Hait¨ª: nuestro espejo, nuestra verg¨¹enza
A prop¨®sito de una conversaci¨®n con Patrice Florvilus, abogado haitiano
Escombros, escombros y m¨¢s escombros se acumulan sobre Hait¨ª y sobre los haitianos. No se trata s¨®lo de las persistentes consecuencias del terremoto que asol¨® al pa¨ªs hace apenas dos a?os. Son las secuelas de un proceso en el que se combinan la prepotencia y la arrogancia internacional con la repetici¨®n de los errores y los desatinos de una clase pol¨ªtica que ha despreciado desde siempre los derechos de su pueblo y la historia heroica que ¨¦ste tiene como herencia.
Hace apenas dos a?os, m¨¢s de 200 mil personas mor¨ªan en Hait¨ª producto de una cat¨¢strofe que no tuvo nada de natural. La naci¨®n m¨¢s pobre y desigual del continente americano sum¨® a su historial de penurias un acontecimiento que har¨ªa suponer que nada ser¨ªa, a partir de all¨ª, como lo hab¨ªa sido hasta entonces.
La Catedral de Puerto Pr¨ªncipe en ruinas. Foto: AP
El abandono y la indiferencia de la comunidad internacional hacia Hait¨ª sufri¨® un giro inesperado. La manera despectiva e impasible con que se miraba este rinc¨®n del Caribe, dej¨® lugar a infinitas expresiones de solidaridad e incontables manifestaciones de apoyo a la necesaria reconstrucci¨®n del pa¨ªs. En pocas horas, despu¨¦s de aquel fat¨ªdico 12 de enero de 2010, el mundo pos¨® su compasiva mirada sobre la primera naci¨®n negra independiente del planeta, la naci¨®n que emergi¨® como un inspirador y solidario canto de libertad en los albores del siglo XIX, la primera en abolir la esclavitud, la primera en vencer a un imperio colonial, la primera en dictar una ley de obligatoriedad escolar en las Am¨¦ricas. La naci¨®n que pag¨® caro el precio de su osad¨ªa y su dignidad durante m¨¢s de 200 largos a?os, hasta que un terremoto devor¨® el futuro de 222.570 seres humanos, casi todos ellos, como el resto de los haitianos: muy pobres.
Hay pa¨ªses que pretenden darle la espalda al mundo y hay pa¨ªses a los que el mundo les da la espalda. Hait¨ª es uno de ellos.
Sin embargo, el terremoto pareci¨® hacer temblar no s¨®lo la precaria estructura edilicia del pa¨ªs sino tambi¨¦n el desgano y la apat¨ªa con que el mundo miraba hacia esa isla impertinente, inc¨®moda, molesta. La cooperaci¨®n internacional se sum¨® as¨ª a las fuerzas de ocupaci¨®n militar que, bajo el comando de Brasil y desde 2004, hab¨ªan sido destacadas por las Naciones Unidas para poner fin a la violencia interna, estabilizar el pa¨ªs y contribuir al desarrollo nacional.
Dos a?os despu¨¦s, resulta imprescindible realizar un balance de lo ocurrido hasta aqu¨ª. Hacerlo con especial atenci¨®n a las acciones desarrolladas en el campo educativo puede ayudarnos a comprender mejor el presente y el futuro de este pa¨ªs tan maltratado como desconocido.
Ech¨¢ndole un vistazo a c¨®mo se protege y promueve el derecho a la educaci¨®n, se puede tener una noci¨®n m¨¢s o menos precisa acerca de c¨®mo una determinada sociedad aprecia los derechos humanos, la justicia social, la igualdad y la libertad. La educaci¨®n es un espejo en el que es posible mirar el grado de desarrollo humano de una comunidad. Y mirar lo que ocurre en la educaci¨®n haitiana es quiz¨¢s una forma de asomarse no s¨®lo a las entra?as de un pa¨ªs arrasado, sino tambi¨¦n mirarnos en el espejo de nuestra propia indiferencia, nuestra indolencia y nuestra incapacidad para estremecernos ante el dolor ajeno.
