26.000 africanas mueren cada a?o por abortos insalubres
Mujeres sudanesas esperan la entrega de alimentos en el campo de Mastura (Darfur). ?UNHCR/H.Caux May 2005.
La pol¨¦mica desatada en los ¨²ltimos d¨ªas acerca de la reforma de las normas sobre el aborto en Espa?a ofrece la oportunidad de recordar una realidad mucho m¨¢s cruda: el modo en el que los abortos insalubres contribuyen a los pavorosos niveles de morbilidad y mortalidad maternas en los pa¨ªses pobres. Con independencia de donde se sit¨²e cada uno en este debate, seguro que podemos ponernos de acuerdo en la urgencia de este problema.
Seg¨²n un importante estudio del Guttmacher Institute y la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, publicado en Lancet la pasada semana, la mitad de los 44 millones de abortos inducidos que tuvieron lugar en el mundo durante el a?o 2008 (el ¨²ltimo para el que existen datos) fueron insalubres. Esta cifra se dispara al 97% en el caso de los pa¨ªses africanos, contribuyendo de manera determinante a una plaga que mata cada a?o en este continente a 26.000 madres. Otro mill¨®n y medio largo acaba en el hospital y muchas m¨¢s carecen de atenci¨®n m¨¦dica arrastrando durante toda su vida las lesiones f¨ªsicas, morales y sociales de una carnicer¨ªa.
Las razones que llevan a millones de mujeres a asumir el riesgo de un aborto insalubre tienen muy poco que ver con una frivolidad, a pesar de lo que sugieren recurrentemente algunos representantes pol¨ªticos y religiosos: la incapacidad de acceder a m¨¦todos anticonceptivos eficaces, las relaciones sexuales forzadas, los estigmas familiares y culturales o la simple ausencia de leyes y recursos p¨²blicos que permitan realizar las interrupciones de forma segura. Beber lej¨ªa, introducirse objetos cortantes en el cuello del ¨²tero o recurrir a curanderos que operan en condiciones medievales son algunos de los recursos deseperados que acaban con la vida de estas mujeres.
Aunque el esfuerzo de gobiernos, donantes y sociedad civil ha permitido reducir en un tercio los niveles globales de mortalidad materna desde 1990, los investigadores alertan de que las muertes relacionadas con abortos insalubres constituyen una excepci¨®n. El n¨²mero total de abortos se increment¨® en cuatro millones desde 2003 y, lo que es m¨¢s alarmante, las interrupciones del embarazo que se producen en pa¨ªses en desarrollo pasaron del 78% al 86% del total, elevando las cifras de abortos insalubres.
Las consecuencias de la muerte y enfermedad de estas mujeres van mucho all¨¢ de lo personal. Como se?ala Sharon Camp en un reciente art¨ªculo para The Guardian Development, "la p¨¦rdida de una madre y proveedora de cuidados resulta devastadora para las vidas de los ni?os y las familias, adem¨¢s de debilitar a unas comunidades que dependen de las muchas contribuciones que realizan las mujeres sanas. Los abortos insalubres suponen tambi¨¦n un importante agujero en los limitados recursos p¨²blicos de salud. Mientras el gasto medio per capita en salud de los gobiernos africanos es de 48 d¨®lares, el tratamiento de las enfermedades y discapacidades relacionadas con un aborto insalubre asciende a 114 d¨®lares por persona".
Las recomendaciones de este y otros estudios similares parten de la misma constataci¨®n emp¨ªrica: las leyes m¨¢s restrictivas sobre interrupci¨®n del embarazo no est¨¢n asociadas con tasas de aborto m¨¢s bajas, sino con niveles m¨¢s altos de abortos insalubres. La verdadera eficacia en la lucha contra esta tragediaest¨¢ en el acceso a m¨¦todos anticonceptivos eficaces, la provisi¨®n de servicios b¨¢sicos de salud y la educaci¨®n de mujeres y hombres. Apoyadas por la cooperaci¨®n internacional y los gobiernos locales, estas medidas han dado resultados tangibles en pa¨ªses tan pobres como Nepal y Etiop¨ªa, donde disminuye tanto el n¨²mero de abortos como las incidencias que se producen en ellos.
Es la otra cara del aborto, la que admite menos certezas de las que nos gustar¨ªa tener.
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