Andamios
En este pa¨ªs, desde la posguerra se estaba abriendo un comp¨¢s hacia el optimismo que ahora parece cerrarse
Los alba?iles ya no cantan en los andamios. Es un hecho constatado. Puede que no canten porque ven amenazado su puesto de trabajo o porque ya se han extinguido los pasodobles, el repertorio de siempre. En todo caso el silencio de los andamios significa, m¨¢s all¨¢ de la crisis econ¨®mica, que en este pa¨ªs se ha pasado p¨¢gina al libro de la historia. Hab¨ªa miseria y dictadura cuando en cada bastida un paleta o alg¨²n pe¨®n canturreaba las coplas de Antonio Molina o de Juanito Valderrama, que solo interrump¨ªan para lanzar un grito ib¨¦rico si pasaba una chica explosiva por la acera. En efecto, eran tiempos duros, de odio y an¨ªs del Mono, pero en este pa¨ªs desde la posguerra se estaba abriendo de forma inexorable un comp¨¢s hacia el optimismo, el mismo que ahora parece cerrarse. Desde el hambre y la s¨®rdida penumbra, color t¨¢bano, cada paso siempre era hacia la luz del fondo del t¨²nel. Se acab¨® el racionamiento; se cambi¨® la alpargata por los zapatos de Segarra y el pollino por la vespa; lleg¨® la nevera a la cocina, el televisor al sal¨®n, las turistas con el bikini a las playas; cantaban los Beatles y las chicas se dejaban besar. La expansi¨®n econ¨®mica gener¨® a la clase media del 600 y del pollo al ast. Triunfaban las gambas al ajillo despu¨¦s de misa de doce. La muerte del dictador trajo la libertad. Con la especulaci¨®n inmobiliaria, bajo la cruz de las gr¨²as, los alba?iles entonaban canciones mel¨®dicas, a medias con el chirrido de las poleas y el contrapunto de las herramientas. Hoy nadie canta mientras trabaja. Se trata de un fen¨®meno extra?o. El silencio de los andamios se corresponde con el que se ha producido en los patios de vecindad donde las criadas vert¨ªan las coplas de La Piquer. Puede que hoy la vida no est¨¦ para coplas, puesto que el comp¨¢s se est¨¢ cerrando hacia la penumbra de ma?ana y la crisis despu¨¦s del despilfarro amenaza con meternos el pie de nuevo en la dura horma de los zapatos de Sagarra. Las gr¨²as paralizadas, que antes izaban hasta el cielo los huevos de oro del especulador, se han convertido en ¨¢rboles del ahorcado, en cruces de otro calvario y las obras paralizadas est¨¢n a merced de los murci¨¦lagos y de las ratas. El silencio de los andamios es, en realidad, la ¨²ltima canci¨®n protesta, la m¨²sica callada de los corderos.
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