Para tratar de entender qu¨¦ ha ocurrido en la educaci¨®n haitiana desde el terremoto de 2010, converso con Patrice Florvilus, abogado, de 33 a?os y activo militante de los derechos humanos en su pa¨ªs. Patrice es Secretario Ejecutivo de la Reagrupaci¨®n Educaci¨®n para Todos y Todas, una coalici¨®n que lucha por la defensa de la escuela p¨²blica y la ampliaci¨®n del derecho a la educaci¨®n. Lo hace, en la naci¨®n que ostenta no s¨®lo los m¨¢s altos ¨ªndices de pobreza y analfabetismo del continente, sino tambi¨¦n la que posee el nivel de privatizaci¨®n escolar m¨¢s expandido del planeta: cerca de 85% de las oferta educativa haitiana es privada.
¡°Despu¨¦s del terremoto, la situaci¨®n de nuestra educaci¨®n se agrav¨® ¨C afirma Patrice. La privatizaci¨®n del sistema, que ya era muy significativa, se intensific¨® y se hizo a¨²n m¨¢s pronunciada. Una de las primeras medidas del gobierno despu¨¦s del sismo, fue anunciar la reconstrucci¨®n de 100 escuelas que se hab¨ªan destruido. Ninguna de ellas era p¨²blica. Pasaron dos a?os y todav¨ªa no hay ninguna escuela p¨²blica reconstruida. Hay escuelas p¨²blicas en construcciones prefabricadas o algunas que han sido mejoradas de manera precaria, pero no ha habido ni parece que habr¨¢ un plan para la reconstrucci¨®n de las instituciones p¨²blicas de educaci¨®n que, como sabes, ya estaban en una situaci¨®n cr¨ªtica antes del terremoto¡±.
Patrice tiene raz¨®n. El derrumbe de escuelas en Hait¨ª ya era un hecho frecuente antes del 12 de enero de 2010. Las precarias condiciones de infraestructura y el inexistente control p¨²blico llevaba a que las escuelas, como otros tantos edificios, sin que la tierra temblara, se desmoronaran, generando tragedias que poco se conoc¨ªan fuera de Hait¨ª.
¡°Por otro lado, tampoco se ha reconstruido la estructura universitaria. Once facultades de nuestra ¨²nica universidad p¨²blica, la Universidad Estatal de Hait¨ª, en Puerto Pr¨ªncipe, se destruyeron con el terremoto. Ninguna de ellas fue reconstruida hasta el momento. En el interior hab¨ªa muchos institutos de educaci¨®n superior que tambi¨¦n sufrieron grandes da?os, pero nada ha mejorado desde entonces. La Rep¨²blica Dominicana ha contribuido con la construcci¨®n de una universidad en el Norte del pa¨ªs, recientemente inaugurada. Hubo un gran debate acerca de si ella era p¨²blica o no y, finalmente, fue incorporada a la Universidad Estatal. Lo que es curioso es que la nueva unidad se encuentra en Limonade, Cap-Haitien, una zona franca, a m¨¢s de 200 kil¨®metros de la capital. En Puerto Pr¨ªncipe nuestra infraestructura y nuestras condiciones de trabajo universitario son p¨¦simas, pero se construye una nueva unidad de la universidad en una zona franca porque se dice que ser¨¢ all¨ª que las empresas van a requerir los futuros graduados. Gracias a las ventajas fiscales que ofrece el gobierno, se supone que all¨ª habr¨¢ industrias y que ellas van a precisar gente con estudios superiores. Esta l¨®gica tecnocr¨¢tica de capital humano es lo que llev¨® a hacer una nueva instituci¨®n en el Norte del pa¨ªs, sin que se hayan mejorado las condiciones que tenemos en Puerto Pr¨ªncipe¡±.
Una calle de Puetto Pr¨ªncipe antes del terremoto. Foto: Florencia Stubrin / CLACSO
La historia se repite primero como tragedia, despu¨¦s como farsa, sostuvo alguna vez Marx. En Hait¨ª, parece repetirse como tragedia y como farsa simult¨¢neamente. El nuevo gobierno lo anuncia: Hait¨ª is open for business. Quiz¨¢s dentro de algunos a?os, si los atractivos y las promesas del industrialismo fracasan en la isla, se le echar¨¢ la culpa a la universidad o a la falta de una formaci¨®n profesional orientada hacia las demandas del mercado. Ahora que Hait¨ª se abre como ventana de negocios antes los ojos solidarios del empresariado mundial, no demorar¨¢n en aparecer las mismas explicaciones que suelen ofrecer los economistas cuando deben justificar por qu¨¦ la econom¨ªa no ha servido para ampliar la felicidad o el bienestar de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. La culpa, como siempre, la tienen la escuela y los maestros.
