Sentido de una victoria
El triunfo de Hollande en Francia es un impulso a una pol¨ªtica de crecimiento en Europa
El socialista Fran?ois Hollande ha ganado con claridad la segunda vuelta de las presidenciales francesas. Tambi¨¦n se puede considerar que la crisis y las pol¨ªticas de austeridad a las que han obligado los mercados, Berl¨ªn y Bruselas, se han cobrado una nueva v¨ªctima en Nicolas Sarkozy, el pol¨ªtico que tras la ca¨ªda de Lehman Brothers en septiembre de 2008 anunci¨® una ¡°refundaci¨®n del capitalismo¡± que qued¨® en nada.
La victoria de Hollande constituye una bocanada de aire fresco para la izquierda en Europa y en Francia, y de ilusi¨®n de que las cosas pueden empezar a cambiar en la UE. Ning¨²n socialista hab¨ªa ocupado el palacio del El¨ªseo desde que saliera de ¨¦l en 1995, tras 14 a?os de reinado, Fran?ois Mitterrand. Es decir, una generaci¨®n. Aquella experiencia, sin duda, le servir¨¢ a Hollande, pues bajo la presi¨®n de los mercados de entonces, Mitterrand, tras su triunfo en 1981, tard¨® solo 18 meses en virar hacia una pol¨ªtica econ¨®mica ortodoxa. Y Hollande tiene muchos m¨¢s cors¨¦s. No solo el de unos mercados financieros desmesuradamente grandes, sino el del euro. Por eso, quien se present¨® como un hombre tranquilo ha sido precavido. Sabe las enormes dificultades que tiene por delante.
No ha rehusado la pol¨ªtica de austeridad, grabada en hierro en el Pacto Fiscal impulsado por Alemania, sino que lo que exige es a?adirle una pol¨ªtica de crecimiento a escala europea. No es el primero, pero la perspectiva de su victoria ya puso en marcha una din¨¢mica en este sentido en Bruselas, en Berl¨ªn y en muchas otras capitales, salvo, aparentemente, Madrid, pese a que le conviene a Espa?a.
Lo que las elecciones de ayer en Francia y en Grecia reflejan es que los ciudadanos de cada vez m¨¢s pa¨ªses opinan, como Hollande, que la pol¨ªtica de severa austeridad que se ha impuesto ¡°no puede ser una fatalidad¡±, ni basta. Y se ha impuesto en parte por razones ideol¨®gicas. Hollande, al frente de la segunda econom¨ªa de la UE, aunque en minor¨ªa pol¨ªtica, puede impulsar el debate de las ideas y de la pol¨ªtica contra el neoliberalismo dominante.
Esta rectificaci¨®n hacia un plan de crecimiento ha de pasar por Bruselas, adem¨¢s de por cada pa¨ªs. Aunque cada Estado ha de hacer sus reformas estructurales en profundidad, incluida una Francia anquilosada en la que Hollande no debe vacilar a la hora de insuflarle un nuevo dinamismo, hoy las soluciones puramente nacionales no sirven en esta Europa y en un mundo globalizado. La Comisi¨®n Europea parece haberlo entendido.
El nuevo presidente franc¨¦s ha de comprender, adem¨¢s, que casi todos los otros Estados miembros de la UE se sienten dejados de lado por el todopoderoso eje Berl¨ªn-Par¨ªs. Es necesario que regrese la Europa de todos y la de las instituciones de la UE. As¨ª, los europe¨ªstas estar¨ªan de suerte, pese a que no quepa ignorar que una parte importante de Francia ha apoyado en la primera vuelta las ideas antieuropeas del Frente Nacional de Marine Le Pen, que Sarkozy hizo en alguna medida suyas.
La din¨¢mica de las elecciones a dos vueltas tiende a proyectar una Francia dividida. Lo est¨¢. Hollande se tendr¨¢ que esforzar por volver a unirla: el discurso de aceptaci¨®n inmediata de la derrota por parte de Sarkozy y su buen perder sobre todo pueden ayudar a ello. Pero la campa?a electoral no se ha acabado. Falta la tercera vuelta, las legislativas en junio, pues sin una mayor¨ªa en el Parlamento, dif¨ªcilmente podr¨¢ el nuevo presidente gobernar como quiere. Y tras la derrota de Sarkozy, y su renuncia a encabezar la UMP en esas elecciones, la derecha francesa puede entrar en crisis. Es de lo que espera aprovecharse la ultraderecha de Le Pen. Si lo consiguiera, ser¨ªa peligroso para Francia y para el proyecto europeo.
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