A esta primavera birmana le queda mucho para ser un verano glorioso
Toda transici¨®n negociada, necesita a personajes en el r¨¦gimen y la oposici¨®n que se atrevan a dialogar
Si Aung San Suu Kyi resulta elegida al Parlamento de Birmania tras las elecciones del domingo, ser¨¢ inevitable que el mundo se pregunte: ?ha encontrado por fin la Nelson Mandela de Asia a su F. W. de Klerk? O, si prefieren una comparaci¨®n europea, ?ha encontrado la V¨¢clav Havel asi¨¢tica a su Mijail Gorbachov? ?Vamos a empezar el tercer episodio de la saga ¡°de prisionera a presidenta¡±? Estoy convencido de que un d¨ªa llegar¨¢ a la presidencia, pero no nos hagamos ilusiones: todav¨ªa quedan grandes obst¨¢culos que vencer. Y para superarlos ser¨¢ necesario dar muestras de prudencia y fortaleza, dentro y fuera de Birmania.
Hace mucho tiempo que Aung San Suu Kyi merece ser comparada con Havel y Mandela. Como este ¨²ltimo, ha sufrido d¨¦cadas de c¨¢rcel, de las que ha salido con una extraordinaria falta de rencor. Como Havel, no solo ha sido la principal disidente de su pa¨ªs sino que ha analizado su situaci¨®n pol¨ªtica y social en un contexto universal. Escuchen la primera de las dos conferencias que pronunci¨® en la serie Reith de la BBC el a?o pasado. Lean el manifiesto personal sobre la libertad de expresi¨®n con el que acaba de contribuir al n¨²mero especial del 40? aniversario de la revista Index on Censorship. Son aut¨¦nticos cl¨¢sicos de la disidencia pol¨ªtica moderna, con una dimensi¨®n nueva, porque habla siempre desde la perspectiva de una budista devota.
Desde el punto de vista intelectual y moral, no hay comparaci¨®n entre ella y el l¨ªder militar vestido de civil de Birmania (tambi¨¦n llamado Myanmar), el presidente Thein Sein. Sin embargo, desde una perspectiva pol¨ªtica, la apertura dirigida por este ¨²ltimo es extraordinaria. Adem¨¢s de Aung San Suu Kyi han salido a la calle centenares m¨¢s de presos pol¨ªticos, entre ellos varios del importante movimiento estudiantil Generaci¨®n 88 y monjes que participaron en la llamada ¡°revoluci¨®n azafr¨¢n¡± de 2007. La junta militar se ha refugiado bajo un manto de pol¨ªtica civil. La libertad de expresi¨®n y de reuni¨®n ha estallado, aunque sus bases legales todav¨ªa son inseguras. Muchos activistas se han visto catapultados de la oscuridad de una celda a los flashes cegadores de los fot¨®grafos.
Por asombroso que parezca, Thein Sein se ha arriesgado a incurrir en la ira de China, el supuesto gran hermano de Birmania, al detener la construcci¨®n de la presa hidroel¨¦ctrica de Myitzone, financiada por los chinos (la electricidad habr¨ªa sido sobre todo para China y los costes ambientales para Birmania). Ha logrado acuerdos de alto el fuego con grupos insurgentes de varias minor¨ªas, aunque sigue habiendo brotes de conflicto armado. Ha autorizado a la Liga Nacional por la Democracia (LND) a inscribirse como partido. En estas elecciones parciales del 1 de abril, la Liga presenta candidatos a 47 de los 48 esca?os que se disputan en la c¨¢mara baja del Parlamento. Una de sus candidatas es una figura a la que las masas reciben como una salvadora por dondequiera que va.
Parte fundamental de los problemas, como en Egipto, son los privilegios econ¨®micos del ej¨¦rcito
Si alguien nos lo hubiera dicho hace cuatro a?os, cuando acababan de aplastar con una brutalidad extrema las protestas no violentas encabezadas por los monjes en 2007, nadie lo hubiera cre¨ªdo. Toda revoluci¨®n de terciopelo, toda transici¨®n negociada, necesita a personajes en el r¨¦gimen y la oposici¨®n que se atrevan a dialogar. Y parece que, por fin, Birmania tiene su pareja de baile.