La Universidad del Estado de Hait¨ª permanece como un resquicio molesto del pasado. Para terminar de sepultarla se inventa otra, lejos, mirando hacia el nuevo Hait¨ª, esta vez, open for business.
Tal como inform¨® la prensa internacional, a comienzos del a?o pasado, regres¨® al pa¨ªs Jean Claude Duvalier, Baby Doc, el sanguinario dictador que gobern¨® Hait¨ª entre 1971 y 1986. Adem¨¢s de miles de asesinatos e incontables violaciones a los derechos humanos, la familia Duvalier es acusada del desv¨ªo de millones de d¨®lares del tesoro nacional y de haber montado una amplia red de corrupci¨®n y grupos de exterminio. Aunque deber¨ªa estar bajo arresto domiciliario, Duvalier circula libremente por el pa¨ªs. A pocos d¨ªas de iniciado el presente a?o, el dictador se reuni¨®n con un grupo de estudiantes de la Universidad Estatal de Hait¨ª, sum¨¢ndole m¨¢s escombros a sus ruinas. En diciembre pasado, hab¨ªa ido al Norte del pa¨ªs a apadrinar la entrega de diplomas a un grupo de j¨®venes abogados. ?Duvalier padrino de j¨®venes abogados en el pa¨ªs cuyos derechos ¨¦l mismo masacr¨® y viol¨® hasta el hartazgo? La tragedia y la farsa, una vez m¨¢s, juntas.
El Presidente Michel Martelly saluda al dictador Jean Claude Duvalier. Foto: AP
Los escombros sobre los que yace la escuela p¨²blica haitiana son los mismos que sepultaron las ilusiones de m¨¢s de 38 mil ni?os y ni?as, alumnos y alumnas de tantas escuelas, y de sus 2 mil docentes y personal educativo que perdieron la vida junto con ellos.
?C¨®mo es posible educar en esas escuelas a¨²n no reconstruidas materialmente y destruidas emocionalmente? ¨C le pregunto a Patrice tratando de entender lo incomprensible. El me mira con unos ojos inmensos e iluminados por una vitalidad extraordinaria. Se queda en silencio algunos segundos.
¡°Es muy dif¨ªcil, muy dif¨ªcil¡ Todo es muy dif¨ªcil para esos ni?os y para esas ni?as. Hay escuelas que han sido levantadas con instalaciones prefabricadas sobre los escombros de los antiguos edificios. All¨ª, donde estaban algunos de sus compa?eros ahora muertos, se vuelve a estudiar, tratando de seguir adelante. ?Pero c¨®mo hacerlo? Imag¨ªnate el impacto psicol¨®gico para estos ni?os y para esos j¨®venes. Todo es dif¨ªcil porque el dolor es profundo, muy hondo. Tu lo puedes imaginar¡±.
El castellano de Patrice resbala en un franc¨¦s inundado de Caribe. Sus manos se mueven tratando de explicar lo inexplicable. Ese dolor es inimaginable. Ese dolor es imposible de contar ?C¨®mo es posible sentir el dolor de esas almas despojadas?
Patrice me sigue mirando con unos ojos brillantes que reflejan dignidad, decencia, pudor, coraje ante el espanto. Yo me siento ¨ªnfimo, diminuto, microsc¨®pico y muy avergonzado. No quiero que se de cuenta que he comenzado a llorar.
¡°Por eso ¨C contin¨²a ¨C muchos j¨®venes se siguen yendo y se ir¨¢n de Hait¨ª. Huyen. Huyen. Buscan alternativas, algunos quieren simplemente olvidar. Se van para apagar de su conciencia lo que han visto y lo que han vivido. Algunos, para nunca m¨¢s recordar que son haitianos¡±.
