Cuesti¨®n de confianza
Los inversores piden al Gobierno no solo ajustes del gasto, sino expectativas de recuperaci¨®n
Los indicadores de la econom¨ªa espa?ola, coyunturales o de fondo, muestran signos alarmantes de tensi¨®n y empeoramiento que no pueden ser explicados simplemente con la socorrida frase ¡°esto tiene que empeorar antes de que mejore¡±. La prima de riesgo volvi¨® ayer a trepar hasta los 437 puntos y cruz¨® de nuevo la frontera del 6% de diferencial con el bono alem¨¢n que enciende las alarmas de intervenci¨®n; el Ibex 35 volvi¨® a desplomarse ayer, esta vez el 2,76%, y se situ¨® en un nivel incluso peor que en 2009, durante el momento m¨¢s negro de la crisis financiera. La ca¨ªda m¨¢s acusada en Europa es la del ¨ªndice espa?ol, hundido sobre todo por la desconfianza en los bancos. La reforma financiera impulsada por este Gobierno no ha resultado convincente. Bankia sigue siendo una inc¨®gnita y ser¨¢ imprescindible segregar el ladrillo de los balances para conseguir que vuelva el cr¨¦dito a las empresas.
Adem¨¢s, se confirman las alarmas sobre una recesi¨®n prolongada. El Banco de Espa?a advirti¨® que durante el primer trimestre el PIB se ha contra¨ªdo el 0,4%. Hasta donde llegan las proyecciones, solo se divisa m¨¢s paro (este a?o la tasa subir¨¢ hasta el 24%) y m¨¢s tensi¨®n en los mercados contra la solvencia espa?ola.
Con una situaci¨®n econ¨®mica y financiera que empeora a ojos vistas, el Gobierno est¨¢ obligado, por responsabilidad, a preguntarse si es necesario abrirse a nuevas opciones de pol¨ªtica econ¨®mica. No es en el objetivo de d¨¦ficit donde hay que centrar la discusi¨®n, porque es un compromiso adquirido con la Uni¨®n Europea. El gasto debe ser racionalizado y las autonom¨ªas sujetas a una disciplina fiscal organizada. Pero el problema es que la pol¨ªtica econ¨®mica vigente, basada tan solo en recortes continuos en el gasto p¨²blico, est¨¢ da?ando aspectos esenciales del bienestar (sanidad, educaci¨®n) sin que el Estado obtenga como contrapartida una retribuci¨®n de los inversores en forma de m¨¢s solvencia que mejore las condiciones del presupuesto (gastos financieros) a corto plazo. Al contrario, lo que se detecta es una retirada intensiva de la inversi¨®n extranjera.
Un observador imparcial concluir¨ªa que la pol¨ªtica de ajustes dr¨¢sticos no est¨¢ sirviendo para recuperar la confianza de los mercados y que la indecisi¨®n en el saneamiento de la banca va camino de convertirse en otro intento fallido. Es posible que esa desconfianza tenga que ver con la pr¨¢ctica imposibilidad de bajar el d¨¦ficit en cinco puntos de PIB en un ejercicio recesivo; o que los inversores recelen de recortes de gasto en educaci¨®n o sanidad que se aplican sin memorias econ¨®micas y sin an¨¢lisis de coste de oportunidad, lo cual los convierte en aut¨¦nticas amputaciones de servicios b¨¢sicos. Pero juegan otros dos mensajes perniciosos. El primero es el discurso machaconamente depresivo del Gobierno, empe?ado en acentuar la p¨¦sima situaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola y la obligaci¨®n, bajo pena de quiebra, de seguir al pie de la letra un catecismo de recortes.
El segundo factor, y el m¨¢s importante, es que la confianza de los inversores extranjeros no se gana solamente con el cumplimiento de los objetivos de d¨¦ficit. Cualquiera puede recortar gastos hasta la extenuaci¨®n de lo p¨²blico. Los mercados compran estabilidad m¨¢s crecimiento, es decir, ajustes m¨¢s expectativas de mejora econ¨®mica y de creaci¨®n de empleo. Junto a la t¨¢ctica de contenci¨®n del d¨¦ficit, el Gobierno ha de ofrecer a los inversores una estrategia de crecimiento. Esta es la consideraci¨®n acertada de pol¨ªtica econ¨®mica; no hay que obcecarse en la idea err¨®nea de que los recortes son reformas y, por tanto, crear¨¢n empleo. Si el obst¨¢culo es la ortodoxia europea, ser¨¢ all¨ª donde habr¨¢ que negociar fondos para organizar una reactivaci¨®n. Y en caso contrario, habr¨¢ que calcular de qu¨¦ margen fiscal se dispone para estimular el empleo. Esta es la aut¨¦ntica cuesti¨®n de confianza.
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