Un desahogo
Al menos en Madrid, los automovilistas exhiben un comportamiento agresivo generalizado en el que unos no reparan y otros aceptan con resignaci¨®n
La semana pasada un conductor atropell¨® a un anciano y a su perro, los dej¨® moribundos en el asfalto y se dio a la fuga. El anciano y el perro murieron, el criminal ha sido detenido. S¨®lo las personas que han vivido en sus propias carnes un atropello o que han perdido en esa circunstancia a un ser querido conocen la angustia de sentirse v¨ªctimas de un delito que a menudo es tratado con benevolencia. No quiero decir que el conductor que atropell¨® al anciano y le neg¨® auxilio represente a todo el colectivo de conductores, pero al menos en Madrid, la ciudad en la que ejerzo de peat¨®n, hay un comportamiento agresivo generalizado en el que unos no reparan y otros aceptan con resignaci¨®n. El ayuntamiento, por su parte, pone su granito de arena para perpetuar este salvajismo automovil¨ªstico. S¨®lo hay que ver el poco tiempo que permanecen en verde los sem¨¢foros en el centro. No se pierdan el espect¨¢culo, es digno de ver: ancianos jadeantes que se quedan a medio camino al cruzar la Castellana y regresan cabizbajos a la acera de la que partieron; el disco ha comenzado a parpadear y coches y motos ya est¨¢n advirtiendo con su implacable rum-rum que les pasar¨¢n por encima si no se quitan de en medio. Esto a nadie le importa, conlaqueest¨¢cayendo, pero a m¨ª me saca de quicio esa chuler¨ªa. En ocasiones, los autobuses circulan tan pegados a la acera que afeitan el bigote de los paseantes. Raro ser¨¢ que alg¨²n d¨ªa no se lleven una cabeza por delante.
Detesto la resignaci¨®n con la que aceptamos esos modales groseros y la comprensi¨®n que mostramos hacia la impaciencia brutal de los conductores que, a la m¨ªnima, hacen sonar su pu?etero claxon. A veces con el ¨²nico fin de asustar a un peat¨®n despistado.
Y con esta desahogo que nada tiene que ver con la crisis (o s¨ª) sino con la burricie, se despide hasta septiembre esta humilde peatona.
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