Cultivando el miedo
Las violaciones, la humillaci¨®n, el hostigamiento, los tocamientos. Son algunas de las vejaciones que, en Estados Unidos, convierten el trabajo agr¨ªcola de la mujer en un calvario. Muchas veces estas conductas agresivas e hirientes son ejecutadas por la misma persona que sac¨ªa su apetito con varias v¨ªctimas. Estos hombres, seg¨²n un informe elaborado por Human Rights Watch, tienen el poder -como supervisores, due?os de compa?¨ªas o encargados entre otros- de despedir a las trabajadoras o dar mejores horarios y permisos de descanso a quienes cumplen con los requerimientos. ¡°Esc¨²chame yo soy el supervisor y tu tendr¨¢s un trabajo¡±, relata Patricia M., mujer mexicana que prefiere mantener el an¨®nimato, en el estudio.
Estos premios son la moneda de un intercambio s¨®rdido ya que, en la mayor¨ªa de los casos, las mujeres del campo dependen totalmente de sus jefes para conseguir alojamiento y transporte. Y as¨ª, los responsables de repartir las tareas, beneficios o castigos llegan a favorecer a unas personas frente a otras que son m¨¢s vulnerables. Estas situaciones de chantaje convierten a sus compa?eros de trabajo en c¨®mplices. Porque callan, porque tienen miedo.
Casi la totalidad de las mujeres del mundo agrario de Estados Unidos que fueron entrevistadas durante la elaboraci¨®n del informe afirm¨® haber sufrido acoso o abuso sexual en su trabajo o conocer casos de compa?eras que hab¨ªan padecido este tipo de vejaciones. Las diferencias de poder entre los supervisores y sus v¨ªctimas fomentan que en muchas ocasiones los casos no se denuncien y muy pocos lleguen a los juzgados, seg¨²n narra el documento.
El estudio adem¨¢s incluye entrevistas con distintos profesionales del sector agrario como granjeros, productores y proveedores. Esto empleadores sostuvieron, casi sin excepci¨®n, que la violencia sexual en el campo es una preocupaci¨®n real, evidente e importante sobre la que el Gobierno de EE UU deber¨ªa trabajar con m¨¢s ah¨ªnco, alerta el estudio.
Los expertos aseguran que conocer el alcance real de este problema es muy complicado, ya que la mayor¨ªa de estas mujeres se encuentran en situaciones excepcionales. Son muchas las que trabajan ¨²nicamente en ciertas estaciones del a?o mientras otras, adem¨¢s de no tener su situaci¨®n legalizada en el pa¨ªs, se mueven con mucha rapidez de un Estado a otro, seg¨²n explica este informe.
Los datos recogidos por Human Rights Watch apuntan que las personas m¨¢s sensibles a sufrir este tipo de abusos son las mujeres j¨®venes, las inmigrantes reci¨¦n llegadas, las solteras y las ind¨ªgenas. Pero el problema de la violencia sexual no se produce solo en el campo. Una de cada cinco mujeres en EE UU ha sido violada en alg¨²n momento de su vida. El gran problema es que muy pocas denuncian a las autoridades. En 2008,tan s¨®lo el 41% de las v¨ªctimas alert¨® del episodio violento a la polic¨ªa. En 2010, tan solo un cuarto de los casos que fueron investigados llev¨® al arresto.
Una encuesta de 2011 elaborada conjuntamente por el diario The Washington Post y la cadena ABC concluy¨® que una de cuatro mujeres y uno de cada diez hombres sufr¨ªan acoso en su trabajo y que tan s¨®lo un 41% de ellos lleg¨® a informar a su supervisor.
El impacto de una agresi¨®n sexual puede ser devastador. Muchas de las v¨ªctimas sufren secuelas muy importantes tras la agresi¨®n. ?stas suelen padecer trastornos depresivos y ansiosos, dolor f¨ªsico y deterioro en sus relaciones interpersonales con familiares y amigos empeoran.
A pesar de que algunas jornaleras llegan a denunciar estos actos violentos en centros de crisis o agencias de ayuda a las v¨ªctimas- organizaciones presentes en muchas comunidades rurales de EE UU- algunas no pueden recurrir a ellas, fundamentalmente por el idioma. Cuando los propios trabajadores del sector rural quieren alertar sobre este tipo de abusos hacia sus compa?eras, muchos aseguran que son sometidos a una reducci¨®n del horario del trabajo, reciben un trato abusivo e incluso algunos pueden llegar a perder su trabajo, seg¨²n relata el estudio.
En EE UU, la industria agraria ha sido durante mucho tiempo tratada de forma muy diferente a otros sectores. Por ejemplo, en el mundo de la agricultura, los trabajadores no cobran horas extra y no pueden organizar colectivos que luchen por sus derechos. Adem¨¢s, seg¨²n han concluido estudios anteriores al presentado ahora, este sector se ha visto salpicado por casos de trabajo infantil y de exposici¨®n a pesticidas peligrosos para la salud. Estas lagunas legales hacen que para las v¨ªctimas de abusos sexuales sea muy dif¨ªcil denunciar porque no conf¨ªan en que vayan a ser protegidas.
Adem¨¢s, en este pa¨ªs los trabajadores ilegales no pueden ser representados jur¨ªdicamente. Existen abogados que afrontan este tipo de retos, aunque son los menos. La gran mayor¨ªa de los trabajadores agr¨ªcolas en EE UU han nacido en otros pa¨ªses, seg¨²n indica la Encuesta Nacional de Trabajadores Agr¨ªcolas (NAWS) del periodo 2007-2009.
Y aunque la polic¨ªa est¨¢ obligada a investigar cada caso de violencia que se denuncia, los agentes de la autoridad deben verificar siempre si los demandantes tienen los papeles en regla. Este requisito dificulta que las mujeres agredidas -sobre todo inmigrantes irregulares- informen sobre el suceso. ¡°Ten¨ªa miedo de denunciar y que me metieran en la c¨¢rcel, de que me enviar¨¢n a M¨¦xico porque era ilegal¡±, dice Patricia M. en el informe. Otras no tuvieron la fortuna de denunciar y siguen callando.
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