La humanidad como negocio
En el momento en que aceptamos la reducci¨®n del lenguaje al lenguaje comercial se destruye por completo nuestra libertad de cr¨ªtica
Las palabras, no nos enga?emos, son importantes y, a menudo, son m¨¢s valiosas que mil im¨¢genes. Y cuando las palabras ocupan el escenario p¨²blico hay que estar muy atento porque pueden representar un espejo de la ¨¦poca en el que, voluntaria o involuntariamente, nos reflejamos todos. Yo, por mi parte, estoy fascinado con esa terminolog¨ªa, cada vez m¨¢s inevitable, que invita a considerar a la humanidad como una pura mercanc¨ªa. No es que crea que en otras ¨¦pocas era diferente, pero religiones, ideolog¨ªas y doctrinas pol¨ªticas convert¨ªan en brumoso lo que ahora se presenta como n¨ªtido y sin tapujos. Las cosas est¨¢n claras, al menos si atendemos al significado de las palabras.
A este respecto, hace poco, me llam¨® la atenci¨®n que el nuevo gobierno del Partido Popular se lanzara en tromba a defender la honorabilidad de los deportistas espa?oles, frente a los sarcasmos de un programa de la televisi¨®n francesa, no apelando a las esencias patrias, como hasta hace poco hubiera correspondido a un gobierno conservador, sino defendiendo la "marca Espa?a". Varios ministros, y me parece que tambi¨¦n el presidente del gobierno, se mostraron preocupados por las repercusiones que pod¨ªan tener estas insidias en el aprecio de la "marca Espa?a" en el extranjero, y proclamaron la arbitrariedad de los tribunales deportivos internacionales, en los mismos d¨ªas, todo hay que decirlo, en que se manifestaba el apoyo al criterio de los tribunales nacionales en el asunto Garz¨®n. Gracias a la apolog¨ªa del deporte espa?ol nos enteramos que los Contador, Nadal, Gasol, etc., eran los embajadores de la "marca Espa?a", y que cualquier atentado a su dignidad se transformaba autom¨¢ticamente en un desastre para todos los ciudadanos. No sorprend¨ªa, por supuesto, la ausencia de cient¨ªficos o artistas, algo a lo que estamos acostumbrados, sino la insistencia en la marca registrada.
Obviamente esto no es una exclusiva del gobierno conservador. Como barcelon¨¦s estoy harto de escuchar hablar del ¨¦xito mundial de la "marca Barcelona", algo a lo que se alude con gran complacencia, aunque sea la se?al inequ¨ªvoca de que hemos sustituido la ciudad por un reclamo comercial. A ra¨ªz de la nueva singladura ol¨ªmpica que se pretende, y en medio de la incertidumbre y el escepticismo econ¨®micos, he le¨ªdo repetidamente que el esfuerzo afianzar¨¢ la "marca Madrid", aunque la ciudad no consiga ser elegida sede de las olimp¨ªadas. En definitiva, no vivimos en pa¨ªses y ciudades sino en el interior de marcas registradas que deben ser potenciadas en el mundo como cualquier negocio. El lenguaje de las naciones ha sido sustituido, ya sin disimulo, por el lenguaje de los negocios.
Nuestras autoridades con una demagogia propia de los antiguos tribunos de la plebe apelan? al sinn¨²mero de puestos de trabajo que nuestra Las Vegas local va a proporcionar
Esto casa perfectamente con la idea de que el ser humano ¡ªe incluso ese ser humano dignificado por la libertad que es el ciudadano¡ª es un mero ¨¢tomo del universo comercial. En la misma medida en que hablamos del Mercado (as¨ª, en may¨²sculas) como si habl¨¢ramos de un dios que todo puede decidirlo o de un ente suprahumano del que todo depende, tambi¨¦n hablamos de los seres humanos como criaturas emanadas de aquella instancia todopoderosa. A nadie se le ocurrir¨ªa en la actualidad algo tan rancio como escribir que China est¨¢ poblada por 1.200 millones de almas y, no obstante, leemos todos los d¨ªas, sin inmutarnos, que los chinos son 1.200 millones de eventuales consumidores. Hasta hace poco emigraban personas o, en ocasiones, "cerebros"; la actual sangr¨ªa de miles de universitarios que buscan trabajo en otros pa¨ªses es calificada, una y otra vez, de p¨¦rdida de "capital humano". El lenguaje del negocio ha invadido todas las otras esferas, de modo que la propia humanidad en su conjunto es un mero negocio.
