Pinochos
?Puede corregir el periodista un error o una falsedad de un personaje en el art¨ªculo donde recoge sus manifestaciones? La pregunta la hace Alfonso Montero. La cuesti¨®n surge a ra¨ªz de una cr¨®nica donde se reproduc¨ªa una declaraci¨®n de un diputado que inclu¨ªa un error t¨¦cnico, pero su duda plantea por elevaci¨®n si debe respetarse una declaraci¨®n entrecomillada que contiene, con o sin intenci¨®n, una mentira. El periodista debe incluir el dato veraz en su cr¨®nica.
Varios medios internacionales tienen equipos que chequean la veracidad de los datos y de las declaraciones que publican, particularmente las de los l¨ªderes pol¨ªticos. Su existencia mejora la pulcritud de las informaciones, aunque no es una garant¨ªa total. Episodios como las fabulaciones que public¨® Stephen Glass en The New Republic, motivo de un filme (El precio de la verdad), lo demuestran. Se da la circunstancia agravante de que Glass trabaj¨® en el ¨¢rea de control de calidad de la publicaci¨®n
El tema del chequeo de declaraciones se ha recalentado en Estados Unidos a ra¨ªz de las primarias republicanas y del debate suscitado por el defensor del lector de The New York Times planteando dudas sobre cu¨¢ndo el redactor de la noticia debe replicar las manifestaciones del protagonista de la misma. La directora del medio, Jill Abramson, ha intervenido defendiendo el derecho a esta correcci¨®n, pero advirtiendo del peligro de que algunas voces reclaman cuestionar determinados hechos cuando ¨²nicamente quieren escuchar su propia versi¨®n de estos hechos. Rem Rieder, desde American Journalism Review, se ha apuntado al debate defendiendo la oportunidad de rega?ar al pol¨ªtico, para evitar que las tonter¨ªas acaben filtr¨¢ndose en la conciencia p¨²blica, ya que una vez que ello sucede es dif¨ªcil desalojarlas. Las afirmaciones cuestionables, escribe, deben ser desafiadas tan pronto como sea posible.
En Estados Unidos la vigilancia sobre las declaraciones de los pol¨ªticos est¨¢ particularmente extendida. Hay varios sitios dedicados a ello. FactCheck.org, una iniciativa universitaria, ha replicado, por ejemplo, en su sitio en Internet al republicano Rick Santorum, que hab¨ªa asegurado que uno de cada tres ni?os abandona la escuela, cuando la tasa de deserci¨®n escolar es del 8,1%.
Y este seguimiento no es exclusivo de organizaciones acad¨¦micas. Politifact, del Tampa Bay Times, incluso tiene una aplicaci¨®n para m¨®viles que punt¨²a las declaraciones. Es un term¨®metro visual sobre el ¨ªndice de veracidad de las declaraciones pol¨ªticas.
Una pr¨¢ctica que no excluye el sentido del humor. The Washington Post tiene su departamento de chequeo de las declaraciones pol¨ªticas. Su filosof¨ªa es clara: los comentarios son libres, pero los hechos son sagrados. Tras rastrear los trucos ret¨®ricos de un pol¨ªtico, atribuye a su autor uno, dos, tres o cuatro pinochos, la mentirosa criatura de Collodi. El n¨²mero de pinochos depende de que el pol¨ªtico simplemente haya sido selectivo ¡ªrefugi¨¢ndose en omisiones o exageraciones¡ª o haya soltado un embuste. La secci¨®n incluye otras categor¨ªas, como la retenci¨®n de juicio en el caso de que haya argumentos para distintas versiones.
