Una cumbre bloqueada
Am¨¦rica Latina intenta sin ¨¦xito que Obama acepte a Cuba en los pr¨®ximos encuentros
La cumbre de las Am¨¦ricas, celebrada en Cartagena de Indias, ha querido ser la madre de todas las cumbres. Y para ello ha revestido una triple encarnaci¨®n: un foro social; el mayor c¨®nclave de empresarios de la historia latinoamericana; y una treintena de jefes de Estado congregados para debatir el futuro en el impresionante marco de la capital del Caribe colombiano.
Pero nadie ignoraba que el grueso de las pretensiones de una gran mayor¨ªa de pa¨ªses latinoamericanos eran inaceptables para Washington. El presidente Obama no pod¨ªa dar su asentimiento a la asistencia de la dictatorial Cuba a las pr¨®ximas cumbres, ni avenirse a discutir seriamente sobre despenalizaci¨®n de las drogas, y, a¨²n menos, ante las presidenciales de noviembre. Finalmente, Estados Unidos tampoco se dej¨® arrastrar a una toma de posici¨®n favorable a la reivindicaci¨®n argentina sobre Malvinas. Por todo ello y en especial por el contencioso cubano no hubo anoche comunicado que maquillara desavenencias.Pero de estas reuniones se espera tambi¨¦n que sirvan de caja de resonancia, que solemnicen declaraciones o acuerdos ya adoptados. Y de eso s¨ª hubo en Cartagena.
El acuerdo ha sido virtualmente un¨¢nime en lo que respecta a Am¨¦rica Latina sobre la necesidad de que Cuba pueda asistir como miembro de pleno derecho a la pr¨®xima cumbre, consenso que ha encontrado su m¨¢s elocuente defensor en el mejor aliado de Estados Unidos en la zona, y en las ant¨ªpodas de cualquier celo bolivariano, el presidente Juan Manuel Santos de Colombia. Sobre la lucha contra la droga la convergencia de opiniones resultaba m¨¢s difusa. Nadie habla de despenalizar ma?ana ni a bulto, sino de reconocer que la lucha policial contra el narco, tan ligada a la rampante inseguridad ciudadana que es el verdadero flagelo de esos pa¨ªses, ha fracasado, y hay que repensar el problema.
Ante esa exhibici¨®n de dilatados consensos, Obama se parapetaba en la exhortaci¨®n a cooperar para la prosperidad de todos, en momentos en que las cifras macroecon¨®micas latinoamericanas son las mejores de la historia. Y, de paso, una confirmaci¨®n indirecta: el presidente venezolano Hugo Ch¨¢vez no se habr¨ªa perdido la cumbre si no estuviera realmente mal. La incapacidad de adoptar una actitud com¨²n sobre esa bater¨ªa de problemas, deval¨²a algo una cumbre que no es madre ni hija; pero eso no niega que Am¨¦rica Latina ha hablado con una libertad y una convicci¨®n de fuerza desusadas.
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