Antes de que nos quedemos sordos
?Es recomendable que Israel, a solas y por su cuenta, emprenda una guerra con Ir¨¢n, una guerra cuyas consecuencias son imposibles de prever, con el ¨²nico fin de evitar una situaci¨®n futura que ser¨ªa peligrosa, sin duda, pero que nadie puede estar seguro de que se vaya a producir?
El primer ministro israel¨ª Netanyahu ha hecho muchos discursos en los ¨²ltimos tiempos. Le hemos visto enardecer a su p¨²blico, y enardecerse a s¨ª mismo, con frecuentes referencias al Holocausto, el destino de los jud¨ªos y la suerte de las generaciones futuras. Ante toda su ret¨®rica apocal¨ªptica, no queda m¨¢s remedio que preguntarse si Netanyahu es siempre capaz de distinguir entre los verdaderos peligros que acechan a Israel y los ecos y las sombras de traumas pasados. Es una pregunta crucial, porque confundir una cosa con la otra podr¨ªa acabar condenando a Israel a revivir esos ecos y esas sombras.
Si todo eso ¡ªlas palabras duras, los grandes bramidos que anuncian cat¨¢strofes¡ª no es m¨¢s que una t¨¢ctica, cuyo fin es lograr que el mundo entero est¨¦ de acuerdo en apretar las tuercas a Ir¨¢n, y si la t¨¢ctica consigue su objetivo sin necesidad de que se produzca un ataque israel¨ª, no tendremos ning¨²n reparo en reconocer que, sin duda, el primer ministro lo ha hecho muy bien y que su actuaci¨®n merece nuestro reconocimiento y nuestros elogios. Ahora bien, si lo que est¨¢ haciendo es pensar y actuar con arreglo a una visi¨®n herm¨¦tica del mundo, una concepci¨®n que oscila entre unos extremos de desastre y salvaci¨®n, entonces nos encontramos en un universo de discurso muy diferente.
En vez de hacer una traslaci¨®n unidimensional del Israel de 2012 al Holocausto de los jud¨ªos europeos, es necesario plantearse una pregunta: ?Es recomendable que Israel, a solas y por su cuenta, emprenda una guerra con Ir¨¢n, una guerra cuyas consecuencias son imposibles de prever, con el ¨²nico fin de evitar una situaci¨®n futura que ser¨ªa peligrosa, sin duda, pero que nadie puede estar seguro de que se vaya a producir? En otras palabras, para impedir un posible desastre en el futuro, ?se sentir¨¢ obligado Israel a poner en marcha un desastre seguro hoy?
No queda m¨¢s remedio que preguntarse si Netanyahu es capaz de distinguir entre los verdaderos peligros que acechan a Israel y los ecos y las sombras de traumas pasados
Es muy dif¨ªcil tomar una decisi¨®n en un momento as¨ª. Ser¨ªa dif¨ªcil para cualquier dirigente israel¨ª, y desde luego para Netanyahu, mantener la cabeza fr¨ªa en una situaci¨®n sobre la que pesan los traumas del pasado y los posibles traumas del futuro. ?Podr¨¢ el primer ministro, en medio de las presiones que ¨¦l mismo est¨¢ creando y agudizando, encontrar la forma de llegar a una realidad presente pragm¨¢tica y l¨²cida? ?Una realidad presente que no tiene por qu¨¦ formar parte de ese mito tr¨¢gico y apocal¨ªptico que una y otra vez, en cada generaci¨®n de jud¨ªos, intenta hacerse realidad?
Porque hay otra realidad presente que tambi¨¦n debemos tener en cuenta: ya existe un equilibrio de terror entre Israel e Ir¨¢n. Los iran¨ªes han anunciado que tienen cientos de misiles apuntados contra ciudades israel¨ªes, y es de suponer que Israel no est¨¢ de brazos cruzados. Este equilibrio de terror, dicen los expertos, abarca armas no convencionales, biol¨®gicas y qu¨ªmicas. Hasta ahora, nunca se ha roto.
Nadie puede estar seguro de que el equilibrio de terror vaya a durar. Nadie puede estar seguro de que no. Nadie puede saber si la tecnolog¨ªa o las armas nucleares de Ir¨¢n van a empezar a ¡°filtrarse¡± a diversas organizaciones terroristas, y nadie puede tampoco descartar la posibilidad de que, de aqu¨ª a un tiempo, el r¨¦gimen iran¨ª actual acabe sustituido por otro m¨¢s moderado. En Israel, el primer ministro, el ministro de Defensa y los miembros del gabinete de seguridad, que son quienes se supone que deben votar a favor o en contra de emprender un ataque, est¨¢n examinando el dilema actual apoyados en conjeturas, suposiciones y miedos. No hay que despreciar la gravedad de esas conjeturas y esos miedos, pero ?debemos considerarlos razones s¨®lidas para emprender unas acciones que podr¨ªan causar da?os irreparables?
Israel no puede tener absoluta seguridad de que su ataque fuera a destruir toda la capacidad nuclear de Ir¨¢n. Y nadie sabe con exactitud cu¨¢nta muerte y cu¨¢nta destrucci¨®n causar¨ªan las represalias de Ir¨¢n en las ciudades israel¨ªes. Tambi¨¦n hay que recordar cosas como el pretencioso exceso de confianza de los dirigentes israel¨ªes al comenzar la segunda guerra del L¨ªbano, su convicci¨®n ¡ªequivocada¡ª de que ten¨ªan informaciones militares precisas, y las predicciones err¨®neas durante la primera guerra del L¨ªbano, que arrastr¨® a Israel a 18 a?os de ocupaci¨®n, y otros muchos ejemplos.