Un trabajador de la Radio Televisi¨®n Valenciana (RTVV), M. M¨¢rquez Lucena, se queja de que el diario reproduzca reiteradamente una frase del presidente de la Generalitat valenciana, Alberto Fabra, seg¨²n la cual el ente tiene una plantilla de 1.800 trabajadores, m¨¢s que Antena 3, Telecinco y Cuatro juntos. Unas declaraciones que quieren justificar la necesidad de un ERE en la citada corporaci¨®n. Y el lector replica con sus propias cuentas: Pues no es cierto. Y por m¨¢s que se empe?en en emular a Goebbels, una mentira repetida hasta la saciedad seguir¨¢ siendo¡ mentira. El remitente calcula que las plantillas oficiales de Antena 3 y Mediaset suman 2.878 personas. En el debate sobre la envergadura del organismo audiovisual, el comit¨¦ de RTVV ha atribuido a Mediaset, la empresa matriz de Telecinco y Cuatro, m¨¢s de 4.000 trabajadores, como ha reproducido este diario citando la fuente. La memoria de 2011 de Mediaset da la cifra de 1.100 empleados. El gabinete de prensa de Telecinco coment¨® que no se puede desglosar el n¨²mero de trabajadores por empresa porque la tarea de un empleado puede servir a m¨¢s de una. El departamento de prensa de Antena 3 informa de que la plantilla de la televisi¨®n es de 733 personas y la de la red de radios (Onda Cero) de 597. Unas cifras que chocan con las de Fabra y con las del comit¨¦ de RTVV.
EL PA?S ha hecho el ejercicio, no sistem¨¢ticamente, de revisar la veracidad de una declaraci¨®n y publicar la correcci¨®n. Cuando lo practica, los resultados son higi¨¦nicos. Un caso es el del ministro de Educaci¨®n, que achac¨®, en parte, las altas cifras de fracaso escolar en Ceuta y Melilla a una avalancha de marroqu¨ªes y critic¨® el uso de un libro para sostener que la asignatura Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa estaba enfocada al adoctrinamiento. La informaci¨®n se titul¨® Jos¨¦ Ignacio Wert argumenta el cambio en Ciudadan¨ªa con un ejemplo falso. El art¨ªculo recog¨ªa que el libro no era un manual de la asignatura, sino un ensayo cr¨ªtico. Y sobre Ceuta y Melilla, los redactores de la informaci¨®n puntualizaban en ella que la avalancha no existe. Con el 2,5% de alumnos extranjeros en sus aulas, Ceuta se sit¨²a a la cola de Espa?a, y Melilla, con el 8,3%, justo por debajo de la media espa?ola. Wert confundi¨® a marroqu¨ªes con musulmanes espa?oles.
He preguntado a Jos¨¦ Manuel Romero, subdirector del diario, sobre los criterios vigentes. ?Debe un periodista recoger en una informaci¨®n el error o falsedad de la declaraci¨®n de un personaje sin, a continuaci¨®n, aclarar ese aspecto al lector? La respuesta es no. Por tanto, cuando el periodista escribe una informaci¨®n con datos err¨®neos o falsos que pertenezcan a la declaraci¨®n del protagonista de la noticia, tiene la obligaci¨®n de contrastarlos y servir, a la vez, los datos correctos o verdaderos. Este diario ha titulado en numerosas ocasiones que tal persona, partido o instituci¨®n acusa de tal hecho sin pruebas, tambi¨¦n hemos realizado muchas veces el ejercicio de recoger una denuncia y luego explicar el error que conten¨ªa con datos contrastables. El denuncia, que algo queda como t¨¢ctica pol¨ªtica puede funcionar si el periodista no tiene la posibilidad de contrastar la denuncia. Pero si existe, por m¨ªnima que sea, siempre hay que intentarlo. Pasa lo mismo con las exageraciones que los pol¨ªticos endosan en sus discursos de domingo. El periodista tiene la obligaci¨®n de incluir el dato veraz a continuaci¨®n de la declaraci¨®n pol¨ªtica. Siempre. No hay excusas. Si no ocurre (y seguro que se podr¨ªan encontrar numerosos ejemplos), es una mala pr¨¢ctica que extinguir. Si el periodista comete errores cada d¨ªa y el peri¨®dico ha reservado un espacio para que no queden impunes (fe de errores), tampoco deben quedar sin corregir los errores o falsedades que difundan los protagonistas de las noticias. Los pol¨ªticos son presas de sus palabras y, muchas veces, los periodistas examinamos el cumplimiento de una promesa o si el vaticinio de un dirigente p¨²blico se cumpli¨® para afearles el incumplimiento o el fallo. Con los errores o falsedades de declaraciones p¨²blicas debe ocurrir lo mismo, a ser posible en tiempo real, para que el lector tenga a su disposici¨®n los datos necesarios que eviten que sus preguntas al leer la informaci¨®n queden sin respuesta.
Indudablemente, el rastreo sobre la exactitud de lo que dicen los personajes p¨²blicos compromete al diario a corregir sus propios errores.
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