La memoria de los muertos recorre las calles de Hait¨ª y habita en sus escuelas. Reconstruirlas supondr¨¢ algo m¨¢s que poner ladrillos sobre ladrillos. Hait¨ª nos recuerda de manera despiadada lo que nunca deber¨ªamos haber olvidado: la construcci¨®n de la escuela p¨²blica es un proyecto colectivo en el que se juega el destino democr¨¢tico de una naci¨®n. En Hait¨ª, antes del terremoto, la escuela p¨²blica y los derechos que le brindan su raz¨®n de ser, estaban hecho pedazos. Dos a?os despu¨¦s del terremoto, poco ha cambiado. O s¨ª: quiz¨¢s las cosas est¨¢n un poco peor, aunque, ya lo sabemos, Hait¨ª is open for business.
Trato de hacer una pregunta que me permita recuperar cierta distancia con mi propia verg¨¹enza. ?Hay alg¨²n plan o programa de apoyo del Gobierno enfrentar esta situaci¨®n, apoyando a los j¨®venes y a los ni?as y ni?os en desamparo?
Patrice esconde la gracia que le causa mi est¨²pida cuesti¨®n. Sonr¨ªe disimuladamente.
¡°No, no hay planes para apoyar a los ni?os cuyos padres murieron en el terremoto. A los docentes, por supuesto, les resulta muy dif¨ªcil trabajar con ellos. No saben muy bien c¨®mo hacerlo. Despu¨¦s del terremoto hubo algunas organizaciones que comenzaron a desarrollar programas de apoyo psicol¨®gico para ni?os y j¨®venes, pero se han ido retirando de a poco y ya casi no quedan¡±.
La educaci¨®n en Hait¨ª es privada. El sufrimiento de sus ni?os y de sus ni?as, tambi¨¦n.
Pocas semanas despu¨¦s del terremoto, la poblaci¨®n que hab¨ªa perdido sus casas fue trasladada a inmensos asentamientos donde a¨²n permanece. Seg¨²n estimativas de UNICEF, existen m¨¢s de 600 mil personas en asentamientos precarios, de los cuales, 250 mil son ni?os y ni?as ?C¨®mo funciona la educaci¨®n en esos sitios? ¨C pregunto.
¡°En los asentamientos hay escuelas en instalaciones prefabricadas. Pero son muy pocos los que tienen escuelas p¨²blicas. El Estado no ofrec¨ªa educaci¨®n antes del terremoto y gran parte de esos ni?os que hoy est¨¢n en los campamentos iban a escuelas privadas que tambi¨¦n se destruyeron. Ahora hay escuelas privadas prefabricadas en esos campos de refugiados. Y hay que pagar para estudiar all¨ª¡±.
M¨¢s de 250 mi ni?os y ni?as viven en asentamientos despu¨¦s del terremoto. Foto: UNICEF
En buena parte de Am¨¦rica Latina, la escuela p¨²blica es una escuela pobre para los pobres. En Hait¨ª, gran parte de los pobres deben gastar sus diminutos ingresos, derivados generalmente de actividades informales, en la educaci¨®n de sus hijos. El costo promedio de una escuela son 90 d¨®lares anuales. Poco, si se lo compara con los valores de cualquier escuela privada en el resto de Am¨¦rica Latina. Mucho, much¨ªsimo, para una poblaci¨®n en su gran mayor¨ªa sin empleo o con un empleo precario, sin ingresos o con una renta no superior a los 2 d¨®lares diarios.
¡°El nuevo gobierno plantea que defiende la educaci¨®n gratuita ¨C contin¨²a Patrice. Sostiene que se va a incluir casi un mill¨®n de ni?os y ni?as en la escuela, pero se trata de un enga?o. Antes del terremoto ten¨ªamos m¨¢s de 500 mil ni?os y ni?as fuera de la educaci¨®n y, luego del terremoto, tenemos 400 mil m¨¢s. Esto quiere decir que el gobierno espera solucionar la exclusi¨®n educativa. No est¨¢ mal, claro. El problema es c¨®mo hacerlo. La propuesta de la administraci¨®n de Michel Martelly es ampliar la gratuidad de la escuela siguiendo la receta que plantea el Banco Mundial: d¨¢ndole subsidios a las escuelas privadas para que los alumnos no paguen. Se pretende hacer que la escuela privada sea gratuita, no expandir la educaci¨®n p¨²blica para todos. No se quiere ampliar la oferta p¨²blica sino expandir la gratuidad para los usuarios, transfiriendo al Estado el costo de la ense?anza privada. Hay un proceso de selecci¨®n de las escuelas que pueden recibir este subsidio, porque el Ministerio lo paga directamente a las propias instituciones privadas, seg¨²n el n¨²mero de alumnos matriculados. Esto, obviamente, en un pa¨ªs como el nuestro, genera mucha corrupci¨®n y mucho clientelismo. Por otro lado, con un subsidio de menos de 100 d¨®lares por a?o, te puedes imaginar la calidad de la educaci¨®n ofrecida a esos ni?os. Lo que es importante destacar es que el gobierno nunca habla de la educaci¨®n como un derecho fundamental ni de la escuela como una instituci¨®n p¨²blica que debe ser ampliada¡±.
