Ilegalizaci¨®n del oro y legalizaci¨®n de las drogas
La miner¨ªa ilegal, manejada por grupos criminales, est¨¢ generando violencia en pa¨ªses latinoamericanos
Pese a que los homicidios en toda Colombia est¨¢n descendiendo, en los lugares donde existen yacimientos de oro, estos est¨¢n aumentando desde que los precios del mismo se dispararon compitiendo en rentabilidad con la coca¨ªna. En Colombia y Per¨² la miner¨ªa ilegal, manejada por sectores informales o grupos criminales, est¨¢ generando violencia. No hay noticias de que eso mismo est¨¦ ocurriendo en Estados Unidos o Canad¨¢, que son grandes productores de oro. Este efecto contrastante con respecto al oro, que es un producto legal, entre Estados con desarrollos desiguales, hace dudar sobre si la causa fundamental de la violencia en algunos pa¨ªses latinoamericanos son las drogas, cuando las evidencias apuntan m¨¢s hacia graves rezagos en la construcci¨®n de Estado.
Las debilidades y vac¨ªos de Estado generan oportunidades para actividades criminales. En M¨¦xico, por ejemplo, se roban el 30% de la gasolina de los oleoductos de PEMEX. Durante la Guerra Fr¨ªa surgieron interpretaciones que planteaban que las causas de la violencia eran el Comunismo y la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n y no el car¨¢cter autoritario de los Estados.
La violencia ha sido hist¨®ricamente determinante en la construcci¨®n del Estado y sus instituciones. El monopolio de la violencia leg¨ªtima es la primera condici¨®n para que haya Estado. Monopolio implica inexistencia de poderes armados que cuestionen la autoridad en el territorio y, en la actualidad, legitimidad implica respeto a los derechos humanos. En la segunda mitad del siglo pasado hubo en Latinoam¨¦rica insurgencias que se explicaban, entre otras razones, por la falta de neutralidad pol¨ªtica del poder coercitivo. Fruto de aquella violencia surgieron instituciones democr¨¢ticas. Ej¨¦rcitos y polic¨ªas terminaron siendo neutrales y las izquierdas pudieron por fin gobernar. Ahora estamos frente a una violencia criminal que ha evidenciado debilidades de los Estados y que, igual, obliga a construir institucionalidad, no importa que los delincuentes no tengan propuesta pol¨ªtica.
Los problemas de: ineficiencia e insuficiencia de las polic¨ªas, funcionamiento de la justicia, calidad de las prisiones, ausencia de Estado en el territorio y pobreza y desatenci¨®n social a poblaci¨®n con proclividad al delito; son, en algunos pa¨ªses, gigantescos. En Honduras se incendian prisiones y en El Salvador se cree en milagrosas negociaciones con criminales. En la mayor¨ªa de pa¨ªses la seguridad est¨¢ en manos de instituciones no reformadas heredadas del autoritarismo. Los reg¨ªmenes autoritarios delegaron en personas violentas el monopolio de la violencia en representaci¨®n del Estado. Polic¨ªas y ej¨¦rcitos se llenaron de matones, ignorantes y corruptos, mal pagados, pero leales al poder. Violencia, corrupci¨®n e ilegalidad han sido antivalores tolerados entre militares y polic¨ªas. No ha existido una barrera moral entre autoridades y delincuentes. Ej¨¦rcitos y polic¨ªas fueron preparados para combatir rebeliones y evitar golpes de Estado. Muchas de esas viejas estructuras han colapsado o han sido cooptadas por los criminales. Por otro lado, la liberalizaci¨®n econ¨®mica redujo las capacidades de los Estados al multiplicar la seguridad privada en detrimento de la seguridad p¨²blica. Las drogas son entonces parte del problema, pero no la causa.
El monopolio de la violencia leg¨ªtima es la primera condici¨®n para que haya Estado
La violencia de M¨¦xico ha tenido tal impacto, que puso el tema de la legalizaci¨®n o despenalizaci¨®n de las drogas en la agenda de la reciente Cumbre de las Am¨¦ricas. La esperanza es encontrar una ruta r¨¢pida para acabar con la violencia. Inmediatamente esta demanda fue considerada una causa progresista porque permit¨ªa culpar a EE UU, rechazaba el conservadurismo moralista de la prohibici¨®n y no se compromet¨ªa con los temas de ley y orden que son considerados de derechas. Sin embargo, al menos para Latinoam¨¦rica, el debate estar¨ªa entre dejar que las drogas sean reguladas por el mercado, como han hecho las derechas con todo en los ¨²ltimos a?os, o se resuelven los temas de fondo de construcci¨®n de Estado. La alergia de la academia y los progresistas por la agenda de seguridad dej¨® este tema con mucha gente en las grader¨ªas exigiendo, pero pocos en la cancha resolviendo; se ha aceptado impl¨ªcitamente que la seguridad no es un tema cient¨ªfico, sino de matones.
Es un error hablar de guerra contra las drogas, porque las guerras terminan y la producci¨®n y el consumo de drogas no terminar¨¢ nunca. Sin embargo, la legalizaci¨®n como ¡°soluci¨®n m¨¢gica¡± puede convertirse en escusa para ¡°dejarlas pasar¡±, en vez de fortalecer al Estado. El resultado ser¨ªa la institucionalizaci¨®n del crimen. A Colombia la lucha contra el crimen la est¨¢ transformando en un mejor pa¨ªs, la seguridad y la justicia son ahora m¨¢s eficientes y el Estado, despu¨¦s de d¨¦cadas de ausencia, ha comenzado a volverse pol¨ªtica, econ¨®mica y socialmente responsable de todo el territorio. La violencia est¨¢ obligando a Brasil a ocuparse, por fin, de las favelas y a M¨¦xico a depurar y modernizar sus tradicionalmente corruptas polic¨ªas.
En Guatemala los ej¨¦rcitos privados tienen tres veces m¨¢s hombres que el Estado, los ricos se resisten ferozmente a pagar impuestos, los polic¨ªas son escandalosamente corruptos, los criminales dominan extensos territorios y en los a?os ochenta los militares asesinaron a m¨¢s de 100.000 personas. El gobierno de este pa¨ªs, con un general de presidente, se ha convertido ahora en el abanderado de la causa ¡°progresista¡± por la legalizaci¨®n de las drogas.
Joaqu¨ªn Villalobos fue guerrillero salvadore?o y es consultor para la resoluci¨®n de conflictos internacionales.
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