¡°?Es Sir Elton John!!¡±
El cantante brit¨¢nico act¨²a en Ibiza en un festival con muchos 'vips' que incluye dos djs y un mercadillo 'hippy'
La tarde era naranja a la orilla de la playa, pero pasadas las nueve el sol se volvi¨® una bola de fuego rojo y el mar se lo trag¨® de un mordisco. Justo entonces, como si todo estuviera bien ensayado, sali¨® al escenario la estrella del pop, con su larga chaqueta morada de lentejuelas y gafas oscuras. Hizo un adem¨¢n para agradecer los aplausos, se sent¨® ante un elegante piano Yamaha, puso los dedos sobre el teclado y empez¨® a tocar Your song.
¡°?Es una se?ora!¡±, exclamaban entre el p¨²blico.
No. ?Es Sir Elton John!
"Nunca hab¨ªa estado en Ibiza, pero cuando me invitaron no dud¨¦ en venir. ?Estoy encantado de estar aqu¨ª!, grit¨® ayer el artista londinese de 65 a?os y desat¨® la euforia del p¨²blico. En las pantallas del escenario ca¨ªan estrellas cuando comenz¨® a sonar Madman across the water, un ¨¦xito de 1971. Llegaron m¨¢s temas hasta que Rocket man desterr¨® al piano del escenario. Hab¨ªa pasado media hora, Elton John se levant¨® y los t¨¦cnicos por detr¨¢s preparaban todo para la siguiente parte del concierto.
Junto a las rocas de Ses Variades hab¨ªa unas amplias y blancas carpas en las que cada tanto entraban vips con pulseras distintivas en la mu?eca, gafas negras de dise?o, finas camisetas, shorts y minifaldas. Cuerpos de belleza descarada: morenos y sexies. Y poses. Muchas poses. Porque aqu¨ª tambi¨¦n entran las c¨¢maras de la prensa. Hay actores, actrices, cantantes y celebrities nacionales y extranjeras. El m¨¢s solicitado era Hugo Silva, ¡°el nuevo chico Almod¨®var¡±. Los camareros reparten decenas de mojitos y canap¨¦s. Al fondo est¨¢ el mar y m¨¢s ac¨¢ el escenario. Dos Djs pinchan y pinchan extasiados, lo mismo dance que reguet¨®n. Y los vips se contonean.
Abajo, el p¨²blico se reparte una enorme alfombra verde que simula c¨¦sped. La mayor¨ªa son ¡°adultescentes¡±. Ingleses, sobre todo. En bikini. Con el torso desnudo. Con camisetas gastadas. Los pies enfundados en l¨¢tex o en chanclas. Pero no falta el calvo panz¨®n que se divierte m¨¢s que todos mientras se retuerce y levanta las manos o la se?ora de rostro surcado por el tiempo: ¡°?Qu¨¦ tal, darling?¡±. ¡°Aqu¨ª hay harto guiri colorao¡±, dice Tania, una chica morena y sonriente, que cambia euros por bats. Porque esto es el Bacardi Ibiza 1 2 3 Roctronic Festival, un evento con su propia moneda: peque?a, con el murci¨¦lago del patrocinador en blanco sobre un fondo negro. La gente entrega 10 euros y le dan cinco bats. Con eso se puede comprar bebidas y algo para picar. Un bocadillo cuesta tres bats.
Muy cerca de la carpa-casa de la moneda, dos esculturas de Buda enmarcan la entrada de un peque?o espacio con dos camillas. ¡°Hola, guapo. ?Te apetece un masaje?¡±, dice con sensual mirada una mujer rubia y esbelta. ¡°Diez minutos, 15 euros... Pero si te va a encantar. Entra¡±. ¡°Va a entrar tu puta madre¡±, le grita un hombre maduro. Pero la rubia no le hace caso. Mejor muestra sus manos con restos de aceite arom¨¢tico, como ¨²ltimo recurso para convencer.
En eso pasa un hombre bajito y moreno, con un chaleco verde fosforescente. Se llama Juan, es boliviano, vive desde hace 10 a?os en Ibiza, suele trabajar como albanil ¡°cuando se puede¡±, y esta aqu¨ª porque lo han contratado durante tres d¨ªas para que recoja la basura. Anda entre el p¨²blico, esquivando cuerpos, humores y olores, agachado, con unos guantes de l¨¢tex, metiendo en una bolsa negra vasos de pl¨¢stico, envoltorios, pedacitos de patatas fritas, pajitas negras, cajas de chicles... ¡°Ya llevo unas 50 bolsas, ?c¨®mo ve? Y eso que no hay tanta gente, ?c¨®mo ve? La cosa est¨¢ tranquila, ?c¨®mo ve?... No, yo ni pongo atenci¨®n en los artistas, ?c¨®mo ve? Como no entiendo mucho de esta m¨²sica, pues...¡±, explica mientras sigue recogiendo basura.
M¨¢s all¨¢ han instalado un mercadillo. Hippy. Que no se diga que en esta isla se ha esfumado el flower power. Hay collares, camisetas estampadas con el rostro del Che o Mao distorsionados, vestidos floreados, velas arom¨¢ticas, cinturones de todos los colores, pulseras de cuero... Pero la gente solo ve y no compra. Prefiere gastar sus bats en una cervezas, en un mojito o en un perrito caliente.
El calor no es excesivo. Se est¨¢ bien. El sol ha dejado su furia para concentrarse en su nuevo tono rojo. Fue entonces cuando la tarde naranja se esfumo y Sir Elton John regres¨®. Despu¨¦s de ofrecer sus cl¨¢sicos, cogi¨® el micr¨®fono y se dirigi¨® al respetable: ¡°Siempre me ha gustado la m¨²sica dance, solo que no sab¨ªa hacerla. Pero hace tres a?os conoc¨ª a unos t¨ªos y hoy queremos presentarles algo¡±.
Entonces, Nick Littlemore y Peter Mayes, el d¨²o australiano Pnau, salieron corriendo con unas chilabas blancas, que m¨¢s parec¨ªan una camisa de fuerza, y ellos unos locos de atar, hasta llegar al lado del cantante. Provocaron gritos y revitalizaron la fiesta con una inyecci¨®n de adrenalina.Y con Elton en el teclado electr¨®nico presentaron lo que han hecho juntos: Turn around and say god morning to the night, una pegadiza canci¨®n f¨¢cil de aprender, que al instante todos empezaron a corear. Dos, tres temas y ya era de noche cuando la estrella brit¨¢nica se despidi¨® pero antes se puso de espaldas para que el p¨²blico viera la parte de atr¨¢s de su brillante chaqueta. Ten¨ªa escrita la palabra ¡°Fantastic¡± con letras rojas. Pnau sigui¨® en el escenario y poco a poco, los espectadores comenzaron a marcharse. Ya de madrugada, la luna llena coronaba el cielo y a la orilla del mar la calma comenzaba a instalarse. Despu¨¦s de todo, esto es Ibiza. Y aqu¨ª no hay prisa.
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