?Y si el Papa renunciase a ser Jefe de Estado?
El sucesor de Ratzinger estar¨¢ atado a su doble y ambigua funci¨®n de pol¨ªtico y religioso
Hoy, d¨ªa 16 de abril, el Papa Benedicto XVI, cumple 85 a?os y el d¨ªa 19, siete a?os de un pontificado ¡°sin pena ni gloria¡±. Mi experiencia me dice que ya deben estar en marcha las negociaciones para organizar la sucesi¨®n del Sucesor de Pedro, y Jefe del Estado del Vaticano, del que deber¨ªa ser s¨ªmbolo de aquel profeta de Nazaret, expresi¨®n del antipoder que acab¨® clavado en un madero como un agitador cualquiera.
En v¨ªsperas de un nuevo sucesor de Pedro, se vuelven a alborotar pasiones, intereses pol¨ªticos y ambiciones personales y hasta esperanzas de los cristianos a¨²n puros, que sue?an con una renovaci¨®n radical de la Iglesia.
Entre las esperanzas de cada nuevo C¨®nclave aparece como s¨ªmbolo de cambio positivo y progresista en la Iglesia la posible llegada al Papado de un africano o de un latinoamericano.
Ignoran que lo m¨¢s seguro es que pueda ser elegido alguien m¨¢s conservador y retr¨®grado que cualquier europeo. Podr¨ªa ser uno de esos cardenales de la periferia que lo que desean en verdad es ser europeos. He conocido en la Curia Romana a africanos y latinoamericanos totalmente europeizados y que se avergonzaban de pertenecer al Tercer Mundo.
Los cristianos que a¨²n creen en esa renovaci¨®n deber¨ªan, antes que nada, pedir que el futuro Papa comenzase por renunciar a ser a la vez cabeza espiritual de la Iglesia y Jefe de Estado, un pol¨ªtico con todos los privilegios y compromisos del cargo. Sin ello no habr¨¢ reforma posible de la Iglesia, ni del Papado.
La promiscuidad entre lo temporal y lo espiritual en la Iglesia Cat¨®lica se remonta al siglo VIII, cuando en el a?o 756 Pepino el Breve, rey de los Francos, concedi¨® a la Iglesia, un d¨ªa perseguida por su oposici¨®n a adorar al Emperador, grandes territorios en el Centro de Italia.
Aquel poder temporal de los Estados Pontificios acab¨® en 1870 con la anexi¨®n de los mismos por parte de Victor Manuel y del Estado del Vaticano al Estado de Italia. P¨ªo IX decidi¨® considerarse prisionero y empez¨® a vivir de las limosnas de los fieles.
Dur¨® poco aquel sue?o de los cristianos de un Papa y una Iglesia sin poder temporal. En 1929, Benito Mussolini, fundador del Fascismo, ofreci¨® al entonces Papa P¨ªo XI la devoluci¨®n del peque?o Estado Vaticano, el t¨ªtulo y los privilegios de Jefe de Estado y una serie de palacios de la ciudad de Roma.
La promiscuidad entre lo temporal y lo espiritual en la Iglesia Cat¨®lica se remonta al siglo VIII
Esta vez, el Papa acept¨® que la Iglesia de Roma volviera a entrar por la puerta grande del poder temporal. El precio fue alto: Mussolini pidi¨® a P¨ªo XI que los cat¨®licos que militaban en la Democracia Cristiana dieran sus votos al Partido de Mussolini e hicieran profesi¨®n de fe fascista. Y el Papa baj¨® la cabeza y le entreg¨® a los cat¨®licos. Y la Iglesia de Roma se hizo fascista.
Desde entonces, aquel poder temporal y aquellos privilegios pol¨ªticos concedidos al sucesor del humilde pescador de Galilea fueron la piedra maldita que oblig¨® a la Iglesia a convivir con la ambig¨¹edad de dos poderes muchas veces antag¨®nicos, como el temporal y el espiritual.
La Iglesia se model¨® as¨ª, tambi¨¦n, como poder temporal, con sus derechos Can¨®nicos, copiados del derecho Romano, sus relaciones esp¨²reas con los Estados totalitarios y su derecho a intervenir en los conflictos mundanos, en las leyes de Parlamentos democr¨¢ticos y laicos y hasta en los asuntos de alcoba.
Y el Papa, recibido en sus viajes por el mundo con los honores de los jefes de Estado, nunca pudo ya ser el jefe espiritual libre de ataduras para dedicarse a lo que le compete, que es el reino espiritual y la condena de todos los atropellos a los derechos humanos.
?Por qu¨¦ extra?arnos, despu¨¦s, que el Papa llegase a Chile y se abrazase a Pinochet, que aterrizase en Cuba y abrazase a Fidel Castro y que no pudiera encontrarse con los disidentes y defensores de las libertades? ?O que, m¨¢s atr¨¢s, P¨ªo XII, enviase un telegrama al dictador Franco cuando entr¨® en Madrid, bendici¨¦ndole porque con ¨¦l, Espa?a ¡°recuperaba su antigua tradici¨®n cristiana¡±? Es que el Papa, Jefe de Estado, debe respetar la liturgia pol¨ªtica.
La Iglesia nacida de la idea revolucionaria del respeto universal a la dignidad de todos como hijos de un mismo Dios, perdi¨® su primera virginidad cuando el emperador Constantino, en el siglo IV, hizo de los cristianos, de una secta perseguida por no querer plegarse al poder temporal, un nuevo poder mundano traspas¨¢ndole todos los privilegios imperiales para suplir al poder de un Imperio en crisis.
Y volvi¨® a perder su virginidad cuando, en la persona de P¨ªo XI, vendi¨® la independencia de la Iglesia original, por un plato de lentejas: un territorio de 40 hect¨¢reas, el t¨ªtulo de Jefe de Estado con banco propio y la potestad de dictar condenas a muerte.
Eso es historia. Cualquier tentativa de renovaci¨®n del papado y de la Iglesia, sin que antes el Papa se quite de encima el peso de su poder temporal y los privilegios que le acompa?an, ser¨¢n meros remiendos porque, sea quien sea el sucesor del Ratzinger, estar¨¢ atado a su doble y ambigua funci¨®n de pol¨ªtico y religioso, olvidando sus or¨ªgenes antipoder de los que parece haber perdido hasta la memoria.
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