La memoria vasca
El relato terrorista permanece intacto tanto en los presos como en la izquierda abertzale
En relaci¨®n al terrorismo, hay c¨ªrculos de v¨ªctimas, y tambi¨¦n c¨ªrculos de responsabilidades. Para empezar, resulta obvio que el centro de la tragedia corresponde a quienes perdieron sus vidas o sufrieron da?os ¨Cf¨ªsicos o ps¨ªquicos- irreparables por efecto de la acci¨®n terrorista. El segundo c¨ªrculo incluye a familiares y a allegados, que sobrevivieron para llevar la carga que pusieron sobre ellos los atentados. Pero hay un tercer c¨ªrculo al cual se hace menos referencia: quienes durante a?os pudieron pensar con sobrados motivos que se encontraban en la lista de espera para ser asesinados. Tuvieron peor fama, e incluso renombradas plumas progresistas condenaron su exhibicionismo por declarar que llevaban escolta. ?Menuda suerte y qu¨¦ buen elemento de marketing! Cuarto c¨ªrculo: toda la sociedad vasca, sometida a la intimidaci¨®n de los violentos, con reacciones a veces dignas, en otras de sumisi¨®n, e incluso perversi¨®n de los propios valores.
Es el cuadro descrito admirablemente por Guti¨¦rrez Arag¨®n en su pel¨ªcula Todos somos invitados, que subraya algo esencial para entender la cuesti¨®n vasca: el estrecho parentesco entre en nacionalismo sabiniano y el nazismo. Y que explica la reacci¨®n aparentemente extra?a de reconocimiento mostrada por tantos vascos, otorgando sus votos a los socios pol¨ªticos de unos terroristas, quienes han sido tan bondadosos que decidieron dejar de matar al verse acorralados policial y judicialmente.
Los c¨ªrculos conc¨¦ntricos de los responsables est¨¢n presididos l¨®gicamente por ETA, en sus dos vertientes complementarias, de organizaci¨®n encargada de matar y de su proyecci¨®n pol¨ªtica de las mil caras, Batasuna para entendernos. No existe duda alguna al respecto, del mismo modo que tampoco debe ser olvidarse el terrorismo de Estado. Al enfocar este tipo de problemas, no cabe renunciar a la b¨²squeda de una visi¨®n total, sin amputaciones, pero no para producir una amalgama, como buscan los amigos de ETA, sino para ponderar los juicios. Y ETA es bajo todos los aspectos el protagonista indiscutible. De ah¨ª que la construcci¨®n del relato en torno a ETA sea hoy el principal caballo de batalla, con la habitual disposici¨®n de fuerzas: monol¨ªtica en la izquierda abertzale, en formaci¨®n dispersa para los dem¨®cratas. Entra aqu¨ª en juego la responsabilidad del PNV, que llev¨® hace d¨ªas a su exdirigente Emilio Guevara a estallar denunciando el papel desempe?ado por los jeltzales.
Aun cuando el PNV no fue nunca filoterrorista, si tendi¨® siempre a un discurso dual, frente a la ¡°violencia¡± (sic) de ETA, al que acompa?aba una condena de la pol¨ªtica ¡°de Madrid¡±, con lo cual sin ser justificado el terror, s¨ª ven¨ªa a ser explicado, edulcorado. ¡°ETA es el adversario, Espa?a es el enemigo¡± (Egibar). Salvo excepciones, en el aislamiento de las v¨ªctimas, futuras y sobrevivientes, el colectivo nacionalista desempe?¨® un papel b¨¢sico en zonas rurales. El libro de Alonso y Dom¨ªnguez, Vidas rotas, pide as¨ª a gritos el complemento de un seguimiento de las respuestas del nacionalismo democr¨¢tico a la secuencia de atentados. De nuevo emerge el fondo ideol¨®gico com¨²n. El mundo nacionalista celebra l¨®gicamente el fin de ETA, niega su derecho a presentarse como agente de la liberaci¨®n nacional vasca, pero no est¨¢ dispuesto a fundirse con quienes intentan revisar en profundidad lo ocurrido.
Les satisface la falacia de que es el pueblo vasco, amante de la paz, quien ha derrotado a ETA. Es ¨¦ste tambi¨¦n uno de los leitmotiv en el discurso del lehendakari Patxi L¨®pez, explicable por razones electorales. Solo que un votante de Amaiur puede reivindicarlo, a?adiendo que ETA es quien hoy busca la paz al ¡°resolver¡± el tema de los presos frente al gobierno del PP. Algo que adem¨¢s sostiene el presidente del PSE, Eguiguren, con el respaldo casi cotidiano de sus palomas mensajeras, para as¨ª aproximar al socialismo vasco a un mundo abertzale hegem¨®nico. Sin que desde el ¨¢rea de Patxi L¨®pez se d¨¦ replica alguna. Es un fen¨®meno ins¨®lito en la historia de los partidos vascos. Eguiguren act¨²a como solista, contrario siempre al camino com¨²n antiterrorista; mientras cada vez de forma m¨¢s acentuada, el PSE, promueve tomas de posici¨®n favorables hacia los llamados ¡°mediadores¡± internacionales y a Bildu/Amaiur, sobre la exigencia de otorgar a toda costa medidas favorables a los presos frente a la rigidez del PP.
De este modo, las dos partes del discurso de Patxi L¨®pez no encajan. Su intervenci¨®n inaugural en el reciente congreso sobre Memoria y Convivencia define con toda claridad lo que ha supuesto la acci¨®n terrorista de ETA para los dos primeros c¨ªrculos de sus v¨ªctimas, las cuales, por a?adidura quedaron encerradas en ¡°un mundo aparte¡± dentro de la sociedad vasca. El reconocimiento por todos de esta realidad es capital para un futuro democr¨¢tico. Sin embargo, a continuaci¨®n, la premisa de que es necesario abrir la puerta en la sociedad vasca a quienes practicaron el terrorismo de ETA, olvida en su desarrollo que el relato terrorista permanece intacto tanto en los presos como en la izquierda abertzale. No es que rechacen pedir perd¨®n, es que a diferencia de las Brigate Rosse en su d¨ªa, tampoo reconocen sus responsabilidades. Y se ven adem¨¢s triunfantes muy pronto. ETA sigue ah¨ª. Sin efectos reales, la memoria democr¨¢tica se convierte entonces en un serm¨®n vac¨ªo.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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