caribe, 7 son j¨®venes.
Un nuevo r¨¦cord para Latinoam¨¦rica: ser la regi¨®n del planeta con mayor n¨²mero de asesinatos de j¨®venes.
Como sostiene Julio Jacobo Waiselfisz, a diferencia de lo que habitualmente se afirma, la violencia juvenil no es necesariamente un fen¨®meno universal. En Europa, Asia y Ocean¨ªa la relaci¨®n entre homicidios de la poblaci¨®n joven y no joven es muy semejante, mientras que en Am¨¦rica Latina y el Caribe es significativamente superior.
La mayor incidencia de homicidios en los j¨®venes latinoamericanos se manifiesta no s¨®lo en los casos de pa¨ªses con altos ¨ªndices de violencia sino tambi¨¦n en los de los que los tienen m¨¢s bajos. El caso de Uruguay es, en este sentido, singular. En un estudio de 83 pa¨ªses realizado por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), Uruguay ocupa la posici¨®n 35, la m¨¢s baja de Am¨¦rica Latina, en su tasa general de homicidios. Sin embargo, cuando se considera la tasa de homicidios en la poblaci¨®n juvenil, Uruguay sube a la posici¨®n 27, entre los pa¨ªses seleccionados.
Tasa de homicidios de j¨®venes y no j¨®venes en pa¨ªses de Am¨¦rica Latina
Regi¨®n / Continente
Joven
No Joven
Total
Argentina
9,4
5,0
5,8
Brasil
51,6
19,3
25,2
Chile
7,9
4,9
5,4
Colombia
73,4
37,4
43,8
Costa Rica
9,2
7,1
7,5
Cuba
7,7
5,7
6,0
El Salvador
92,3
37,9
48,8
Ecuador
26,1
16,0
18,0
Guatemala
55,4
21,5
28,6
M¨¦xico
10,4
9,0
9,3
Nicaragua
16,6
8,7
10,4
Panam¨¢
17,8
8,7
10,4
Paraguay
22,3
10.1
12,3
Rep. Dominicana
9,1
4,7
5,6
Uruguay
7,0
4,0
4,5
Venezuela
64,2
21,6
29,5
Fuente: Mapa da Viol¨ºncia, p¨¢ginas 18 y 19
Los datos son elocuentes y describen una realidad que nos interpela a todos y obliga a los gobiernos de la regi¨®n a desarrollar pol¨ªticas p¨²blicas efectivas para contrarrestar los efectos de lo que no es otra cosa que una brutal violaci¨®n de los derechos humanos. Naturalmente, la lucha contra la pobreza debe continuar y profundizarse, aunque la experiencia latinoamericana muestra que s¨®lo de ella no depende la posibilidad de que los ¨ªndices de violencia contra las personas y, en particular, contra los j¨®venes disminuyan.
Nuevas y m¨¢s efectivas pol¨ªticas de seguridad p¨²blica son fundamentales no s¨®lo porque los ¨ªndices de violencia son elevad¨ªsimos y porque gran parte de las v¨ªctimas son j¨®venes, sino tambi¨¦n porque los que casi siempre mueren son los m¨¢s d¨¦biles, los m¨¢s desamparados, los abandonados de siempre, los que ¡°nadie¡± conoce, los que no salen en la prensa, los que nunca son recordados, los invisibles, los silenciados: los m¨¢s pobres.
La violencia, ya deber¨ªamos saberlo, es siempre cruel y selectiva. Unos suelen sufrirla m¨¢s que otros. En Am¨¦rica Latina, la violencia es un problema social de caracter¨ªsticas end¨¦micas. Sin embargo, sus consecuencias suelen ser diferenciadas, especialmente, cuando se es joven, mujer, negro, ind¨ªgena, campesino, o todas esas cosas juntas.