Junto con la denominada ¡°cooperaci¨®n internacional¡± llegaron a Hait¨ª un sinf¨ªn de promesas sobre los recursos que ser¨ªan destinados para reconstruir el pa¨ªs. Las necesidades, seg¨²n cifras oficiales, llegan a m¨¢s de 10 mil millones de d¨®lares. La ¡°reconstrucci¨®n del sistema educativo¡±, eufemismo utilizado para referirse a la necesidad de que Hait¨ª vuelva a disponer del conglomerado precario de instituciones que ten¨ªa antes de que el terremoto destruyera m¨¢s de 4.000 escuelas, 80% de las existentes, costar¨¢ algo m¨¢s de 2 mil millones de d¨®lares.
La comunidad internacional se ha sensibilizado, aunque, como suele ocurrir, los resultados hasta el momento han sido bastante m¨¢s modestos que las encendidas declaraciones de buena intenci¨®n formuladas por las agencias de cooperaci¨®n que act¨²an en el pa¨ªs.
A Hait¨ª llegan muchos recursos destinados a reconstruir el pa¨ªs, aunque buena parte de ellos s¨®lo sirven para mantener a la propia cooperaci¨®n internacional, en un curioso c¨ªrculo antropof¨¢gico que recrea el mito del monstruo que devoraba monstruos y, al mirarse al espejo, se devor¨® a s¨ª mismo. Uno de los mayores costos de la cooperaci¨®n suele ser el funcionamiento de la propia cooperaci¨®n: sus consultores, t¨¦cnicos, especialistas y lo que ellos gastan cuando se encuentran fuera de casa. Los pa¨ªses m¨¢s ricos aportan dinero para el desarrollo y tambi¨¦n los expertos y las empresas que gastar¨¢n buena parte de esos recursos, antes que los beneficiarios del supuesto progreso lleguen a ver sus frutos. Para buena parte de los haitianos el resultado de haber concitado el inter¨¦s internacional suele ser visto como una nueva forma de invasi¨®n.
Por otro lado, los recursos de las principales agencias de cooperaci¨®n que act¨²an en Hait¨ª son escasos frente a los desaf¨ªos a enfrentar. El principal donante en el pa¨ªs despu¨¦s del terremoto ha sido el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que, con aportes propios o de otros contribuyentes bilaterales y entidades filantr¨®picas, aport¨® cerca de 150 millones de d¨®lares para la educaci¨®n haitiana desde enero del 2010 hasta la fecha. Una suma considerable, pero que s¨®lo cubre el 7,5% de las necesidades declaradas. Del mismo modo, UNICEF, cuyo trabajo e intervenci¨®n es de fundamental importancia en estos casos, estableci¨® una meta de m¨¢s de 86 millones de d¨®lares para actuar en programas de protecci¨®n a la infancia durante el a?o 2011. Obtuvo s¨®lo 50 millones. Los recursos previstos por UNICEF para el a?o 2012 son 24.105.000 d¨®lares, la mitad del per¨ªodo anterior, el 1% de lo necesario para la reconstrucci¨®n del sistema educativo nacional. La UNESCO, a pocos d¨ªas del terremoto, anunci¨® la necesidad de desarrollar un plan de apoyo a la educaci¨®n y la cultura haitianas, valuado en m¨¢s de 200 millones de d¨®lares. Evidentemente, las dificultades econ¨®micas que enfrenta actualmente el organismo de las Naciones Unidas para la Educaci¨®n la Ciencia y la Cultura, se traducir¨¢n en dificultades para poder implementar ese plan. En diversas oportunidades, la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, reclam¨® firmemente sobre el limitado empe?o de muchos donantes y agencias internacionales hacia Hait¨ª: pocos recursos y poca coordinaci¨®n fue su mensaje. La enviada especial de la UNESCO al pa¨ªs, Micha?lle Jean, lo expres¨® sin rodeos: ¡°Hait¨ª necesita ayuda, no limosnas¡±.
