La persistencia de las desigualdades de g¨¦nero (1)
Hace unos d¨ªas publiqu¨¦ en CONTRAPUNTOS el post "Desigualdades de g¨¦nero, hipocres¨ªas de g¨¦nero". Part¨ªa de una premisa y hac¨ªa una cr¨ªtica. Por un lado, las desigualdades de g¨¦nero existen en buena parte del mundo y no s¨®lo en las sociedades m¨¢s pobres. Por otro, hay una gran hipocres¨ªa para enfrentar este tipo de injusticias, particularmente dentro mismo de las instituciones que las denuncian. Comenzaba la nota ironizando sobre las preocupaciones del Banco Mundial con relaci¨®n a la igualdad entre hombres y mujeres. Terminaba cuestionando la limitada capacidad de las universidades para democratizar su gobierno en t¨¦rminos de g¨¦nero.
Marcha de mujeres en Honduras. Fuente: Centinela Econ¨®mico
El texto circul¨® m¨¢s de lo que pod¨ªa imaginar y produjo algunas reacciones que, debo confesar, me sorprendieron sobremanera. Diversos lectores o lectoras, trataron de descartar mis argumentos por considerarlos falaces, contrarios a la propia naturaleza humana (inevitablemente ego¨ªsta y refractaria a la idea de igualdad), ingenuos (por no reconocer que la meritocracia es la forma m¨¢s eficaz de distribuci¨®n de cargos y beneficios en las sociedades complejas) e, inclusive, por ser displicentes con relaci¨®n al "milagro" de la maternidad (como si me cr¨ªtica a la injusticia en la distribuci¨®n de cargos y funciones de poder desconsiderara el valor que tienen la maternidad y su libre ejercicio por parte de las mujeres).
La andanada de cr¨ªticas me hizo reflexionar y aceptar que quiz¨¢s fui un poco precipitado. Pens¨¦ que si el Banco Mundial reconoc¨ªa que hab¨ªa desigualdad de g¨¦nero, nadie se atrever¨ªa a dudarlo. Eso me pasa por confiar en el Banco Mundial. Quiz¨¢s deber¨ªa haber dedicado algunas l¨ªneas a demostrar que las desigualdades de g¨¦nero de hecho existen y que, para satisfacci¨®n de los que parecen a?orar la Edad Media, tienden a hacerse m¨¢s complejas y enmara?adas en las sociedades modernas.
Perm¨ªtanme dos aclaraciones preliminares.
1. Afirmar que las desigualdades de g¨¦nero persisten no supone considerar que hoy estamos igual que hace algunas d¨¦cadas atr¨¢s en esta materia. Han habido, sin lugar a dudas, grandes avances en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. En buena medida, estas conquistas han sido resultado del arduo trabajo llevado a cabo por los movimientos y organizaciones feministas, por las luchas de las mujeres, as¨ª como por la militancia y el compromiso que expresaron hacia esta causa diversas organizaciones sociales y populares en todo el mundo.
2. La construcci¨®n de la igualdad en las sociedades democr¨¢ticas es siempre un proceso complejo y sinuoso, donde tendencias progresivas se combinan con regresiones y retrocesos, casi siempre, nebulosos u opacos. Las conquistas en el camino de la igualdad deben, por lo tanto, ser siempre vigiladas y profundizadas, ya que los riesgos de una retracci¨®n conservadora est¨¢n siempre presentes. En este sentido, es importante notar que los contragolpes a todo avance en la construcci¨®n de la igualdad, pocas veces aspiran a regresar las cosas a su estado original. M¨¢s bien, tienden a crear nuevas realidades y din¨¢micas que mitigan o solapan las conquistas democr¨¢ticas. Cuando un privilegio se ha perdido, los sectores conservadores tratan de mantenerlo y garantizarlo en nuevos escenarios, con nuevas fisonom¨ªas y atractivas m¨¢scaras. En esto reside la persistencia de la desigualdad, un proceso que, en materia de g¨¦nero, suele ser especialmente poderoso. La educaci¨®n, como siempre, es un buen lugar para analizar este tipo de din¨¢micas.
Marcha "Todas las mujeres, todos los derechos" (M¨¦xico). Fuente: Rotmi Enciso / Producciones y Milagros Agrupaci¨®n Feminista A.C
Durante la segunda mitad del siglo XX, los sistemas educativos se expandieron en toda Am¨¦rica Latina y el Caribe. Dicha expansi¨®n estuvo vinculada a la inclusi¨®n en el sistema escolar de aquellos sectores sociales hist¨®ricamente marginados del mismo, en especial, las mujeres. Aunque a¨²n perduran grandes deudas en materia de igualdad, la equidad de g¨¦nero ha sido una de las m¨¢s significativas conquistas en el proceso de democratizaci¨®n de los sistemas escolares latinoamericanos y caribe?os durante las ¨²ltimas d¨¦cadas. El excelente Atlas de la Igualdad de G¨¦nero en la Educaci¨®n, elaborado recientemente por el Instituto de Estad¨ªsticas de la UNESCO pone en evidencia que la matr¨ªcula escolar de las ni?as tiende a crecer m¨¢s que la de los ni?os a nivel mundial y que las tasas de deserci¨®n son mayores entre los hombres que entre las mujeres.
