Demasiados parecidos
Nuevo episodio de art¨ªculo que presenta parecidos con otro anterior de un autor distinto. Sin llegar a los porcentajes de copia que albergaba uno detectado recientemente, varios lectores se han dirigido al Defensor se?alando el empleo por parte de la escritora Susana Fortes de frases id¨¦nticas a las de un art¨ªculo de Enric Gonz¨¢lez. Y en Internet hay abundantes alusiones calific¨¢ndolo de plagio. Jes¨²s de Prado Plumed se pregunta: ?Debo sorprenderme por la similitud de lenguaje y argumentos entre este art¨ªculo de EL PA?S y este en Jotdown... por un periodista de EL PA?S? ?O es pura materia del Zeitgeist imperante que hasta la forma de argumentar nos iguala? Espero las aclaraciones de la redacci¨®n. De momento, las redes sociales se hacen conveniente eco del parecido. Constato, por mi parte, que en los ¨²ltimos a?os EL PA?S adolece de un notable desprecio por los m¨ªnimos editoriales. Por ejemplo, corregir el trabajo de sus colaboradores. Pepa Monta?¨¦s, por su parte, escribe que le gustar¨ªa saber a qu¨¦ se debe la gran similitud entre ambos art¨ªculos.
Fortes desarrolla con ejemplos propios la idea de que es dif¨ªcil apreciar la verdadera dimensi¨®n de un acontecimiento en el momento en que se vive el mismo, pero el art¨ªculo recurre a expresiones calcadas de la pieza de Gonz¨¢lez. El problema no est¨¢ en las coincidencias en el an¨¢lisis, que pueden darse desde los procesos intelectuales de cada uno, si no en el empleo de recursos ret¨®ricos id¨¦nticos como no es aconsejable encari?arse, la alusi¨®n a la orquesta en cubierta, todo es ef¨ªmero o en la construcci¨®n de determinadas frases.
Para tener una idea de lo que estamos hablando reproduzco el art¨ªculo de Fortes donde figuran en rojo las frases o met¨¢foras que pueden encontrarse, iguales o con un sospechoso parecido, en el art¨ªculo previo en el tiempo de Gonz¨¢lez.
"Todo el mundo tiene afici¨®n a los grandes momentos hist¨®ricos. ?Se imaginan haber presenciado la toma de la Bastilla, el asalto al Palacio de Invierno, o la debacle de Little Big Horn? S¨®lo eso nos dar¨ªa para vivir de rentas el resto de nuestra vida cont¨¢ndoles batallitas a los nietos. Lo malo de los momentos hist¨®ricos es que a nadie le da tiempo a enterarse.Como recordar¨¢n, Fabricio del Dongo, el protagonista de La Cartuja de Parma, est¨¢ en el mism¨ªsimo campo de Waterloo el d¨ªa de la batalla y se pregunta qu¨¦ clase de peque?a escaramuza ser¨¢ esa. Waterloo, el fin del imperio napole¨®nico, ni m¨¢s ni menos. Tambi¨¦n hay quien llega a casa cada d¨ªa sin saber c¨®mo pudieron acabar todos sus ahorros en Bankia, ese modelo de solidez compuesto por Caja Madrid y unas cuantas cajas valencianas agujereadas como unos calcetines viejos. La confianza del pr¨®jimo siempre es un misterio.F¨ªjense que hubo quien se trag¨® aquello que dijo Zapatero de que la banca espa?ola era la m¨¢s solvente del mundo. Por haber, hubo incluso quien crey¨® al propio Rajoy en las ¨²ltimas elecciones cuando proclam¨® que no subir¨ªa los impuestos y que todo se resolver¨ªa devolviendo la seguridad a los mercados. No me extra?ar¨ªa que hasta ¨¦l mismo se lo llegara a creer. Los de Pontevedra son muy raros.Da un poco de pena ver a los miembros de un Gobierno reci¨¦n estrenado y con mayor¨ªa absoluta saltando de un lado para otro como conejos enloquecidos sin dar con la chistera, mientras se cargan todas las prestaciones sociales a cambio de nada. Por el amor de Dios, si el saco roto de los t¨®xicos de la banca son m¨¢s de 200.000 millones de euros. Por m¨¢s que lo intenten, no hay manera de tapar un agujero as¨ª sin que quiebre el Estado.Quien tenga afici¨®n por los momentos hist¨®ricos, esta es la suya. Que abra bien los ojos y se prepare para ser testigo de cargo. Lo que van a ver no es una escaramuza cualquiera. Es Waterloo. Nadie se atreve a decirlo en voz alta porque el que m¨¢s y el que menos est¨¢ con el agua al cuello. Y en esa situaci¨®n lo ¨²nico de lo que quiere o¨ªr hablar la gente es de botes salvavidas. El problema, como siempre, es que no habr¨¢ para todos. Pero la orquesta ya ha subido a cubierta.?Y qu¨¦ pasar¨¢ entonces? Nada. Es posible que en pocos meses tengamos un Gobierno distinto, de concentraci¨®n, o m¨¢s probablemente uno de esos Gobiernos llamados t¨¦cnicos, tutelado directamente desde Berl¨ªn. O sea, los hombres de negro. Tambi¨¦n puede ser que la uni¨®n monetaria europea se vaya al carajo.En fin, que no parece aconsejable encari?arse demasiado con las cosas materiales. Todo es ef¨ªmero. Imag¨ªnense que ni siquiera el amor de Ingrid Bergman por Bogart en Casablanca fue para toda la vida. Pero tranquilos. Somos una generaci¨®n que ha superado la separaci¨®n de los Beatles. Sobreviviremos".