En Brasil, menos de 2% de las muertes en la poblaci¨®n adulta es producida por homicidios. Entre los j¨®venes, llega a casi el 40%. Un promedio nacional que esconde que, en algunas ciudades, m¨¢s de la mitad de las muertes de los j¨®venes se produce por homicidios. Los pobres, claro, no ganan nada por estar primeros en este ranking: la principal causa de muerte entre los j¨®venes negros brasile?os es el homicidio. La de los blancos: los accidentes de tr¨¢nsito. Una brutal evidencia de c¨®mo la muerte parece entretenerse dividiendo a la gente en clases. O quiz¨¢s, claro, no sea a la muerte, sino los que viven de ella.
Las causas de la violencia (y sus urgentes soluciones) deben ser buscadas m¨¢s all¨¢ del sentido com¨²n con el que generalmente las analizamos. La poblaci¨®n negra en Brasil, por ejemplo, est¨¢ constituida por 97 millones de personas, casi la mitad de los habitantes que tiene el pa¨ªs, y es significativamente m¨¢s pobre que la poblaci¨®n blanca. Todos los indicadores sociales muestran que, entre negros y blancos, los niveles de pobreza, de exclusi¨®n y marginalidad son diferentes, siendo siempre peores para los primeros. Sin embargo, durante los ¨²ltimos a?os, los niveles de vida de la poblaci¨®n negra han mejorado de forma paulatina, pero sistem¨¢tica. En particular, los niveles de educaci¨®n experimentaron un crecimiento significativo, con un impacto especial entre los negros y negras m¨¢s j¨®venes, gracias a pol¨ªticas de promoci¨®n de acceso a la universidad que han comenzado a modificar, lenta pero sostenidamente, un padr¨®n de discriminaci¨®n racial que se hab¨ªa institucionalizado en la educaci¨®n como en todos los niveles de la vida social brasile?a. Los datos, en este sentido, brindan esperanza y muestran que con pol¨ªticas p¨²blicas apropiadas, ciertas formas de exclusi¨®n y ciertas din¨¢micas de desigualdad limitan sus efectos.
Entre tanto, la realidad nos muestra, una vez m¨¢s, su cara m¨¢s perversa. De modo general, siempre se ha dicho que si mejoran las condiciones de vida de la poblaci¨®n y aumenta su nivel educativo, la violencia social tender¨ªa a disminuir. En Brasil, aunque las condiciones de vida de los m¨¢s pobres mejoran y sus niveles educativos aumentan, los niveles de violencia suben. En otros pa¨ªses de Latinoam¨¦rica tambi¨¦n. Mientras que las v¨ªctimas por asesinatos en la poblaci¨®n blanca brasile?a ha disminuido 22,3%, entre 2002 y 2008, las v¨ªctimas negras han aumentado 20,2%. En casi todos los estados del Nordeste brasile?o, el n¨²mero de v¨ªctimas negras es 12 veces superior al de v¨ªctimas blancas.
Nuevamente, los estudios de Waiselfisz nos aportan datos de gran valor. Entre 2002 y 2008, los asesinatos entre j¨®venes blancos disminuyeron 30% y entre j¨®venes negros aumentaron un 13%, ampli¨¢ndose la brecha de mortalidad entre ambos grupos a m¨¢s del 43%. Si en el a?o 2002 mor¨ªan 58,8% m¨¢s negros que blancos, en el 2008, mor¨ªan 134,2% m¨¢s.
Un informe reciente del Instituto de Pesquisa Econ?mica Aplicada (IPEA), analizando la din¨¢mica demogr¨¢fica de la poblaci¨®n negra en Brasil, confirma estas tendencias. As¨ª las cosas, los esfuerzos por mejorar las condiciones de vida de los m¨¢s pobres deben continuar y multiplicarse. Sin embargo, depositar en ellos toda nuestra expectativa para que la seguridad y la protecci¨®n del derecho a la vida sean garantizados, parece insuficiente.