Adem¨¢s hay que tener en cuenta otra cosa: aunque se destruyera la infraestructura del proyecto nuclear iran¨ª, es imposible destruir el conocimiento iran¨ª.
Y el conocimiento, junto con quien lo posea, resurgir¨¢ de las cenizas y servir¨¢ para empezar a crear nuevas infraestructuras, y los gobernantes iran¨ªes actuar¨¢n impulsados por el sentimiento de insulto y humillaci¨®n, el odio desatado y la sed de venganza de todo el pueblo.
?Pretende Israel ser el ¨²nico pa¨ªs de la regi¨®n autorizado a tener armas nucleares para siempre jam¨¢s?
Ir¨¢n, como sabemos, no es solo un Estado fundamentalista radical. Existen numerosos sectores de la poblaci¨®n laicos, educados e ilustrados. Hay una amplia clase media, en la que se incluyen muchas personas que han arriesgado su vida manifest¨¢ndose con valent¨ªa contra un r¨¦gimen religioso dictatorial que detestan. No digo que la naci¨®n iran¨ª sienta ninguna simpat¨ªa por Israel, pero s¨ª que cierta parte de la poblaci¨®n iran¨ª, en alg¨²n momento futuro, podr¨ªa llegar a gobernar el pa¨ªs y, tal vez, incluso a iniciar una mejora de las relaciones con Israel. Un ataque israel¨ª contra Ir¨¢n eliminar¨¢ esa posibilidad durante muchos a?os: para los iran¨ªes, incluso los m¨¢s moderados y realistas, Israel ser¨¢ siempre un pa¨ªs arrogante y megal¨®mano, un enemigo hist¨®rico con el que habr¨¢ que luchar eternamente. ?Es esa una perspectiva m¨¢s o menos peligrosa que la de un Ir¨¢n nuclear?
?Y qu¨¦ har¨¢ Israel si, en un momento dado, Arabia Saud¨ª tambi¨¦n decide que quiere un arma nuclear, y la consigue? ?Atacarlo tambi¨¦n? ?Y si Egipto, con su nuevo r¨¦gimen, tambi¨¦n emprende esa v¨ªa? ?Lo va a bombardear? ?Pretende ser el ¨²nico pa¨ªs de la regi¨®n autorizado a tener armas nucleares para siempre jam¨¢s?
Aunque estas son preguntas que ya se han planteado y sopesado, es preciso repetirlas una y otra vez, antes de que nos ensordezca el fragor de la batalla: ?servir¨¢ realmente para algo la guerra? ?Ofrecer¨¢ alguna garant¨ªa de que Israel va a tener muchos a?os de vida en paz? ?O algo que permita crear una voluntad de aceptar a Israel, en el futuro, como socio y vecino leg¨ªtimo, una voluntad que, a la larga, vuelva superfluas todas las armas nucleares, las de Israel y las de otros?
Una respuesta l¨ªcita a estas preguntas, dif¨ªcil de digerir pero que merece debate p¨²blico, es que, aunque las sanciones econ¨®micas no hagan que Ir¨¢n detenga el enriquecimiento de uranio, y si Estados Unidos, por sus propios motivos, decide no atacar, aun as¨ª, a Israel tampoco le convendr¨ªa? atacar, incluso si eso supone hacerse a la idea de tener que vivir, rechinando los dientes, con un Ir¨¢n nuclear.
Ser¨ªa muy dif¨ªcil aceptarlo, y esperemos que las presiones internacionales impidan llegar a esa situaci¨®n, pero un ataque israel¨ª ser¨ªa probablemente igual de doloroso y amargo. Y, dado que tampoco hay manera de estar seguros de que Ir¨¢n, llegado el caso, atacar¨ªa Israel con sus armas nucleares, Israel no debe atacar Ir¨¢n. Ser¨ªa una acci¨®n precipitada e insensata, que distorsionar¨ªa nuestro futuro de modo inimaginable. Mejor dicho, puedo imaginarlo, pero mi mano se niega a escribirlo.
No envidio al primer ministro, el ministro de Defensa y los miembros del gabinete israel¨ª. Tienen una responsabilidad inmensa sobre sus hombros. Pienso en el hecho de que, en unas circunstancias compuestas, sobre todo, por dudas e incertidumbre, lo ¨²nico seguro, muchas veces, es el miedo. A los israel¨ªes nos resulta tentador aferrarnos a ese miedo, dejar que sea ¨¦l el que nos aconseje y nos gu¨ªe, sentir su timbre familiar y tranquilizador. Estoy seguro de que quienes apoyan el ataque contra Ir¨¢n lo justifican con el argumento de que se har¨ªa para prevenir la posibilidad de una pesadilla todav¨ªa mayor en el futuro. ?Pero acaso tiene cualquier persona el derecho a condenar a muerte a tantos, solo por el temor a una posibilidad que quiz¨¢ nunca se haga realidad?
David Grossman es escritor israel¨ª.
? 2012, David Grossman.
Traducci¨®n del ingl¨¦s de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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