Marejadilla en las Malvinas
En el nuevo rifirrafe entre Londres y Buenos Aires pesan consideraciones de pol¨ªtica interna
En v¨ªsperas del vig¨¦simo aniversario de la invasi¨®n argentina de las Malvinas, el pr¨ªncipe heredero brit¨¢nico, Guillermo, seguramente no pod¨ªa haber encontrado otro lugar para completar su formaci¨®n como piloto de la RAF. As¨ª que hacia all¨ª se dirigi¨® tambi¨¦n en su primer viaje el ¨²ltimo y m¨¢s avanzado de los destructores de Albi¨®n, el HMS Dauntless. Es decir, Intr¨¦pido, que la Real Academia define como el ¡°que no teme en los peligros¡±, pero tambi¨¦n como ¡°el que obra o habla sin reflexi¨®n¡±. Sin embargo, la diplomacia brit¨¢nica no da puntada sin hilo, aunque resulte provocadora y a veces solo consiga tirar una piedra en una charca y salpicar a toda la parroquia.
Lo ¨²nico positivo que tuvo aquella guerra es que precipit¨® la ca¨ªda de la Junta Militar. Ser¨¢ interesante leer, cuando se publique expurgado de lo que pueda afectar a la seguridad nacional, el Informe Rattenbach sobre las responsabilidades militares y pol¨ªticas de aquel conflicto, que la presidenta argentina, Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner, ha mandado oportunamente desclasificar.
Tambi¨¦n hay que recordar, ahora que la imagen de la dama de hierro ha regresado a las pantallas de la mano de Meryl Streep, que la decisi¨®n de ir a la guerra salv¨® pol¨ªticamente a la entonces primera ministra Margaret Thatcher, cuyo propio partido conservador se aprestaba a defenestrar. Este agitar aquellas aguas, sin embargo, poco aportar¨¢ al actual morador del 10 de Downing Street, quien quiz¨¢ haya visto en esta nueva agitaci¨®n de la Union Jack una manera de distraer la atenci¨®n de sus crecientes problemas. Pues, de uno y otro lado, en este nuevo rifirrafe pesan, sobre todo, consideraciones de pol¨ªtica interna.
Fern¨¢ndez de Kirchner convoc¨® al Gobierno en pleno, a la oposici¨®n y a los sindicatos en torno a lo ¨²nico que les puede unir, las Malvinas. Por un momento pareci¨® que CFK iba a romper la baraja diplom¨¢tica, pero se seren¨®. No prohibi¨® que pasen por su espacio a¨¦reo los aviones que viajan entre Chile y Port Stanley, los ¨²nicos que unen los kelpers al continente. Y anunci¨® que llevar¨ªa el asunto de nuevo a la ONU, en cuyo Consejo de Seguridad, Londres tiene, como es sabido, derecho de veto. Sin embargo, ese es el camino.
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