Retos de Rio+20
Del 20 al 22 de junio se re¨²ne en R¨ªo de Janeiro, Brasil, la Conferencia de Naciones Unidas sobre desarrollo Sostenible, m¨¢s conocida como R¨ªo+20. Marca el 20 aniversario de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio ambiente y Desarrollo (Cumbre de la tierra o UNCED), que tuvo lugar en la misma ciudad en 1992 y el d¨¦cimo de la de 2002 sobre Desarrollo Sostenible (WSSD), de Johannesburgo. Se espera que la actual sea la m¨¢s grande de todas las reuniones internacionales organizadas por la ONU.
R¨ªo+20 quiere centrarse en el Desarrollo sostenible, un concepto que puso sobre la mesa el llamado Informe Brundtland, en 1987. Seg¨²n el concepto que fue perfilado en la WSSD de Sud¨¢frica, el desarrollo sostenible se basa en tres pilares: econ¨®mico, social y medio ambiente. El problema y las discusiones surgen cuando se debate sobre c¨®mo conjugar los tres y d¨®nde poner las prioridades. Los meses previos a la Cumbre ha habido todo tipo de encuentros de diferentes bloques -EU, JUSCANZ, G77¡- que han debatido sobre los dos grandes temas de la reuni¨®n: Una econom¨ªa verde en el contexto de un desarrollo sostenible y erradicaci¨®n de la pobreza, por un lado, y la compilaci¨®n normativa del desarrollo sostenible, por el otro. Al mismo tiempo se ha discutido sobre qu¨¦ prioridad debe darse a ¡°Los principios de R¨ªo¡±.
Para ?frica, R¨ªo+20 representa una gran oportunidad de mostrarse unida y fuerte ante los pa¨ªses m¨¢s poderosos al mismo tiempo que supone un reto para el futuro y el desarrollo sostenible de los distintos pa¨ªses del continente.
El primero de estos retos es el de la pobreza. Todos sabemos que a pesar de los esfuerzos realizados en las ¨²ltimas d¨¦cadas, sobre todo tras la promulgaci¨®n de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), este sigue siendo uno de los problemas m¨¢s acuciantes de ?frica. En los ¨²ltimos a?os hemos asistido al fuerte crecimiento de algunas econom¨ªas africanas, el cual no se ha traducido en una mejora de las condiciones de vida para la mayor¨ªa de los ciudadanos.
Una peque?a elite acumula gran parte de la riqueza del continente y la pujante clase media se une a ella en la persecuci¨®n de unos est¨¢ndares de vida, similares a los de Occidente, que son insostenibles. La mitad de los africanos y las africanas siguen viviendo bajo el, internacionalmente aceptado, umbral de la pobreza: 1,25 d¨®lares al d¨ªa.
En los ¨²ltimos 20 a?os, desde R¨ªo 1992, la reducci¨®n de la pobreza en el continente ha sido mucho m¨¢s lenta que en el resto del mundo.
Por otra parte, adem¨¢s de las grandes hambrunas como la de Somalia o la actual del Sahel, temas como las enfermedades, el analfabetismo, la falta de acceso a agua limpia y saneamientos, la alta tasa de desempleo juvenil, la falta de oportunidades para las mujeres¡, siguen estando muy presentes (sin negar los muchos logros alcanzados en la ¨²ltima d¨¦cada) en la mayor¨ªa de los pa¨ªses.
Por su parte, el cambio clim¨¢tico est¨¢ afectando m¨¢s a ?frica que al resto del globo. Esto, como se puso de manifiesto en la Cumbre de Durban, celebrada en noviembre de 2011, supone un nuevo reto para las posibilidades de desarrollo del continente. Hay que tener en cuenta que la poca capacidad para dar respuesta al fen¨®meno y de adaptaci¨®n a la nueva situaci¨®n pone en peligro la seguridad alimentaria y el acceso al agua en muchas regiones africanas.
?frica tambi¨¦n parte con desventaja a la hora de pedir que se opte por una econom¨ªa verde que sea menos contaminante y que utilice menos recursos. En la Conferencia de Durban se vio c¨®mo los pa¨ªses m¨¢s desarrollados, los principales contaminantes, echaron mano de la crisis econ¨®mica internacional para no cumplir con sus compromisos de reducci¨®n de emisiones y transferencia de tecnolog¨ªa y fondos para frenar el impacto del cambio clim¨¢tico en los pa¨ªses del Sur. La mayor¨ªa de los pa¨ªses africanos han optado por las energ¨ªas limpias, pero la dependencia tecnol¨®gica de Occidente puede representar alg¨²n tipo de barrera para el desarrollo de este sector en ?frica, seg¨²n sean los intereses de las grandes potencias.