En esta misma direcci¨®n, Patrice indica una cuesti¨®n de gran importancia:
¡°Hay una cacofon¨ªa de la cooperaci¨®n internacional en Hait¨ª. La superposici¨®n de proyectos, intereses e iniciativas es total. Y la educaci¨®n es el ¨¢mbito donde esto se ve con m¨¢s claridad. Si tu eres de una ONG y llegas a Hait¨ª para desarrollar un proyecto educativo, deber¨ªas consultar primero a las autoridades locales sobre su pertinencia y viabilidad. Pero esto no se respeta casi nunca. Cada uno llega con su dinero y se pone a hacer lo que quiere, en una yuxtaposici¨®n de acciones que no siempre ayudan a quienes se supone que pretenden ayudar. Lo cierto es que son poqu¨ªsimas las ONGs que contribuyen con la reconstrucci¨®n de la escuela p¨²blica haitiana. Sin regulaci¨®n y sin un plan que permita coordinar estas acciones, muchos esfuerzos se pierden o acaban beneficiando m¨¢s a las organizaciones que llegan a nuestro pa¨ªs que a los propios haitianos¡±.
Una escuela en Puerto Pr¨ªncipe antes del terremoto. M¨¢s de 38.000 estudiantes murieron en el sismo. 80% de los centros escolares quedaron destruidos. Foto: Florencia Stubrin / CLACSO
Desde hace casi 8 a?os Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, Paraguay, Per¨² y Uruguay disponen de efectivos militares en la Misi¨®n de las Naciones Unidades para la Estabilizaci¨®n de Hait¨ª, la MINUSTAH. Aunque ha habido algunos esfuerzos de estos pa¨ªses en proyectos de cooperaci¨®n que permitan reconstruir la infraestructura nacional, el principal eje de la ayuda a Hait¨ª ha sido la presencia de tropas militares en la isla. Ciertamente, no deber¨ªa llamar la atenci¨®n que un pa¨ªs como Estados Unidos gaste m¨¢s dinero en mantener su ej¨¦rcito en Hait¨ª que en la promoci¨®n de ayuda humanitaria a una poblaci¨®n que, desde siempre, ha visto sus derechos quebrantados. Su largo historial de intervenciones militares dentro y fuera de Am¨¦rica Latina as¨ª lo evidencia.
Sin embargo, que esto tambi¨¦n ocurra entre los pa¨ªses latinoamericanos no puede ser soslayado: el costo del mantenimiento de las tropas argentinas, bolivianas, brasile?as, chilenas, colombianas, ecuatorianas, guatemaltecas, paraguayas, peruanas y uruguayas en Hait¨ª es infinitamente superior al aporte que realizan, en recursos materiales y humanos, todos esos pa¨ªses para promover acciones destinadas a mejorar la atenci¨®n sanitaria, el acceso y la permanencia en la escuela, la construcci¨®n de viviendas y la protecci¨®n de la infancia. Denunciar que en Hait¨ª el ej¨¦rcito norteamericano no respeta los derechos humanos puede salvaguardar nuestra indignaci¨®n anticolonialista. Entre tanto. me temo que esto no sea suficiente para dejar de reconocer que Latinoam¨¦rica ha enviado al zorro a cuidar de las ovejas, como si tuvi¨¦ramos alguna autoridad en la materia y, obviamente, muy poca memoria. Confiar en que cualquiera de nuestros ej¨¦rcitos podr¨¢n proteger y promover en Hait¨ª derechos y libertades que poco han respetado en nuestros propios pa¨ªses, puede ser temerario. Que Am¨¦rica Latina, ante crisis humanitarias, tenga como ¨²nica estrategia de intervenci¨®n com¨²n sus cuestionados ej¨¦rcitos, parece una broma de mal gusto. Pero no lo es. La presencia de tropas latinoamericanas en Hait¨ª no s¨®lo plantea un problema serio y complejo sobre la calidad de nuestra cooperaci¨®n internacional sino tambi¨¦n pone en evidencia la fragilidad de los principios ¨¦ticos sobre los que deber¨ªamos dise?ar un futuro de integraci¨®n y solidaridad entre nuestros pueblos.
