Despu¨¦s de la Tercera V¨ªa
Concluida la "edad de oro" del Estado-naci¨®n, los partidos socialdem¨®cratas tienen que forjar sus nuevas estrategias, identidades y agendas desde una visi¨®n europea e internacional
La socialdemocracia est¨¢ de rodillas en toda Europa. Desde la quiebra de Lehman Brothers, los partidos de centro-izquierda han perdido nada menos que 19 elecciones ante sus oponentes. Hoy, el Partido de los Socialistas Europeos (PES) solamente est¨¢ al frente del Gobierno en cuatro pa¨ªses de la Europa de los 27, a saber en Dinamarca, Austria, B¨¦lgica y Eslovaquia. Aunque si echamos un vistazo a las diversas derrotas no aparece ning¨²n modelo claro. De hecho los socialdem¨®cratas han ensayado y puesto en pr¨¢ctica por toda la UE diferentes estrategias electorales, identidades pol¨ªticas y programas de gobierno, pero pocos han funcionado. La amarga realidad es que los dos discursos dominantes sobre la pol¨ªtica de centro-izquierda est¨¢n equivocados. Por un lado, los "modernizadores de la Tercera V¨ªa" insisten en que los socialdem¨®cratas tienen que adoptar la inexorable l¨®gica de la globalizaci¨®n, la liberalizaci¨®n y la reforma permanente. Por otro, est¨¢n los de la "izquierda tradicional" que quieren un regreso a las verdades de la socialdemocracia posterior a 1945: un pacto establecido sobre la base de un Estado-naci¨®n unitario con un modelo de capitalismo de mercado controlado, algo que, francamente, se extingui¨® con la crisis econ¨®mica de los a?os setenta.
Ninguna de estas dos versiones ofrece una estrategia de futuro cre¨ªble. Si la crisis financiera de 2008-2009 marca la defunci¨®n del neoliberalismo de los ochenta, en cambio es muy poco probable que conduzca a la aceptaci¨®n del Estado en detrimento del mercado. El aut¨¦ntico predominio del neoliberalismo durante los ¨²ltimos 30 a?os se ha fundado no solo en los remedios que impon¨ªa a los Gobiernos nacionales, sino en su cantilena de que "no hay alternativa" al libre mercado en la era del capitalismo global. Haci¨¦ndose eco de la tesis del "fin de la historia" de Francis Fukuyama, se sosten¨ªa que los Estados no tienen otra opci¨®n que la de someterse al neoliberalismo. Se insist¨ªa con optimismo que la ¨¦poca de los altibajos por fin hab¨ªa terminado: la econom¨ªa global era tan din¨¢mica y flexible que era impensable una crisis. Pero la crisis financiera global ha sacudido como un terremoto el coraz¨®n de las instituciones, de las pr¨¢cticas y de las convicciones de esos a?os. La cuesti¨®n central de la crisis no es la de si va a rejuvenecer la tradicional socialdemocracia del Estado-naci¨®n, sino la de si puede estimular nuevas estrategias y programas sobre los que? construir una renacida plataforma de prosperidad igualitaria y de bienestar social. La tarea es la de formular una respuesta de manera que la socialdemocracia pueda beneficiarse de la transparencia y de las contingencias ahora presentes en las pol¨ªticas nacionales y mundiales para hacer frente a un neoliberalismo residual que enmarcar¨ªa la crisis financiera mundial como propia del Estado socialdem¨®crata.
Pero junto a ese tema central hay diversas melod¨ªas colaterales que inmediatamente se ponen a sonar. La primera se refiere a la naturaleza misma del capitalismo. Hist¨®ricamente, la socialdemocracia se ha desarrollado conjuntamente con el capitalismo. Este ha marcado los l¨ªmites respecto a lo que es visto como pol¨ªticamente factible. Los socialdem¨®cratas fueron un paso por delante de los acontecimientos al levantar unos pilares institucionales que no solo proteg¨ªan a los ciudadanos de las duras condiciones de la econom¨ªa de mercado sino que sobre todo ayudaron a conformarla.
Los cr¨ªticos sosten¨ªan que los partidos de centro-izquierda se hab¨ªan hecho "estructuralmente dependientes" del capitalismo, es decir dependientes de los mercados para generar un super¨¢vit con el que invertir en bienestar y servicios p¨²blicos. Pero reformar el capitalismo ha demostrado ser cada vez m¨¢s dif¨ªcil, en particular debido a que los socialdem¨®cratas han perdido de vista la fundamental transformaci¨®n experimentada por aquel durante las ¨²ltimas d¨¦cadas. Volver a comprender el car¨¢cter cambiante del capitalismo de mercado nunca ha sido tan urgente para el centro-izquierda, que aspira a promover una concepci¨®n m¨¢s justa y humana de la econom¨ªa de mercado.