La violencia contra los j¨®venes tiene, naturalmente, diversas implicaciones para el campo educativo. Mucho se ha dicho y escrito sobre el papel que puede jugar la educaci¨®n en la prevenci¨®n de la violencia y en la mitigaci¨®n de sus efectos. Los aportes han sido siempre muy variados y, sin lugar a dudas, casi todos muy valiosos. No pretendo referirme a ellos ahora, sino a otro asunto que considero no menos relevante: la necesidad de que la escuela haga visible esta realidad, la vuelva motivo de an¨¢lisis, de debate, de comprensi¨®n, de reflexi¨®n cr¨ªtica. Tambi¨¦n, motivo de indignaci¨®n compartida. La educaci¨®n puede ayudar a prevenir la violencia si en la escuela, desde peque?os, ayudamos a nuestros ni?as y ni?as a comprender sus causas y a saber por qu¨¦ unos mueren antes que otros, por qu¨¦ hay que cuidarse de los coches, pero tambi¨¦n por qu¨¦ algunos seres humanos que no tienen coches ni viajan habitualmente en ellos, mueren m¨¢s r¨¢pido, sin que siquiera hayan comenzado a vivir. La escuela debe trabajar activamente para que esta realidad cobre relevancia cognitiva, ¨¦tica, social; amplificando su sentido, entendiendo sus efectos, haciendo con que estas muertes silenciadas por la negligencia o la indiferencia ganen visibilidad y nos interpelen a todos, no s¨®lo a sus v¨ªctimas.
La escuela tiene un papel fundamental en la construcci¨®n de una sociedad m¨¢s igualitaria y, para eso, debe contribuir a que todos los que transitan por ella comprendan las razones que hacen que algunos, por la simple raz¨®n de ser pobres, mueren antes, de muertes que podr¨ªan ser evitadas, de muertes mucho m¨¢s crueles y desalmadas de lo que ya son, por su misma esencia, todos los tipos de muertes.
La escuela debe hacer algo por los miles de j¨®venes que, como Aparecido Nunes, mueren d¨ªa tras d¨ªa en nuestros pa¨ªses. Quiz¨¢s, la mejor forma de hacerlo es ense?arles a nuestros ni?os y ni?as que la muerte de Aparecido podr¨ªa haber sido evitada, que ninguno de nosotros merece vivir en una sociedad donde la vida de los m¨¢s pobres valga casi nada, donde su muerte parezca un hecho banal y sea descripta como un asesinato ¡°sin causa aparente¡±. Merecemos todos, y en especial los millones de Aparecidos que hay en nuestros pa¨ªses, vivir en una sociedad mejor. La escuela puede ayudar a construirla si en ella aprendemos a indignarnos y a actuar colectivamente ante estas tragedias que no tienen nada de naturales.
La m¨²sica resuena en los rincones de esas barriadas de dignidad y sufrimiento, all¨ª, en la periferia de Recife, Estado de Pernambuco, Brasil, sexta potencia del planeta. Cuando la noche llegue, la luna continuar¨¢ triste y sin brillo, indiferente ante las poes¨ªas de amor. Quiz¨¢s ella tambi¨¦n extra?e a Aparecido Nunes, como Minerva, esa muchacha de ojos dulces, que Aparecido amaba como si fuera mucho m¨¢s que una diosa. Nosotros, mientras tanto, deberemos continuar el esfuerzo por desaprender la indiferencia, ayudando a construir un futuro en el que los j¨®venes pobres se mueran de amor, de risa, de felicidad o de lo que sea, pero nunca m¨¢s de esas muertes sin sentido, que nos roban cada d¨ªa pedacitos de vida a todos.
(Desde Montevideo)
Lecturas recomendadas:
Una de las m¨¢s destacadas investigadoras sobre violencia y juventud en Am¨¦rica Latina es Miriam Abramovay, coordinadora del ?rea de Estudios y Pol¨ªticas sobre Juventud de FLACSO Brasil. Sus publicaciones pueden consultarse en la presente lista.
Una fuente indispensable de consulta sobre el tema son los mencionados Mapas de la Violencia producidos por Juan Jacobo Waiselfisz y publicados por el Instituto Sangari.
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