Al inicio hemos sugerido el principal problema de fondo que subyace en este tipo de reuniones internacionales, que no es otro que los distintos significados que el desarrollo sostenible tiene para diferentes grupos. Para algunos quiere decir ¡°sostenibilidad econ¨®mica¡±, para otros se refiere a la protecci¨®n del medio ambiente y un desarrollo m¨¢s lento y para otros significa estudiar las relaciones entre el medio ambiente y sus dimensiones sociales y econ¨®micas.
As¨ª, de las reuniones celebradas por los diferentes grupos se desprende que el G77 teme que una mala definici¨®n de ¡°econom¨ªa verde¡± pueda ser utilizada por los pa¨ªses ricos para imponer un nuevo proteccionismo comercial, mientras la Uni¨®n Europea quiere establecer objetivos a conseguir y los Estados Unidos son reacios a dejarse atar por cualquier tipo de obligaci¨®n que pueda surgir de la Cumbre.
El documento base de R¨ªo+20, El futuro que queremos, ha reducido las obligaciones de los pa¨ªses m¨¢s ricos en materia de derechos humanos y equidad: Toda referencia al Derecho al desarrollo ha sido eliminada, la erradicaci¨®n de la pobreza se reduce a la extrema¡ Los pa¨ªses m¨¢s poderosos tambi¨¦n han conseguido eliminar cualquier leguaje que pueda implicar una obligaci¨®n de aportar recursos econ¨®micos, tecnolog¨ªa, apoyo¡, para favorecer el desarrollo sostenible de los pa¨ªses del Sur. Tampoco aparecen indicios de una voluntad que apunte a reformas en el campo del comercio internacional, de las finanzas o de las inversiones que tanto da?o hacen a muchos pa¨ªses africanos.
Por ello, se necesita un principio de acuerdo sobre qu¨¦ entendemos por desarrollo sostenible que sirva de fundamento a todas las propuestas pol¨ªticas, el cual tiene que conjugar el uso justo y equilibrado de los recursos naturales con un conjunto de valores ¨¦ticos que ayuden a transformar la sociedad en que vivimos. Pienso que este deber¨ªa de ser el punto de partida de R¨ªo+20 ya que, despu¨¦s de 20 a?os desde la celebraci¨®n de la primera Conferencia de Rio y 10 de la de Sud¨¢frica, la situaci¨®n de nuestro planeta y sus habitantes, particularmente la de los m¨¢s pobres y vulnerables, ha empeorado.
La postura del continente africano ante R¨ªo+20 debe ser unitaria y as¨ª lo reconocieron los distintos gobiernos del continente en la reuni¨®n celebrada en Addis Abeba, Etiopia, entre el 20 y 25 de octubre pasado, en el documento titulado Africa Consensus Statement to Rio+20. En ¨¦l se recuerda la validez de la Nueva Alianza para el Desarrollo de ?frica (NEPAD) como el marco del desarrollo sostenible del continente. Al mismo tiempo, reconoce que el fundamento de todo desarrollo sostenible radica en la buena gobernanza, instituciones fuertes y responsables, la creaci¨®n de riqueza, la igualdad y equidad social, la erradicaci¨®n de la pobreza, el respeto al medio ambiente y el progresivo cumplimiento de los acuerdos internacionales, incluyendo los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Los dirigentes africanos tambi¨¦n quieren que el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), con sede en Nairobi, Kenia, se transforme en una agencia especializada, con un presupuesto mayor y un mandato m¨¢s amplio. Dicen que la estructura actual del organismo no da respuesta a las necesidades del continente.
Yo no tengo mucha fe en este tipo de reuniones internacionales, aunque sean necesarias para seguir avanzando. Los fuertes y poderosos siempre terminan imponiendo sus posiciones. Quiz¨¢s, la unidad que muestran los pa¨ªses africanos pueda resultar en un empuje y un cambio de direcci¨®n. El optimismo, aunque pequemos de ingenuos, nunca nos falta.
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