Las preguntas de C¨¢diz
La Constituci¨®n de 1812 consagr¨® la idea de que el poder no es ilimitado frente a los ciudadanos
La Constituci¨®n de C¨¢diz, cuyo bicentenario se conmemora hoy, marc¨® el destino pol¨ªtico de Espa?a y de Am¨¦rica Latina, al abrir la puerta al ciclo de independencias que se desarrollar¨ªa a lo largo del siglo XIX. El intento napole¨®nico de sustituir la dinast¨ªa reinante en la Pen¨ªnsula provoc¨® una crisis de legitimidad del sistema pol¨ªtico espa?ol, y los constituyentes de C¨¢diz intentaron cerrarlo mediante un texto que busc¨® inspiraci¨®n en otros anteriores y sirvi¨® tambi¨¦n de modelo a los que vendr¨ªan despu¨¦s. Todav¨ªa reciente en aquellos tiempos la pol¨¦mica sobre las aportaciones de Espa?a a la cultura europea, la Constituci¨®n de C¨¢diz vino a recordar que ning¨²n pa¨ªs, ni entonces ni ahora, est¨¢ gen¨¦ticamente incapacitado para sumarse a las corrientes pol¨ªticas y de pensamiento que garantizan mayor libertad a los individuos.
Con la Constituci¨®n de C¨¢diz los espa?oles dejaron de ser s¨²bditos y se proclamaron ciudadanos, poco importa que los instrumentos para lograrlo fueran incompletos o insuficientes si se contemplan con criterios actuales. La igualdad ante la ley tendr¨ªa que recorrer a¨²n un largo camino, lo mismo que el derecho al sufragio, los l¨ªmites entre los poderes separados, la relaci¨®n de la Iglesia con el Estado o la concepci¨®n de la soberan¨ªa. No pocos de los avances contemplados por la Constituci¨®n fueron, incluso, revisados durante las turbulencias pol¨ªticas que desde entonces tantas veces sumieron la historia de Espa?a en la violencia y el caos. Como aspiraci¨®n a recuperar o como referente a combatir, el texto de C¨¢diz hizo de la lucha pol¨ªtica una lucha por imponer una Constituci¨®n u otra, pero, en cualquier caso, una Constituci¨®n. Ello significaba admitir la idea imprescindible para cualquier r¨¦gimen democr¨¢tico de que el poder pol¨ªtico no puede ser ilimitado frente a los ciudadanos.
No todos los constituyentes de C¨¢diz eran liberales; lo que s¨ª aceptaron todos, los que lo eran y los que no, fue la idea liberal de que se necesitaba alcanzar un pacto entre concepciones distintas, y hasta contradictorias, para resolver la quiebra de legitimidad causada por la invasi¨®n napole¨®nica. Ser¨ªa el propio rey Fernando VII quien primero actu¨® con deslealtad hacia ese pacto, desencadenando el tr¨¢gico vaiv¨¦n de la historia de Espa?a cuya inercia llegar¨ªa hasta la Guerra Civil de 1936. La lecci¨®n que se desprende al revisar ese pasado sobrecogedor es que ning¨²n sistema pol¨ªtico pod¨ªa ser la imposici¨®n de la mitad de los espa?oles sobre la otra mitad, sino el que todos en conjunto decidieran.
La Constituci¨®n de C¨¢diz tiene vigencia, no porque todas las respuestas que ofreci¨® sigan siendo v¨¢lidas dos siglos despu¨¦s, sino porque lo son las preguntas que formul¨®. Son esas preguntas las que conviene no perder de vista dos siglos despu¨¦s de que se las hicieran un pu?ado de espa?oles acosados por el ej¨¦rcito m¨¢s poderoso de aquel tiempo; no perderlas de vista ni en nombre de una tradici¨®n que pretende preservar las supuestas esencias de Espa?a ni tampoco en nombre de las siempre inciertas elucubraciones sobre el futuro.
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