Involuci¨®n
El nombramiento sin consenso del presidente de RTVE agrava el deterioro institucional
El proceso abierto para nombrar al presidente de RTVE y renovar a parte de su Consejo de Administraci¨®n es un claro exponente del deterioro democr¨¢tico que sufren las instituciones espa?olas. La incapacidad de los dos principales partidos para consensuar el recambio de Alberto Oliart, que dej¨® el puesto hace 11 meses, ha sido para el Gobierno de Rajoy la excusa perfecta para cambiar las reglas del juego y regresar al modelo de radiotelevisi¨®n gubernativa. Apenas cuatro meses despu¨¦s de llegar a La Moncloa, el Ejecutivo aprob¨® un decreto ley que le permite nombrar sin negociaci¨®n alguna al nuevo presidente y ahora remata la faena de la peor manera posible. Registr¨® el lunes en el Congreso el nombre de su candidato ¡ªel abogado del Estado Leopoldo Gonz¨¢lez-Echenique¡ª al l¨ªmite del plazo para hacerlo, escenificando la ausencia de negociaci¨®n con el principal partido de la oposici¨®n, que, en protesta, dejar¨¢ dos sillas vac¨ªas en el Consejo, adem¨¢s de denunciar el decreto ley de abril ante el Tribunal Constitucional.
Los mimbres tejidos por el Gobierno para RTVE no son los m¨¢s adecuados para garantizar su independencia informativa. No hay ning¨²n sistema perfecto para lograrla, pero el estatuto de 2006 que obligaba a consensuar los nombramientos ha convertido los telediarios de La 1 en los m¨¢s neutrales de las ¨²ltimas d¨¦cadas y en los de mayor ¨¦xito de audiencia. Es lamentable y alarmante la celeridad con la que Rajoy ha desbaratado esa hist¨®rica ¡ªy ahora ef¨ªmera¡ª conquista. Pero las consecuencias del atropello son de mayor envergadura. Porque, aparte del resultado del cambio en el seno de la corporaci¨®n, se ha tensado la relaci¨®n con los socialistas, lo que sin duda va a repercutir en la buena marcha y la renovaci¨®n que necesitan otras instituciones del Estado, como el Tribunal Constitucional, ya suficientemente erosionadas.
Cabe preguntarse, no obstante, si la reacci¨®n del PSOE dejando dos de sus tres sillas vac¨ªas en el Consejo de RTVE es adecuada. Es dif¨ªcil de entender una automarginaci¨®n que dificultar¨¢ a los socialistas la supervisi¨®n de la labor de los nuevos gestores justo cuando m¨¢s se necesita. Estar en el Consejo puede facilitar el cambio de esas reglas que no gustan y mantener, al mismo tiempo, al consejero cuyo mandato a¨²n no ha caducado desvirt¨²a tan discutible medida de presi¨®n.
RTVE atraviesa problemas financieros que el nuevo presidente tendr¨¢ que afrontar. Ese perfil t¨¦cnico que tanto pondera el PP habr¨ªa sido la mejor carta de presentaci¨®n para lograr el consenso con el PSOE. Descartar tal posibilidad es un desprecio a las pr¨¢cticas democr¨¢ticas m¨¢s extendidas en nuestro entorno. Por lo dem¨¢s, la medida de la capacidad de gesti¨®n y su respeto al pluralismo informativo solo la dar¨¢n los equipos que forme y el desempe?o en su labor de Gonz¨¢lez-Echenique, un abogado sin experiencia en el sector audiovisual. Pero llega con un pecado original dif¨ªcil de soslayar.
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