La verdad
El riesgo de encontrarla es proporcional a la edad: los j¨®venes, la rehuyen; los mayores, la persiguen
Ciertamente, quien busca la verdad corre el riesgo de encontrarla. ?Pero, ad¨®nde hay que ir a buscarla? Sin duda el m¨¦todo socr¨¢tico m¨¢s moderno para llegar a ella es el TAC, la tomograf¨ªa axial computarizada. La verdad ya no es propiedad de ninguna filosof¨ªa, porque tantas doctrinas contrapuestas, al final, conducen al escepticismo. Tampoco se halla en ninguna iglesia. Todas las creencias son, en el fondo, el reflejo humano de la pelea entre dioses enemigos. Puede que la verdad anide en el alma intransferible de cada uno, pero solo existe un camino para alcanzarla: se trata de hacerse un chequeo m¨¦dico completo y para eso hay que pedir hora en una cl¨ªnica, no en un templo ni escuela. El riesgo de encontrar la verdad es proporcional a la edad de quien la busca. A los j¨®venes que llevan una vida sana, salvo casos raros, este asunto no les va nada, pero a medida que uno envejece la verdad se esconde en alg¨²n lugar del cuerpo, forma parte del alma y solo en contadas ocasiones asoma por el rostro. La forma de llegar al alma empieza por un an¨¢lisis de sangre. Aparecen los leucocitos, los hemat¨ªes, la glucosa, la urea, la creatinina, el hierro, el ¨¢cido ¨²rico, las enzimas, los triglic¨¦ridos, los marcadores tumorales. En este caso, si la verdad no da la cara, uno respira tranquilo. Pero a continuaci¨®n la verdad te exige m¨¢s sacrificios: placas por si aparecen sombras de sospecha en los pulmones, una colonoscop¨ªa para detectar p¨®lipos en los intestinos, un tubo que habr¨¢ tragarse buscando sus huellas en el est¨®mago, una prueba de esfuerzo por si la verdad fuera ese trombo que pudiera obstruir la aorta y despu¨¦s, ecograf¨ªas, resonancias magn¨¦ticas, contrastes. Cada uno de estos chequeos requiere previamente que firmes tu responsabilidad en el caso de que mueras en el empe?o. Finalmente, si uno se pone exigente, el m¨¦dico te pedir¨¢ que ofrezcas tu cuerpo entero a una m¨¢quina infernal cuyo diab¨®lico rodillo ir¨¢ dividiendo en rodajas todo lo que la existencia ha ido dejando en cada una de tus mucosas m¨¢s secretas hasta el tama?o de una lenteja. Si al final de este proceso no has encontrado la verdad, entra en el primer bar, t¨®mate un par de cervezas y luego, como King Kong, s¨²bete al Empire State con tu novia en brazos.
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