Carolina se separa de Ernesto de Hannover, pero no de su t¨ªtulo real
La princesa de M¨®naco se codea con la familia de su aristocr¨¢tico marido (todav¨ªa) en la fiesta del 900 aniversario de la casa de Baden.
Para saber del pr¨ªncipe Ernesto Augusto de Hannover, lo mejor es mirar los registros judiciales de Alemania y la Uni¨®n Europea. Por lo dem¨¢s, el jefe de la casa G¨¹elfa vive retirado del mundanal ruido en sus diversas residencias. Su esposa la princesa Carolina, de soltera Grimaldi, asiste en cambio a bodas y celebraciones aristocr¨¢ticas con la dignidad de Alteza Real a la que ascendi¨® cuando se cas¨® con el de Hannover en 1999. Carolina representa a la se?era casa real n¨®rdica (emparentada con la primera l¨ªnea de la nobleza europea) incluso en Alemania, donde la nobleza fue abolida hace casi 100 a?os y los t¨ªtulos son hoy m¨¢s que parte del apellido burgu¨¦s de los ex arist¨®cratas.
Recientemente, Carolina ha participado en la fiesta que dieron los marqueses de Baden con ocasi¨®n del 900 aniversario de su Casa. El convite, celebrado como no pod¨ªa de otra manera en la ciudad-balneario-casino de Baden-Baden (Alemania), disfrut¨® tambi¨¦n de la presencia del heredero de Hannover Ernesto Augusto Jr., de 28 a?os, que parece llevarse muy bien con su madrastra Carolina. A fin de cuentas, es la madre de su joven hermanastra Alexandra Charlotte, que tiene hoy solo 12 a?os.
?Estas apariciones p¨²blicas de Carolina como princesa de Hannover parecen echar por tierra la noci¨®n, muy extendida, de que el matrimonio est¨¢ en las ¨²ltimas. Alimentan, en cambio, diversas maledicencias sobre la hija de Rainiero de M¨®naco y Grace Kelly. La casa principesca de M¨®naco no es muy respetada por la alta aristocracia europea, que los considera poco menos que descendientes de piratas al frente de un para¨ªso fiscal con casino y playa. La boda con el heredero de Hannover, descendiente y primo de reyes supuso un salto cuantitativo para los Grimaldi. De modo que algunos, inusitadamente capaces de seguir tomando en serio el circo cuch¨¦ de la aristocracia, acusan a Carolina de agarrarse al Hannover para mantener su categor¨ªa y sentarse en las mesas de los verdaderos nobles.
?En defensa de la Princesa hay que recordar sus dos matrimonios anteriores. El primero, que no dur¨® m¨¢s de dos a?os, con del reputado playboy Philippe Junot. El segundo, con el empresario Stefano Casiraghi. Dos plebeyos sin abolengo ni sangre azul. El primero es un notorio vividor. Como destacaba la revista de cotilleos alemana Bunte, aqu¨¦l matrimonio demuestra que a Carolina le atraen la vida bohemia y los hombres ¡°impredecibles¡±. Con Casiraghi tuvo tres hijos, pero muri¨® aparatosamente a bordo de una lancha ultrarr¨¢pida en 1990: era un amante del peligro. La tercera boda de Carolina es la constataci¨®n, por si hac¨ªa falta, de que a ella tampoco le asusta el riesgo ni le arredra la gente complicada.
La prensa sensacionalista alemana llama a Ernesto el 'Pr¨ªncipe de las tortas', por sus antecedentes violentos con paparazzi y porteros de discoteca. Tambi¨¦n es muy aficionado a las trifulcas judiciales. Ahora mismo mantiene al menos dos: una, contra la marca de cigarrillos Lucky Strike, que us¨® su nombre para promover sus cancer¨ªgenos productos. Otro, con la ciudad de Blankenburg, a la que reclama una estatua de bronce de su familia que fue requisada por las autoridades de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alenmana (RDA). Se trata de una r¨¦plica del gran Le¨®n de bronce del castillo Braunschweig, solar de la casa ducal de Braunschweig y Luneburgo. El t¨ªtulo est¨¢ asociado a los Hannover desde hace siglos.
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