Exploradora del otro lado del r¨ªo
"Jill Abramson, nueva directora de 'The New York Times'. Es inevitable: cuando una mujer corona una cumbre social se dice que es una dama de hierro o una se?ora con un par de pelotas"
Jill Abramson, la nueva directora del peri¨®dico The New York Times, naci¨® en Nueva York hace 57 a?os. No est¨¢ permitido llamar vieja a una persona de esa edad si es dura, inteligente y ambiciosa como esta mujer. M¨ªrala bien; sus p¨®mulos anchos, el pelo planchado sobre las mejillas, la mirada directa, los labios finos apretados y las arrugas necesarias en su rostro expresan una voluntad de hierro. Otra vez el t¨®pico. Siempre que una mujer corona una cumbre pol¨ªtica o social se dir¨¢ de ella inevitablemente que es una dama de hierro o una se?ora con un par de pelotas.
En este caso, el hierro obedece a un hecho real. En su d¨ªa fue atropellada por un cami¨®n frigor¨ªfico que le rompi¨® la pelvis y un par de huesos m¨¢s. El traumat¨®logo hubo de recomponer los destrozos de su esqueleto con piezas de titanio, que no fueron suficientes porque despu¨¦s de andar un par de a?os en silla de ruedas, una vez recuperada, se le ocurri¨® escalar una monta?a, se rompi¨® la clav¨ªcula al caerse a plomo desde una bre?a y se le a?adi¨® m¨¢s metal. Esta mujer est¨¢ fabricada, seg¨²n cuentan, de hierro por dentro y de una astuta delicadeza por fuera. Se licenci¨® en Literatura e Historia en Harvard, tiene el aire sofisticado de los seres que se han criado en el Upper East Side de Nueva York, pero lleva el hombro tatuado con la imagen de la ficha que se necesita para acceder al suburbano, un transporte que esta mujer ama sobremanera porque la puede llevar a todas partes, aunque en la ficha pone: v¨¢lida para un solo viaje.
?Hacia d¨®nde se dirige esta dama con su esp¨ªritu lleno de herrajes? El periodismo est¨¢ cruzando hoy un ancho y abrupto r¨ªo en medio de una selva oscura y azarosa. En esta guerra de la informaci¨®n, el ej¨¦rcito se ha dividido en dos. Mientras una parte de sus huestes, compuesta de periodistas curtidos, descre¨ªdos y resabiados, amamantados por Gutenberg, trata de hacerse fuerte todav¨ªa en la retaguardia anal¨®gica, una avanzadilla de exploradores, formada por j¨®venes sin pasado con el cr¨¢neo rapado y un aro en la oreja, ha alcanzado ya la otra orilla digital y ha establecido all¨ª una cabeza de puente con el prop¨®sito de levantar un baluarte en el aire. Los periodistas de la parte de ac¨¢ a¨²n adoran a los dioses de papel, se reconocen en sus viejos h¨¦roes, llevan en el fondo del cerebro el olor a linotipia y el fragor de las ametralladoras Underwood con un co?ac al lado, se resisten a cruzar al otro lado del r¨ªo, pero lo cierto es que en ese territorio digital est¨¢ el futuro, la excitante aventura de la selva bajo una algarab¨ªa de cotorras y papagayos. Tal vez all¨ª los nuevos periodistas, como en la floresta arborescente del para¨ªso, est¨¢n poniendo todav¨ªa nombres a las cosas y a los animales para que existan.
Jill Abramson, la primera mujer al tim¨®n de The New York Times en sus 160 a?os de historia, navega ahora entre las dos riberas de ese r¨ªo sorteando sus bajos, bati¨¦ndose contra los remolinos que amenazan con engullirse esa nave emblem¨¢tica. No es una intelectual como sus antecesores en el cargo Bill Keller y Lelyveld, no ha ganado ning¨²n premio Pulitzer, no ha ejercido una corresponsal¨ªa internacional ni ha brillado en ning¨²n trabajo de investigaci¨®n. Sus enemigos le echan en cara que se diera a conocer por haber escrito un libro muy tierno sobre su perro en lugar de enfrentarse a Bush cuando invadi¨® Irak. Puede que esta mujer enamorada de Internet tenga una deriva a valorar el lado fr¨ªvolo de la cultura popular, a creer que dentro de cada lector de peri¨®dicos de papel ya ha comenzado a germinar un espectador, un radioyente, un cazador de noticias a trav¨¦s de los dedos, al que ella deber¨¢ proporcionarle una nueva papilla informativa, licuada, digital.
Una de las ventajas que tiene vivir siempre con retraso es que nos permite ser profetas del pasado y saber lo que nos tocar¨¢ vivir dentro de unos a?os. En este sentido, lo que le suceda a Jill Abramson ser¨¢ nuestro espejo. Esta periodista est¨¢ formada en la vieja escuela del periodismo de referencia, en la biblia de The New York Times, informaci¨®n rigurosa, edici¨®n inteligente y redacci¨®n elegante, pero seis meses al frente de la secci¨®n digital del peri¨®dico han sido suficientes para que sea elegida como exploradora de ese nuevo territorio que est¨¢ al otro lado del r¨ªo, all¨ª donde habitan ya las criaturas digitales, unos terr¨ªcolas de gomaespuma y orejas verdes, puntiagudas.
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