Las que aguardan
Son muchos los que abandonan sus aldeas en ?frica y emprenden el largo camino hacia lo que ellos consideran ser¨¢ una vida mejor. Lo arriesgan todo para conseguir los medios de supervivencia que no encuentran cerca de sus familias. Estos d¨ªas he ca¨ªdo en la cuenta de que el drama de la migraci¨®n no solo lo viven los que se van sino tambi¨¦n las mujeres que aguardan el regreso de los seres queridos.
Mujeres senegalesas. Foto Ususbrightown
Los j¨®venes parten. Las madres y las esposas esperan el regreso triunfante de los suyos o las peque?as cantidades de dinero que les pueden llegar, de vez en cuando, a trav¨¦s de Western Union o compa?¨ªas similares.
Pero son ellas las que tienen que preocuparse de que no falte la comida en casa, de que los ni?os se vistan, de que puedan ir al colegio, de pagar las medicinas si se enferman¡, siempre con la esperanza puesta en que los que se fueron triunfen y puedan cuidar de los suyos.
Ya es dura la vida de una mujer en tantas partes de ?frica para, adem¨¢s, tener que cuidar sola de los suyos.
Es la realidad que se vive en muchas aldeas africanas donde ¡°una leve brisa levantaba la colada multicolor tard¨ªamente tendida por una mujer de u?as destrozadas que, con econom¨ªa sostenible o sin ella, hubiera deseado tambi¨¦n tener una lavadora. Resonaron los golpes de una maja, revelando la c¨®lera de una ama de casa que no hab¨ªa tenido con qu¨¦ pagar al molinero para que moliera su calabaza de mijo¡±.
As¨ª lo cuenta Fatou Diome en su novela Las que aguardan. Ya mencion¨¦ este libro cuando habl¨¦ de la pesca. Hoy lo traigo a colaci¨®n por c¨®mo esta novelista senegalesa describe la realidad de las mujeres africanas que esperan las noticias y la ayuda de los que partieron. Sus angustias, sus miedos, sus sue?os, sus deseos, sus penurias, su fuerza, su lucha por sacar sus familias adelante ellas solas¡
Diome describe con inmensa sencillez la cotidianeidad de una aldea de pescadores y sus tradiciones a trav¨¦s de cuatro mujeres, dos madres y dos esposas, que esperan el regreso de sus hijos/maridos. Al mismo tiempo deja entrever las dificultades de los que migran, ¡°que van a romperse las alas contra el escaparate europeo¡±. Porque ¡°si la Europa de Schengen, con sus nav¨ªos de guerra, sus radares y sus cazas hab¨ªa permitido que aquellas hordas de hambrientos que llegaban en patera hollaran su suelo, es porque saca de ellos partidos: cuanto m¨¢s numerosos son, m¨¢s f¨¢cil es esclavizarlos¡±.
Los dos protagonistas, Issa y Lamine, sobreviven en Europa amando a mujeres: ¡°Pasaban de un ligue a otro (¡). La relaci¨®n duraba lo bastante como para que la espa?ola se considerara prometida a un apuesto senegal¨¦s, bastante como para que se apropiase de la injusta suerte de su amado y se arrojara, a cuerpo descubierto, en la batalla por los papeles. En este estadio, la vida se hac¨ªa soportable, agradable incluso para los aventureros (¡) fing¨ªan un amor rec¨ªproco y se liberaban por alg¨²n tiempo del lacerante pensamiento de su tierra natal, una tierra que no quer¨ªan evocar, para cuidar la susceptibilidad de su benefactora. Pues las aut¨®ctonas que aman a los extranjeros nada temen m¨¢s que la llamada de su pa¨ªs¡±.
Mientras, las que aguardan (las madres: Arame y Bounga; las esposas: Coumba y Daba) se repiten: ¡°?Mi hijo, mi marido, mi amor! (¡). Pero no se recupera a un hombre que parte a la aventura como se recupera una calabaza prestada. Y ni siquiera la calabaza conserva eternamente el aroma del manjar precedente, cuando d¨ªa tras d¨ªa se impregna de una nueva comida¡±.
Luego la desilusi¨®n de la esposa (siete a?os de espera en la que ve c¨®mo su cuerpo se va marchitando en la vigilia de las noches solitarias y en el cuidado del hijo) cuando Issa regresa casado con una blanca que ¡°de ?frica solo ve¨ªa lo que cab¨ªa en el per¨ªmetro de su telescopio. ¡®?La poligamia no es tan terrible?¡¯. Solo una ah¨ªta que hab¨ªa comprado su semental como el ¨²ltimo bolso de Prada y lo manten¨ªa firmemente por las riendas, pod¨ªa soltar semejantes tonter¨ªas¡±.
As¨ª, poco a poco, se desgrana esta novela llena de realidad, acidez, iron¨ªa, cr¨ªtica y mucha ternura. Fatou Diome no tiene miedo de hablar claramente y utilizar sabiamente las palabras para denunciar las nuevas esclavitudes a las que muchos de sus connacionales se ven sometidos. Una constante en la obra de esta autora.
La novela m¨¢s conocida de Fatou Diome es En un lugar del Atl¨¢ntico, donde tambi¨¦n, de forma ir¨®nica esta vez, relata la vida de los emigrados en las grandes ciudades. Ella lo hace desde la experiencia propia, por eso su punto de vista y sus reflexiones son tan acertadas. A los que les interese saber m¨¢s sobre esta escritora pueden ver esta entrevista que le hicieron en Casa ?frica en noviembre de 2011.
Fotou Diome me ha hecho ser consciente de la angustia de tantas mujeres que he conocido, como es el caso de Mammy Fatu, que cada vez que regresaba de un viaje a Espa?a me preguntaba: ¡°?Has visto a mi hijo Abu por all¨ª?¡±. Yo intentaba explicarle lo dif¨ªcil que me ser¨ªa encontrarle si no ten¨ªa una direcci¨®n o un tel¨¦fono al que llamar. Ella solo sab¨ªa que un d¨ªa parti¨® y nunca m¨¢s recibi¨® noticias de ¨¦l.
Mammy Fatu estaba convencida de que su hijo hab¨ªa viajado al pa¨ªs de los blancos porque ¨¦l siempre repet¨ªa que quer¨ªa ir a d¨®nde todo era f¨¢cil, donde el gobierno cuida de ti y no como en Sierra Leona donde por mucho que se trabaje nunca se consigue prosperar.
T¨®picos y sue?os que alimentan y empujan a tantos j¨®venes a partir y que les cuesta la vida a muchos de ellos, como imagino que es el caso de Abu, aunque nunca tengo el coraje de contarle mis temores a su madre, que sigue aguardando.
Fatou Diome, Las que aguardan. Barcelona, El Aleph Editores, 2011.
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.