Virgilio Pi?era y el pensamiento cautivo
El gobierno de Ra¨²l Castro, resuelto a incorporarlo todo, en una suerte de gula simb¨®lica, decidi¨® tolerar la canonizaci¨®n del escritor cubano, en el centenario de su nacimiento. El mismo Estado que lo margin¨® y silenci¨®
Luego de d¨¦cadas de silenciamiento o relegaci¨®n, el escritor cubano Virgilio Pi?era (1912-1979) ocupa un sitio referencial en la literatura cubana contempor¨¢nea. Los avatares del canon nacional de las letras se cumplen, como en pocos autores latinoamericanos del siglo XX, en este poeta, dramaturgo y narrador, nacido hace 100 a?os en C¨¢rdenas, Matanzas. Los atributos de Pi?era que molestaban al Estado cubano, hace apenas 20 a?os, son los mismos que le han ganado una presencia tutelar, cada vez m¨¢s discernible entre las ¨²ltimas generaciones de escritores de la isla y la di¨¢spora.
La vuelta a Pi?era es otra evidencia de que las tradiciones se reinventan, por obra de las comunidades intelectuales, no de los gobiernos y sus burocracias que siempre llegan tarde al reconocimiento del gran arte. A Pi?era lo han favorecido, adem¨¢s, el desplazamiento de las po¨¦ticas latinoamericanas hacia los m¨¢rgenes o la resaca del boom y el ocaso del nacionalismo. En Argentina, por ejemplo, Ricardo Piglia ha rele¨ªdo a Pi?era y a su amigo Witold Gombrowicz como representantes de una literatura ¡°menor¡±, no tanto porque afirmaran la lengua de una minor¨ªa, como el Kafka de Deleuze y Guattari, sino porque descre¨ªan del ceremonial moderno de la literatura.
Homosexual, ateo, cr¨ªtico de las ideolog¨ªas nacionales de mediados del siglo XX ¡ªla liberal, la cat¨®lica, la marxista¡¡ª, Pi?era fue la personificaci¨®n de la inconformidad intelectual en Cuba. Esa ubicaci¨®n ¨¢spera en una comunidad literaria sometida a fuertes moralizaciones y autorizaciones religiosas e ideol¨®gicas, hizo que la cr¨ªtica de Pi?era al orden cultural de Cuba, previo a la Revoluci¨®n, lo sumara di¨¢fanamente a ¨¦sta a partir de 1959. Cuando a mediados de los 60, el gobierno de Fidel Castro hizo evidente su adscripci¨®n a un marxismo-leninismo ortodoxo, practicante de la homofobia y el dogmatismo, Virgilio Pi?era comenz¨® a sentir los rigores de la exclusi¨®n.
Al triunfo de la Revoluci¨®n, Pi?era, que por m¨¢s de una d¨¦cada hab¨ªa vivido un exilio intermitente en Buenos Aires, acumulaba una obra s¨®lida en narrativa, poes¨ªa y teatro. Para entonces se hab¨ªan publicado su poema de aires antillanos, La isla en peso (1943), su novela porte?a La carne de Ren¨¦ (1952), los relatos de Cuentos fr¨ªos (1956) y algunas de sus piezas teatrales, reunidas en el Teatro completo (1960). Pi?era hab¨ªa sido incluido, adem¨¢s, en las principales antolog¨ªas de poes¨ªa y narrativa compiladas en Cuba, como las de Cintio Vitier y Salvador Bueno, y era la figura central de la importante revista Cicl¨®n, dirigida por Jos¨¦ Rodr¨ªguez Feo.
Homosexual, ateo, cr¨ªtico, Pi?era fue la personificaci¨®n de la inconformidad intelectual
No es extra?o que Pi?era fuera reconocido por las primeras instituciones culturales de la Revoluci¨®n. Los j¨®venes escritores que se nuclearon en torno a Lunes de Revoluci¨®n, el suplemento literario dirigido por Guillermo Cabrera Infante, lo veneraban y el propio Pi?era representaba el compromiso con un proyecto pol¨ªtico de vanguardia, ajeno a las intolerancias comunista y cat¨®lica. Un proyecto pol¨ªtico que, a su juicio, deb¨ªa abandonar cualquier pretensi¨®n de ¡°poes¨ªa pura¡±, como la que cre¨ªa leer en algunos escritores de Or¨ªgenes, sin sacrificar la autonom¨ªa del arte.
Fue precisamente Pi?era quien explicar¨ªa a Fidel Castro, durante un c¨¦lebre encuentro de los escritores y artistas con el dictador, el ¡°miedo¡± al ¡°arte dirigido¡± que sent¨ªa la comunidad intelectual. Al miedo de Pi?era, Castro respondi¨® con la m¨¢xima ¡°dentro de la Revoluci¨®n todo, contra la Revoluci¨®n nada¡±, que ha regido, por m¨¢s de medio siglo, el control ideol¨®gico de la cultura cubana. Lunes de Revoluci¨®n fue clausurado, pero Pi?era continu¨® publicando en revistas como La Gaceta de Cuba y Casa de las Am¨¦ricas y varios vol¨²menes suyos, como las novelas Peque?as maniobras (1963) y Presiones y diamantes (1967), los Cuentos (1964), la obra de teatro Dos viejos p¨¢nicos (1968), premiada por Casa de las Am¨¦ricas, y el poemario La vida entera (1969), aparecieron en aquella d¨¦cada.