La crisis financiera global ha sacudido el coraz¨®n de las instituciones, de las pr¨¢cticas y de las convicciones
La segunda melod¨ªa alude a la naturaleza y a la forma del Estado, ambas cambiantes. De nuevo la socialdemocracia ha sido aqu¨ª hist¨®ricamente dependiente del poder del estado. Pero las dimensiones y la complejidad del Estado hacen que sea cada vez m¨¢s dif¨ªcil para los ciudadanos comprender qui¨¦n toma las decisiones y a qui¨¦n debe hacerse responsable de las mismas. El desarrollo de las nuevas tecnolog¨ªas y de la innovaci¨®n cient¨ªfica sit¨²a el poder de la toma de decisiones en manos de expertos, lo que incorpora una presi¨®n a?adida a los modernos modelos liberales de democracia representativa y participativa. Las burocracias a gran escala corren el riesgo de alimentar la desafecci¨®n ciudadana y de hacer decrecer la confianza en el sistema pol¨ªtico. Y existen otras presiones sobre la tradicional concepci¨®n socialdem¨®crata del Estado, como son las del envejecimiento de la sociedad y una demograf¨ªa cambiante, que no van a desaparecer.
Finalmente, los partidos de centro-izquierda se han visto obstaculizados de modo creciente por conflictos y brechas culturales relacionados con una mayor heterogeneidad ¨¦tnica, la libre circulaci¨®n de trabajadores y sistemas migratorios abiertos, el alza de nuevas formas de radicalismo religioso politizado y agresivo, y un aparente conflicto entre grupos ¡°cosmopolitas¡± y ¡°comunitarios¡±. Muchas de las identidades y de las solidaridades sobre las que se construy¨® la socialdemocracia en Europa se hallan sometidas a una tensi¨®n cada vez mayor. Nuevos agentes pol¨ªticos situados a la extrema izquierda y a la extrema derecha, as¨ª como partidos conservadores y cristiano-dem¨®cratas astutamente posicionados, no dudar¨¢n en pescar en r¨ªo revuelto para establecer un discurso obvio, por simplista y divisor que pueda ser. En ese contexto, poder proporcionar a la gente un moderno sentido de pertenencia y de objetivos colectivos en un mundo r¨¢pidamente cambiante debe de figurar en primera l¨ªnea del pensamiento del centro-izquierda.
Cada uno de estos argumentos ha de someterse a una prueba m¨¢s: ?son capaces los socialdem¨®cratas de desarrollar una estrategia de gobierno que pueda estar a la altura de esos formidables desaf¨ªos? Con la "edad dorada" del Estado-naci¨®n irrefutablemente concluida, hay una urgente necesidad de adoptar nuevos m¨¦todos, capacidades e instrumentos a distintos niveles de gobernabilidad. Para los socialdem¨®cratas, sin embargo, eso significa un cambio de mentalidad, dada la tradicional obsesi¨®n con los recursos fundamentales del poder del Estado para construir una sociedad m¨¢s justa en su propio pa¨ªs.
El orgullo por reforzar el Estado de bienestar nacional permiti¨® a la izquierda asumir el papel del patriotismo moderno, asociado a un genuino compromiso con el internacionalismo. Eso se vio as¨ª, principalmente en el mundo posterior a la II Guerra Mundial, a trav¨¦s de la lente de un internacionalismo armonioso y cooperativo. Pero hoy los ciudadanos tienen que comprometerse con una interpretaci¨®n m¨¢s sofisticada y compleja de los conceptos de interdependencia y soberan¨ªa en el mundo moderno. Retraerse de una agenda internacional cada vez m¨¢s exigente sencillamente no es una opci¨®n cre¨ªble. El centro-izquierda, por el contrario, tiene que recuperar la propiedad de la misma, desde la integraci¨®n europea hasta el cambio clim¨¢tico, as¨ª como la respuesta a las crisis humanitarias.
Retraerse de una agenda internacional cada vez m¨¢s exigente sencillamente no es una opci¨®n cre¨ªble
Ese es el terreno en el que los partidos socialdem¨®cratas tienen que forjar sus nuevas estrategias electorales, sus nuevas identidades pol¨ªticas y sus nuevas agendas. Eso significa desarrollar nuevos marcos de trabajo y nuevos conceptos a trav¨¦s de los cuales pueda emprenderse esa tarea, volviendo a aportar ideas a la corriente dominante de la socialdemocracia europea. El ¨¦xito no es inevitable: las circunstancias y los acontecimientos pueden conspirar contra las mejores ideas. Pero sin ideas no hay esperanza.
Olaf Cramme y Patrick Diamond son, respectivamente, director y profesor investigador de Policy Network, y coordinadores de ¡®Despu¨¦s de la tercera v¨ªa: el futuro de la socialdemocracia en Europa¡¯ (IB Tauris, 2012).
Traducci¨®n de Juan Ram¨®n Azaola
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