La pol¨ªtica como m¨¢cula
Cobra fuerza la idea de que la actividad pol¨ªtica inhabilita para formar parte de instituciones cuya independencia respecto de los poderes pol¨ªticos proclaman sus respectivas normas reguladoras.
El relevo de la c¨²pula del Banco de Espa?a y las objeciones que al parecer esgrime el Gobierno a la candidata inicialmente propuesta por el primer partido de la oposici¨®n para el cargo de subgobernador del banco as¨ª lo evidencian. Las normas que regulan esta clase de nombramientos exigen que las personas seleccionadas gocen de reconocido prestigio y competencia profesional, pero en ning¨²n caso tipifican como causa inhabilitante la pertenencia o proximidad a partidos pol¨ªticos o el desempe?o en el pasado de cargos de confianza pol¨ªtica. Lo contrario vulnerar¨ªa la Constituci¨®n, que reconoce a los partidos como instrumento fundamental para la participaci¨®n pol¨ªtica (art¨ªculo 6) y garantiza a los ciudadanos la libertad de asociaci¨®n (art¨ªculo 22) y el derecho de participaci¨®n en los asuntos p¨²blicos (art¨ªculo 23). En este sentido, nuestro ordenamiento jur¨ªdico solo proh¨ªbe la actividad pol¨ªtica a los miembros de la carrera judicial y de las Fuerzas Armadas.
?Resulta entonces constitucionalmente admisible que la pr¨¢ctica institucional erija la actividad pol¨ªtica en m¨¢cula que impide el acceso a determinadas responsabilidades p¨²blicas, aunque se re¨²nan los requisitos legales de idoneidad para ejercerlas? Rotundamente no. No es democr¨¢tico un Estado en el que el compromiso pol¨ªtico se transforma en estigma, tacha o dem¨¦rito que anula la idoneidad de ciudadanos cualificados y competentes. Seamos cr¨ªticos con la colonizaci¨®n partidista de las instituciones, pero tambi¨¦n con el falso mito de la asepsia tecnocr¨¢tica, detr¨¢s de la cual se esconde mucha pol¨ªtica, poco transparente y normalmente conservadora.¡ª Mariano Bacigalupo, profesor de Derecho de la UNED.
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