La escritora, premio Fernando Lara de Novela en 2009 y finalista del Planeta en 2003, me ha remitido un escrito en el que afirma: Enric Gonz¨¢lez es uno de mis periodistas de cabecera y soy de las lectoras que echa enormemente en falta sus antiguas columnas en el peri¨®dico. Hace unos a?os, en el 2009, fui presidenta del jurado que le concedi¨® el Premio Cuco Cerecedo, otorgado por la Asociaci¨®n de Periodistas. Con lo cual queda claro que soy una lectora asidua y entusiasta de sus art¨ªculos. Me gusta su estilo, la elegancia que pone en los matices, una saludable dosis de escepticismo, cierta ternura de fondo que tienen todas sus cr¨®nicas y una tenacidad muy suya para cuestionar las verdades establecidas. Es muy posible que en mi columna Salvar el momento se refleje esa admiraci¨®n de fondo. Reconozco las semejanzas y entiendo que a muchos lectores les hayan parecido m¨¢s que casuales las coincidencias. No he tenido el texto de Enric delante a la hora de escribir, pero tengo tan interiorizados algunos de sus recursos ret¨®ricos que es posible que los haya mimetizado. En los ¨²ltimos tiempos la cubierta del Titanic est¨¢ efectivamente demasiado concurrida. Aunque creo que las referencias al naufragio, Bankia, los hombres de negro, los gobiernos t¨¦cnicos y otros descalabros fueron casi un lugar com¨²n en toda la prensa durante la semana del rescate. Las afinidades electivas existen desde mucho antes que Goethe. Todos estamos en una misma l¨ªnea de perplejidad o fatalidad y a veces quiz¨¢ no tengamos el ingenio suficiente para crear im¨¢genes verdaderamente nuevas y acabemos repitiendo expresiones o ideas que flotan en la atm¨®sfera. De modo que resulta dif¨ªcil decir qu¨¦ es original y qu¨¦ no. Si esto es una cura de humildad para cualquier periodista, imag¨ªnense la desaz¨®n que debi¨® de sentir Thomas Mann cuando estaba escribiendo Doktor Faustus y recibi¨® El juego de los abalarios, de Herman Hesse, al darse cuenta de lo much¨ªsimo que ten¨ªan en com¨²n. El periodismo es tambi¨¦n, como la literatura, una tradici¨®n y una herencia. Est¨¢ lleno de pr¨¦stamos e intercambios. En este oficio ocurre a menudo que uno cree tener una idea original y no es consciente de que en realidad la oy¨® la noche anterior en el telediario, o en una tertulia o se la escuch¨® a un amigo o la ley¨® en Facebook. Nadie est¨¢ libre de ese influjo. Baste decir que hasta el Esp¨ªritu Santo tom¨® prestada la cr¨®nica del Diluvio Universal de la gesta de Gilgamesh, y eso que entonces no exist¨ªa internet. Hoy el inconsciente individual y colectivo est¨¢ en las redes sociales. No s¨¦ si eso es bueno o malo, aunque en ocasiones resulta abrumador. Pero para un gremio como el nuestro -al que le cuesta admitir la idea de deber algo a sus antecesores, no digamos ya a sus contempor¨¢neos- no viene mal que, de cuando en cuando, alguien nos recuerde que no somos ¨²nicos, ni originales, ni irrepetibles, ni estamos solos en el mundo.
Fortes me ha manifestado de forma reiterada que no tuvo delante el art¨ªculo de Gonz¨¢lez cuando escribi¨® el suyo. La similitud de determinadas construcciones e im¨¢genes literarias conduce entonces a un ins¨®lito episodio de intertextualidad (a?ejo concepto elaborado por Kristeva), entendida como absorci¨®n y transformaci¨®n de otro texto que, cuando no se da a trav¨¦s de citas debidamente acreditadas, levanta razonables sospechas de copia en sus lectores. Incluso ateni¨¦ndonos a la afirmaci¨®n de la escritora de que se trata de un resultado involuntario, la comparaci¨®n revela una seria merma en la originalidad que debe tener un texto de autor. Demasiados parecidos.
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.