Sin embargo, aunque las mujeres comenzaron a ocupar un lugar cada vez m¨¢s destacado en los sistemas escolares, los efectos democr¨¢ticos de esta expansi¨®n lejos estuvieron de presentarse de forma clara y definida. En tal sentido, si una de las causas que imped¨ªa el acceso de las mujeres a ciertos espacios de poder era su limitado acceso a la educaci¨®n, ahora que ellas superan num¨¦ricamente a los hombres dentro de los sistemas escolares, deber¨ªamos suponer que dicha tendencia se ha revertido.
Las cosas han sido un poco diferentes.
La democratizaci¨®n del acceso a la educaci¨®n deber¨ªa haber permitido superar las barreras que se interponen ante los m¨¢s desiguales, los excluidos y vulnerables cuando ellos y ellas aspiran a ocupar los principales espacios de poder de nuestras sociedades. M¨¢s democratizaci¨®n de la educaci¨®n deber¨ªa haber significado m¨¢s democratizaci¨®n del poder econ¨®mico, social, cultural y pol¨ªtico. Y, aunque hubo avances en este sentido, parecen min¨²sculos ante la tit¨¢nica tarea que ha supuesto abrir el acceso del sistema escolar a las grandes masas que estaban marginadas del mismo. M¨¢s bien, lo que ha operado es una fuga hacia adelante de la desigualdad y, en particular, de la discriminaci¨®n de g¨¦nero.
?Por qu¨¦ si hay m¨¢s mujeres que hombres en el sistema escolar; si su rendimiento acad¨¦mico no difiere del de los hombre y, en algunos casos, es superior; si la educaci¨®n de hoy es m¨¢s democr¨¢tica que la de dos, tres o cuatro d¨¦cadas atr¨¢s; por qu¨¦, es suma, las desigualdades de g¨¦nero persisten y, no pocas veces, se mantienen inalteradas, como si estas grandes conquistas educativas apenas le hicieran cosquillas a la injusticia que supone discriminar cualquier ser humano por su condici¨®n de nacimiento?
Un an¨¢lisis ingenuo podr¨ªa suponer que, ante el avance de la feminizaci¨®n de los sistemas escolares, los defensores del sexismo milenario aspirar¨ªan a regresar a un pasado glorioso, retirando las mujeres de los centros escolares y devolvi¨¦ndolas a la supuesta seguridad del hogar. Entre tanto, el patriarcado, ese poderoso dispositivo de poder que asegura la producci¨®n y reproducci¨®n de las relaciones de subalternidad en nuestras sociedades, opera de forma m¨¢s oscura y sigilosa. Una vez que las mujeres ocuparon el lugar que ¡°no deb¨ªan¡±, el desaf¨ªo conservador consistir¨ªa en transferir hacia delante los hist¨®ricos mecanismos de exclusi¨®n, torn¨¢ndolos menos perceptibles para dotarlos de la persistencia necesaria.
El argumento podr¨ªa ser sintetizado o simplificado de la siguiente forma: si las mujeres no ten¨ªan acceso a los principales espacios de poder al estar excluidas de la escuela, ahora que est¨¢n incluidas, las razones que deber¨¢n explicar la persistencia de esta desigualdad ser¨¢n: el desinter¨¦s o la apat¨ªa de las mismas, su vocaci¨®n maternal, su falta de carisma o de car¨¢cter para el ejercicio del poder, su ausencia de m¨¦rito o cualquier otro argumento que justifique lo injustificable. La desigualdad de g¨¦nero se privatiza a su manera, al atribu¨ªrsele a las propias mujeres las razones de su persistencia y no a las relaciones patriarcales y sexistas que la producen y reproducen.
En la lucha por la igualdad existe siempre el riesgo de creer que las conquistas se protegen a s¨ª mismas y que una victoria supone el fin de la batalla. As¨ª las cosas, mientras las mujeres acced¨ªan a la educaci¨®n escolar, las desigualdades de g¨¦nero comenzaron a desplazarse de lugar.
Esto es lo que tratar¨¦ de demostrar en las pr¨®ximas notas de CONTRAPUNTOS.
(Desde R¨ªo de Janeiro)
La persistencia de la desigualdad de g¨¦nero es una serie de tres breves art¨ªculos que concluir¨¢ el d¨ªa 8 de marzo.
Un hist¨®rico 8 de marzo de 1857...
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.