El altar ideol¨®gico de Hu Jintao
Las dificultades para definir un nuevo rumbo pol¨ªtico parecen anunciar un final de ¨¦poca
El mandato de Hu Jintao al frente del Partido Comunista de China (PCCh) ha entrado en una convulsa recta final. Su perfil discreto quiz¨¢s se imponga a la tentaci¨®n de dejar su impronta en el v¨ªa crucis ideol¨®gico del PCCh, ninguneando una tradici¨®n que forma parte del proceder habitual en el liderazgo chino. El antecesor, Jiang Zemin, revolvi¨® Roma con Santiago para que su teor¨ªa de las tres representaciones quedara reflejada en la Constituci¨®n del pa¨ªs. Lo logr¨® en 2004, dos a?os despu¨¦s de abandonar la Secretar¨ªa General. Su esencia radica en permitir la cooptaci¨®n por el PCCh de las nuevas ¨¦lites, especialmente las econ¨®micas. En el pr¨®ximo XVIII Congreso podr¨ªa entrar en el Comit¨¦ Central del PCCh el hombre m¨¢s rico de China, Liang Wengen. Toda una exhibici¨®n de pragmatismo revestido de ambig¨¹edad y elocuencia que evapora cualquier atisbo de lucha de clases y abre el horizonte, muy discutible, de una socialdemocratizaci¨®n progresiva de su ideario.
Dos son las aportaciones que Hu Jintao ha querido abanderar en el orden ideol¨®gico. La primera es el concepto de desarrollo cient¨ªfico, una apelaci¨®n a la necesidad de un crecimiento m¨¢s equilibrado, no solo pendiente de las grandes cifras, sino de los factores ambientales, tecnol¨®gicos y, sobre todo, sociales. La segunda es la sociedad armoniosa, que condensa la aspiraci¨®n de cierto bienestar material asentado en la recuperaci¨®n de unos valores morales que deben contribuir al equilibrio en una sociedad desorientada y en tantos aspectos insensible como nos demostr¨® aquel caso de la ni?a Yueyue, atropellada una y otra vez ante la indiferencia de los transe¨²ntes. Pero es tambi¨¦n una invocaci¨®n al respeto al orden establecido, al principio de la virtud en el ejercicio del buen gobierno, a la b¨²squeda del tradicional justo medio en la resoluci¨®n de los problemas cotidianos. En el orden internacional, el mundo armonioso es un complemento del desarrollo pac¨ªfico y debe convencernos de que la emergencia china no es una amenaza para nadie. Ambas formulaciones son la cara y cruz del desarrollo chino, se dijo en 2007.
Las propuestas ideol¨®gicas de Hu Jintao, a d¨ªa de hoy, se antojan flojas. A diferencia de Jiang Zemin, cuya triple representatividad ven¨ªa a dar cobertura a una realidad caracterizada por la presencia de millones de empresarios en las filas del PCCh, las teorizaciones apadrinadas por Hu Jintao reflejan el voluntarismo del equipo dirigente, sin correspondencia efectiva con una realidad seriamente afectada por la quiebra constante de la armon¨ªa o el prodigado desprecio al medio ambiente, en especial en el orden local. El a?o 2020, con la efem¨¦ride del centenario de la fundaci¨®n del PCCh al caer, se referencia como meta para la plasmaci¨®n de dichos objetivos.
El repunte del discurso confuciano emerge como la principal se?a de identidad de la d¨¦cada de Hu Jintao
Las innovaciones sugeridas por Hu Jintao reflejan tambi¨¦n las dos caracter¨ªsticas esenciales que han determinado la reconocida aptitud para la supervivencia del PCCh: el pragmatismo y la capacidad de adaptaci¨®n, virtudes que deben permitirle reafirmar su legitimidad sin que el nuevo envoltorio afecte a la esencia de la naturaleza del poder y su ejercicio pero transmitiendo socialmente la idea de evoluci¨®n permanente, ajena a cualquier inmovilismo. As¨ª, parad¨®jicamente, ortodoxia y heterodoxia se dan la mano en una sucesi¨®n de im¨¢genes que no afecta al n¨²cleo duro de su concepci¨®n.
El repunte del discurso confuciano emerge como la principal se?a de identidad de la d¨¦cada de Hu Jintao. Frente al agravamiento de las tensiones sociales y ambientales, la vuelta al ideario que molde¨® la China tradicional ofrece un ant¨ªdoto gestionable sin grandes riesgos a diferencia de la otra opci¨®n posible: el impulso a una reforma pol¨ªtica democratizadora que, frente a la idea de sumisi¨®n, institucionalizar¨ªa el di¨¢logo y la aceptaci¨®n de las din¨¢micas sociales por muy irreverentes que resultaran, limitando el poder. A mayores, permite ahondar en la afirmaci¨®n de la excepcionalidad china, argumento predilecto para excusar rumbos homologables internacionalmente.
El futuro de estas aportaciones es incierto. Las protestas desatadas por la instalaci¨®n de una estatua de Confucio en las inmediaciones de Tiananmen, posteriormente trasladada al interior del Museo Nacional, evidencian profundas discrepancias internas al respecto. Por otra parte, la negativa a cuestionar los principios m¨¢s fosilizados del sistema para rehuir los imperativos democr¨¢ticos introduce una inadaptaci¨®n de alcance tan esencial que hace peligrar la estabilidad, como ha se?alado Wen Jiabao.
Pero su mayor inconveniente es que no resuelven el dilema de fondo que enfrenta la sociedad china: la crisis de confianza que separa a un PCCh a la defensiva y sin un refugio ideol¨®gico seguro para garantizar su perennidad, y una sociedad en transformaci¨®n cada vez m¨¢s dif¨ªcil de disciplinar conforme a su criterio. Las crecientes dificultades para definir un nuevo rumbo en el plano ideol¨®gico acrecientan la sensaci¨®n de proximidad de un final de ¨¦poca, acelerado por el agravamiento de las contradicciones socioecon¨®micas y el bloqueo efectivo de cualquier reforma merecedora de atenci¨®n. La d¨¦cada de Hu nos interroga sobre la viabilidad de los intentos de plasmar una democracia genuina, adaptada a su esquema de desarrollo y capaz de abrir una tercera v¨ªa entre el autoritarismo y la democracia occidental, emulando en lo pol¨ªtico el ¨¦xito logrado en la econom¨ªa.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.