No obstante, es preciso hacer algunas advertencias. Ambos dirigentes est¨¢n arriesgando mucho. El principal astr¨®logo del r¨¦gimen ¡ªlas autoridades birmanas siempre han hecho m¨¢s caso a los astr¨®logos que a los economistas¡ª, al parecer, ha predicho que el presidente Thein Sein caer¨¢ enfermo este verano. Puede ser una enfermedad pol¨ªtica, si el ej¨¦rcito, que tanto se ha enriquecido gracias al poder, considera que sus intereses est¨¢n amenazados. Hace solo unos d¨ªas, el jefe de las fuerzas armadas advirti¨® que hay que respetar la posici¨®n especial de los militares, consagrada en la Constituci¨®n de 2008.
Para la dirigente de la LND, los peligros tambi¨¦n son grandes. Hace poco tuvo que interrumpir su campa?a, en apariencia agotada por el calor, las muchedumbres y el esfuerzo. Si algunos representantes del r¨¦gimen a?aden el fraude electoral a la manipulaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n, ?qu¨¦ dir¨¢ ella? Aunque la LND consiguiera obtener los 47 esca?os en liza, eso solo constituye poco m¨¢s del 10% de una c¨¢mara baja dominada por una mezcla del Partido Uni¨®n Solidaridad y Desarrollo, creado por el ej¨¦rcito, y 110 esca?os (?uno de cada cuatro!) reservados para militares por designaci¨®n. Las pr¨®ximas elecciones generales se celebrar¨¢n en 2015.
Las esperanzas populares en su poder de hacer milagros solo son inferiores a la dimensi¨®n de los problemas sociales y econ¨®micos del pa¨ªs. Parte fundamental de esos problemas, como en Egipto, son los privilegios econ¨®micos del ej¨¦rcito. ¡°No quiero preguntar qu¨¦ necesit¨¢is antes de las elecciones¡±, dijo a los votantes en un orfanato, ¡°pero os lo preguntar¨¦ despu¨¦s; prometo volver pronto¡±. Pero ?y si no puede, cuando est¨¦ encerrada en comit¨¦s parlamentarios, en la remota y artificial ciudad gubernamental de Naypyidaw? ?Y si conoce las necesidades del pueblo pero no puede satisfacerlas? Algunos observadores comprensivos dicen que corre el peligro de cambiar una impotencia por otra.
Est¨¢ adem¨¢s la compleja relaci¨®n con las minor¨ªas ¨¦tnicas, que forman alrededor de un tercio de la poblaci¨®n del pa¨ªs. Y est¨¢ China, que no va a estar muy dispuesta a fomentar la aparici¨®n de una democracia reluciente y de tipo occidental a la vuelta de la esquina.
China no va a estar muy dispuesta a fomentar la aparici¨®n de una democracia reluciente y de tipo occidental a la vuelta de la esquina
Pese a todo esto, existen motivos para el optimismo. La LND puede no tener una organizaci¨®n como la que ten¨ªa el Congreso Nacional Africano en Sur¨¢frica, pero, como demostr¨® Havel en Checoslovaquia, las organizaciones de masas pueden surgir a velocidad de v¨¦rtigo en las revoluciones de terciopelo. Tambi¨¦n hay que contar con la fuerza social y moral de los monjes budistas. (A ver si alg¨²n general birmano se atreve a decir en tono de burla: ¡°?Cu¨¢ntas divisiones tiene Buda?¡±) El r¨¦gimen, est¨¢ claramente deseoso de que Europa y Estados Unidos levanten las sanciones, lo cual ofrece cierto poder de influencia. Es posible que el otro gran vecino del pa¨ªs, India, decida, por fin, promover en Birmania lo que ejerce dentro de sus fronteras: la democracia. No hay que despreciar el impulso popular que adquieren estos procesos una vez comenzados. Y, sobre todo, est¨¢ la propia Aung San Suu Kyi, una joya de valor incalculable.
Los astr¨®logos cometen errores. Los propios polit¨®logos los cometen a veces en sus predicciones. Por ahora, da la impresi¨®n de que el camino desde la c¨¢rcel hasta la presidencia tiene todav¨ªa por delante curvas dif¨ªciles y cuestas empinadas. Quiz¨¢ sea m¨¢s realista pensar en 2015 que en 2013. Y esa meta no ser¨¢, como descubrieron Havel y Mandela, m¨¢s que el comienzo.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Los hechos son subversivos: ideas y personajes para una d¨¦cada sin nombre.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.