La educaci¨®n es un espejo, aunque las im¨¢genes que refleja se perciban muchas veces empa?adas, difusas, borrosas.
Hoy, que los pueblos latinoamericanos festejan el bicentenario de sus independencias, Hait¨ª es el espejo en el que debemos mirarnos. Un espejo en el que podemos observar que, ante una cat¨¢strofe, nos hemos conformado mandando muchos m¨¢s militares que m¨¦dicos, maestros, ingenieros, especialistas en agricultura familiar, trabajadores sociales, defensores de los derechos humanos y j¨®venes dispuestos a brindar toda su energ¨ªa y compromiso en la construcci¨®n de un futuro mejor. Hait¨ª es el espejo donde podemos mirar nuestras propias debilidades y no s¨®lo la fortaleza, el oportunismo o la indiferencia de los pa¨ªses m¨¢s ricos y sus agencias de cooperaci¨®n.
Hait¨ª, nuestro espejo, nuestra verg¨¹enza.
¡°No te pongas as¨ª. Nosotros somos un pueblo que lucha y no se cansa de luchar ¨C sostiene Patrice tratando de que no me deprima. Nosotros solos hicimos nuestra independencia en 1804, antes que todos y gracias al coraje de nuestro pueblo, sin la ayuda de nadie. Pudimos hacer eso y podremos repetirlo. Te lo aseguro. En Hait¨ª nos trataron de robar casi todo, pero no consiguieron robarnos las utop¨ªas. Somos un pueblo de lucha y que no se cansa de luchar, recu¨¦rdalo¡±.
Me lo dice y r¨ªe animado.
Al terminar de conversar, salimos en silencio por las calles de Porto Alegre, donde nos encontramos hace pocos d¨ªas para participar del Foro Social. El me hab¨ªa pedido que lo acompa?ara al Mercado P¨²blico Central. Mientras camin¨¢bamos, comenz¨® a cantar una m¨²sica dulce en su creole querido. Sus ojos, ahora, brillaban mucho m¨¢s.
¡°Para nosotros, cantar es una forma de sumar fuerzas, energ¨ªas. Es una forma de vivir. Cantamos porque cantando somos m¨¢s y m¨¢s, cada vez m¨¢s. Cantamos para no estar solos, para recordar, para no dejar de so?ar¡
Ouangolo ou ale / kil¨¨ ou va vini w¨¨ m ank¨° ou ale / Ouangolo ou ale / kil¨¨ w va vini w¨¨ m ank¨° ou ale / Kil¨¨ w va vini w¨¨ ank¨° / Peyi a chanje / Kil¨¨ w va vini w¨¨ m ank¨° / ou ale¡ ¡°
(Desde R¨ªo de Janeiro)
?
Patrice Florvilus, en Porto Alegre. Foto: PG?
Otros textos de inter¨¦s:
La educaci¨®n en Hait¨ª: del abandono al caos - Pablo Gentili
La refundaci¨®n de una naci¨®n - Jean Claude Bajeux
?
Noticias sobre educaci¨®n en Hait¨ª
Haiti Grassroots Watch - Un medio de informaci¨®n alternativo en Hait¨ª
El Banco Mundial y la educaci¨®n en Hait¨ª
La Misi¨®n de las Naciones Unidas para la Estabilizaci¨®n de Hait¨ª
La OIT y la reconstrucci¨®n de Hait¨ª
El BID y la reconstrucci¨®n educativa de Hait¨ª
Irina Bokova: ¡°Tenemos que hacer m¨¢s y mejor por Hait¨ª¡±
J¨®ven estudiando en una calle de Puerto Pr¨ªncipe, antes que acabe la luz del d¨ªa. La foto fue realizada antes del terremoto. Foto: Florencia Stubrin / CLACSO
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