El ¨²ltimo libro que Pi?era public¨® en vida se titul¨®, ir¨®nicamente, La vida entera, pero el escritor vivir¨ªa unos 10 a?os m¨¢s en La Habana, convertido en un fantasma del pasado ?Qu¨¦ pasado? Ciertamente no el de la dictadura de Batista o el de la Rep¨²blica, que describi¨® cr¨ªticamente en sus libros, sino el pasado heterodoxo y vanguardista de la propia Revoluci¨®n, del que ahora renegaba el gobierno de Fidel Castro. S¨®lo algunos amigos y disc¨ªpulos, como Jos¨¦ Rodr¨ªguez Feo, Ant¨®n Arrufat, Abelardo Estorino, Abilio Est¨¦vez o Carlos Espinosa Dom¨ªnguez, se mantuvieron fieles al legado de Pi?era. Fueron ellos los que lograron sus primeras reediciones p¨®stumas a mediados de los 80.
Aquellos intentos de rehabilitaci¨®n del autor de La isla en peso coincidieron, sin embargo, con la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, el colapso de la URSS y la b¨²squeda de nuevas ¡ªm¨¢s bien viejas¡ª fuentes de legitimaci¨®n oficial en el nacionalismo cat¨®lico. La reivindicaci¨®n subalterna de Pi?era, impulsada sobre todo por Ant¨®n Arrufat, fue opacada por la reivindicaci¨®n hegem¨®nica de Jos¨¦ Lezama Lima y los poetas cat¨®licos de Or¨ªgenes, promovida por Cintio Vitier, el Ministerio de Cultura y los aparatos ideol¨®gicos del Estado. Volvieron a escucharse, entonces, las frases con que medio siglo antes Vitier hab¨ªa expulsado a Pi?era del parnaso: ¡°Influjo de visiones que de ning¨²n modo pueden correspondernos¡, nuestra sangre, nuestra sensibilidad, nuestra historia nos impulsan por caminos diferentes¡, testimonio falseado de la isla¡±.
Una nueva generaci¨®n de escritores se sum¨® en los 90 a ese extra?o reclamo de canonizaci¨®n de un hereje, adelantado por Severo Sarduy desde Par¨ªs. Poetas, narradores o cr¨ªticos, nacidos despu¨¦s de la Revoluci¨®n, como V¨ªctor Fowler, Rolando S¨¢nchez Mej¨ªas, Antonio Jos¨¦ Ponte, Damaris Calder¨®n, Jes¨²s Jambrina, Jorge ?ngel P¨¦rez o Norge Espinosa abrieron un flanco de relectura de Pi?era que, en buena medida, se opon¨ªa a la manipulaci¨®n oficial del legado de Lezama y Or¨ªgenes operada por el Estado. Ese forcejeo persisti¨® hasta a?os recientes, cuando el nacionalismo cat¨®lico, aunque s¨®lido en el plano ideol¨®gico, comenz¨® a debilitarse en el campo intelectual. El gobierno de Ra¨²l Castro, resuelto a incorporarlo todo, en una suerte de gula simb¨®lica, decidi¨® tolerar la canonizaci¨®n de Pi?era.
En boca del gobierno cubano, el autor de
'La isla' acaba siendo
lo que no fue
Una comisi¨®n creada con motivo del centenario del autor de Dos viejos p¨¢nicos, encabezada por Ant¨®n Arrufat, albacea de Pi?era y figura clave de su rescate subalterno, ha hecho cosas tan loables como la edici¨®n de las obras completas del autor y un reciente coloquio en su honor, en el que intervinieron decenas de pi?erianos cubanos y extranjeros. Pero un escritor como Pi?era merece que, m¨¢s all¨¢ de la difusi¨®n que adquiera su obra dentro de la isla, se piense cr¨ªticamente su apropiaci¨®n por parte del mismo Estado que lo margin¨® y silenci¨®. El mismo Estado que sostiene de jure y de facto leyes e instituciones que un admirador de El pensamiento cautivo de Czeslaw Milosz no pod¨ªa aprobar.
En el coloquio ¡°Pi?era tal cual¡±, celebrado hace un par de semanas en el Colegio San Ger¨®nimo de La Habana, se rememor¨® la marginaci¨®n de Virgilio Pi?era en los a?os 70 y la subvaloraci¨®n de su obra en las ultimas d¨¦cadas. Esa cr¨ªtica, sin embargo, es ilegible en medios oficiales como Granma, Juventud Rebelde y Cubadebate, que presentan el inter¨¦s en Pi?era como prueba de una rectificaci¨®n que, a juzgar por el sistema pol¨ªtico de la isla, sus l¨ªderes, sus ideas y sus pr¨¢cticas represivas, no es tal. La justa vindicaci¨®n promovida por quienes durante a?os han defendido el legado de este escritor antiautoritario acaba ensordecida en el lenguaje acr¨ªtico del poder.
El caso de la apropiaci¨®n de Virgilio Pi?era por el Estado cubano debiera replantear el rol de los gobiernos en la administraci¨®n de las literaturas nacionales. Es bueno que, en una ¨¦poca de tantos abusos culturales del mercado, los Estados se ocupen de la literatura y publiquen y honren la obra de los grandes escritores de un pa¨ªs. Pero cuando los poetas y novelistas del pasado son convertidos en emblemas de la legitimaci¨®n de un partido o un gobierno, que penaliza el ejercicio de cualquier oposici¨®n, la literatura pierde y el despotismo gana. En boca del gobierno cubano, Virgilio Pi?era acaba siendo lo que no fue: un defensor del pensamiento cautivo.
Rafael Rojas es historiador.
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