Todo esto carecer¨ªa de importancia si no fuera porque las palabras siempre son significativas de la existencia que las rodea. En el momento en que aceptamos la reducci¨®n del lenguaje al lenguaje comercial se destruye por completo nuestra libertad de cr¨ªtica y lo que, en circunstancias medianamente serenas, podr¨ªa parecer alarmante y grotesco se convierte en l¨®gico y natural.
Estos d¨ªas estamos asistiendo a un espect¨¢culo que demuestra lo anterior hasta l¨ªmites insospechados. Barcelona y Madrid, o la "marca Barcelona" y la "marca Madrid", se han lanzado a una esperp¨¦ntica pugna por conseguir que se instale en sus dominios una suerte de Las Vegas europea. Para conseguir el negocio, que tiene que generar no s¨¦ cuantos millones de puestos de trabajo, las autoridades de ambas marcas no dudan en tratar a cuerpo de rey y llenar de deferencias a un tipo que parece salido directamente de las pel¨ªculas de Scorsese, llamado Sheldon Adelson, del que hemos aprendido que es el gran magnate de los casinos. Cuando nos fijamos en la letra peque?a tambi¨¦n nos enteramos que el se?or Adelson, presidente del conglomerado Las Vegas Sands, es un individuo inquietante, sospechoso de relaciones mafiosas e investigado por las autoridades federales norteamericanas. No se necesita ser un genio de la ¨¦tica ni haber residido una temporada en Las Vegas ni ser un experto en cine negro para sacar conclusiones sobre el mundo construido por ese personaje que tan bien quedar¨ªa en un film de Scorsese o en la trilog¨ªa de Coppola.
Quiz¨¢ no tendremos buenos cient¨ªficos pero tendremos maravillosos crupiers. Hagan juego, se?ores
Sin embargo, nuestras autoridades se niegan a sacar conclusiones y con una demagogia propia de los antiguos tribunos de la plebe, y no de los representantes democr¨¢ticos de los ciudadanos, apelan ¨²nicamente al sinn¨²mero de puestos de trabajo que nuestra Las Vegas local va a proporcionar. Los argumentos son los mismos que los que se han utilizado para empujar a poblaciones azotadas por el paro para que se sientan satisfechas al lado de cementerios nucleares o escudos antimisiles. S¨®lo que en este caso todo es m¨¢s perverso y a lo grande. La "marca Barcelona" y la "marca Madrid", los territorios m¨¢s potentes de la "marca Espa?a", en lugar de afrontar el real desaf¨ªo de fomentar el trabajo mediante la creatividad y el conocimiento, se deslizan por lo m¨¢s c¨®modo, por lo que puede fomentar m¨¢s f¨¢ciles expectativas y, con una ceguera propia de demagogos, por lo inmediatamente m¨¢s rentable, sin contar para nada la experiencia reciente de nuevoriquismo y corrupci¨®n. La org¨ªa de la construcci¨®n, por cierto, proporcion¨® centenares de miles de puestos de trabajo, luego destruidos de manera multiplicada.
Ya hubo un Las Vegas nonato en Los Monegros y otro, fallido, en La Mancha, pero ahora la militancia en el seno del esperpento es tan grande que incluso ¡ªse dice¡ª se piensan modificar leyes, o hacer excepciones, para contentar al emperador de las tragaperras, el cual exige, en un gesto muy norteamericano que hubiera encantado a Graham Greene, que las poblaciones muestren entusiasmo hacia su bondadoso proyecto. Y verdaderamente algunos pol¨ªticos han demostrado tanto entusiasmo que ya no solo ven al personaje de Scorsese como el m¨¢s imprescindible de los fil¨¢ntropos, creador de innumerables puestos de trabajo, sino un aut¨¦ntico adalid de los valores tradicionales, algo que se demuestra con la aportaci¨®n de 10 millones de d¨®lares que el se?or Adelson ha realizado para la campa?a electoral del reaccionario Newt Gingrish. De acuerdo con estas voces los casinos, como todo el mundo sabe, ya no est¨¢n vinculados a la mafia, la droga y la prostituci¨®n sino a dulces excursiones familiares en la que los ni?os aprenden a jugar bajo la c¨®mplice mirada de los progenitores. Quiz¨¢ no tendremos buenos cient¨ªficos pero tendremos maravillosos crupiers. Hagan juego, se?ores, hagan juego.
Rafael Argullol es escritor.
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