Un dr¨¢stico ajuste de rentas

Solo los muy neoliberales o los nost¨¢lgicos de Milton Friedman podr¨¢n decir que el Gobierno se ha quedado corto en la reforma laboral. Con m¨¢s empuje que reflexi¨®n, el equipo econ¨®mico de Mariano Rajoy ha generado un cambio de mucho alcance en las relaciones laborales. Ese cambio va desde un abaratamiento del despido hasta el pr¨¢ctico desmantelamiento de los controles legales a los expedientes de regulaci¨®n de empleo (ERE), desmantelamiento que permitir¨¢ una libertad de despido desconocida hasta ahora, a cambio de 20 d¨ªas de indemnizaci¨®n. Dicho de otro modo, sin entrar en valoraciones sobre la pertinencia o ecuanimidad de la reforma, el hecho fundamental es que deposita casi toda (por no decir toda) la responsabilidad de los ajustes de empleo en las propias empresas, que los derechos que mantiene son ex post facto y que, en t¨¦rminos estrictamente pol¨ªticos, cumple con la petici¨®n impl¨ªcita de las autoridades europeas de promover un cambio laboral en Espa?a que permita un ajuste de rentas coherente con la p¨¦rdida de riqueza espa?ola y europea que ha causado la crisis. Este mensaje de afirmaci¨®n de las exigencias comunitarias, junto con el abaratamiento del despido, son los aspectos m¨¢s notables de esta reforma laboral.

Esta reforma tiene un gran riesgo, que ya empiezan a reconocer incluso alguno de sus autores. A corto plazo seguramente inducir¨¢ un crecimiento intenso del desempleo, hasta la frontera de los seis millones de parados. En una fase de depresi¨®n econ¨®mica, las empresas dif¨ªcilmente dejar¨¢n de ajustar sus costes por la v¨ªa del despido con un coste de 20 d¨ªas por a?o trabajado. Por otra parte, un segundo riesgo de cierta envergadura es que los trabajadores y los sindicatos acaben reclamando en los tribunales las defensas que la reforma recorta. La judicializaci¨®n nunca ha sido una buena soluci¨®n, tomada como norma, para los conflictos laborales. Es muy discutible, adem¨¢s, la soluci¨®n adoptada para limitar la dualidad en el mercado de trabajo. Incluso para las versiones m¨¢s proempresariales de lo que debe ser un mercado laboral, resulta excesiva la distancia entre los costes de despido de los contratos fijos y los temporales, aunque esta reflexi¨®n no deber¨ªa dar pie a una igualaci¨®n por el coste inferior. Y, desde luego, las bonificaciones al empleo ser¨ªan m¨¢s eficaces si se aplicaran al contrato a tiempo parcial, en lugar de al nuevo contrato a tiempo completo.

Queda, con todo, un aspecto de la reforma que merec¨ªa mayor precisi¨®n. El texto (mal explicado por la ministra del ramo, por cierto) conf¨ªa la flexibilidad de los convenios a la decisi¨®n de cada empresa sobre su adscripci¨®n o no a convenios provinciales. Pero la eficacia de esta decisi¨®n depende exactamente de que empresarios y trabajadores sean capaces de instaurar en cada empresa una cultura y unas pautas de negociaci¨®n. Y no parece arriesgado asegurar que eso no ser¨¢ posible en muchas de ellas. En este punto en concreto, la eficacia se apreciar¨¢ sobre la marcha y depender¨¢ en gran medida de la voluntad de negociaci¨®n.

Hasta ahora, las tres decisiones m¨¢s destacadas (ajuste presupuestario, reforma laboral y financiera) de este Gobierno no tienen por objetivo principal incentivar el empleo. Por el contrario, pueden coadyuvar a destruirlo. Habr¨¢ que esperar a la cuarta decisi¨®n.