Agon¨ªas anunciadas
Reducir la inversi¨®n en investigaci¨®n constituir¨¢ un retroceso aut¨¦nticamente letal
Como es habitual en sus art¨ªculos, Pablo Salvador Coderch expuso el 25 de abril con claridad argumental el punto m¨¢s flaco y deplorable de las decisiones del gobierno del PP en torno al futuro de la Universidad. Han acudido a la soluci¨®n f¨¢cil y patosa, que es hoy y ha sido siempre aumentar las tasas universitarias de los estudiantes. El efecto inmediato ser¨¢ despojar a un porcentaje nada peque?o de familias de la posibilidad de mandar a la universidad a sus chavales, porque muchas de ellas no podr¨¢n doblar la cantidad anual de euros que piden las matr¨ªculas p¨²blicas. En c¨¢lculos s¨®lo aproximados, porque no es f¨¢cil hacerlos precisos, eso significa contar con 1.500 euros, en caso de un hijo en edad universitaria, y de 3.000 en caso de dos. Como tengo tres, ya adivino que las cosas en casa van a ir mal dadas bien pronto.
Pero, sobre todo, advierto que en mi casa no van mal dadas, y como funcionario de universidad no figuro ni por asomo en la franja m¨¢s econ¨®micamente d¨¦bil de la sociedad. Pero eso no es un alivio; m¨¢s bien agrava la miop¨ªa de la decisi¨®n pol¨ªtica: el espanto de pensar en quienes de veras est¨¢n en zonas de salarios mucho m¨¢s bajas es agudo y persistente. Lo cual me lleva a un art¨ªculo de Manuel Cruz en otra p¨¢gina de este mismo peri¨®dico: claro que hay pol¨ªticas de derechas y de izquierdas, aunque andemos todos muy confundidos. Pero para despejar la confusi¨®n basta con regresar a datos materiales o emp¨ªricos, y entonces casi todo se entiende a la primera.
Excluir de la educaci¨®n por razones econ¨®micas precisamente a los m¨¢s pobres es tan disparatado como excluir del sistema de sanidad al medio mill¨®n de inmigrantes sin papeles: son dos bombas de relojer¨ªa, una seguramente lenta y la otra potencialmente mucho m¨¢s r¨¢pida.
Excluir de la educaci¨®n por razones econ¨®micas es una? bomba de relojer¨ªa
Tanto a los socialistas como al PP les falt¨® valent¨ªa pol¨ªtica para afrontar la reestructuraci¨®n del sistema universitario de acuerdo con la nueva realidad econ¨®mica y social: la multiplicaci¨®n y atomizaci¨®n de los estudios superiores ha hecho que la oferta desborde ampliamente la demanda en much¨ªsimos lugares que soportan matr¨ªculas exiguas con un coste alt¨ªsimo para el Estado. Y en alguna medida ha puesto al descubierto la l¨®gica pol¨ªtica que inspir¨® la creaci¨®n de esa multitud de centros, facultades y hasta universidades (incluso al margen de las Autonom¨ªas): una forma de la rivalidad geopol¨ªtica que toler¨® el tiempo de vacas gordas pero no tolera ya la actualidad. El desmantelamiento puro y duro es inviable, as¨ª que exige imaginaci¨®n y prudencia la reconversi¨®n de centros, la concentraci¨®n de grados minoritarios en unos pocos lugares y la reinversi¨®n de los dineros ahorrados en facilitar las condiciones de movilidad de los estudiantes m¨¢s all¨¢ de los 20 kil¨®metros de su poblaci¨®n de residencia.
Sin embargo, hay todav¨ªa una insidia m¨¢s grave en este programa de actuaci¨®n pol¨ªtica, y en este punto la miop¨ªa se convierte en ceguera. Te¨®ricamente, deber¨ªa existir un modo de racionalizar el sistema universitario para corregir sus desajustes evidentes. Pero donde a todas luces no deber¨ªa haber asomo de duda es en la intangibilidad del fr¨¢gil, quebradizo, voluntarioso y aun precario sistema de investigaci¨®n espa?ol. Los avances e inversiones de los ¨²ltimos 30 a?os han sido incontestablemente beneficiosos y por primera vez existe lo que nunca existi¨®: la mera posibilidad de equiparar algunos pocos equipos de investigaci¨®n espa?oles con sus referentes internacionales. Ni son muchos ni sobra ninguno, pero son una objetiva novedad de la democracia. La ¨²nica ley que rige en la investigaci¨®n cient¨ªfica es la tenacidad, el m¨¦todo y la imaginaci¨®n. Los tres dependen del tiempo, es decir, de comprar el tiempo y los materiales para que salten los chispazos propicios: para fecundar la tenacidad, para depurar el m¨¦todo y para fraguar el chispazo.
Todo ello es lent¨ªsimo e intelectualmente exigente: sin duda habr¨¢ criterios que revisar y m¨¦todos de optimizar la investigaci¨®n, pero reducir en ese ¨¢mbito la inversi¨®n constituir¨¢ un retroceso aut¨¦nticamente letal en la puesta en marcha y en la continuidad de equipos que apenas hab¨ªan empezado a disfrutar de serlo, de merecer alg¨²n respeto de fuera, de crear redes de contactos, de aportar y devolver ideas con resultados. El error es monumental sin paliativos, es poco visible socialmente y falta mucho todav¨ªa para que la opini¨®n p¨²blica asuma su valor como bien de Estado (y sometido por tanto al control tanto como a la protecci¨®n del Estado). La m¨¢s superficial ojeada a la historia espa?ola deber¨ªa obligar a replantear una decisi¨®n contraproducente y equivocada. Otra cosa equivaldr¨ªa a ignorar pol¨ªtica e hist¨®ricamente el significado de la hoy legendaria Junta de Ampliaci¨®n de Estudios, cuando todo esto empez¨® de veras hace 100 a?os.
Jordi Gracia es catedr¨¢tico de Literatura Espa?ola en la Universidad de Barcelona.
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