M¨¢s calidad para la universidad p¨²blica
La promoci¨®n interna autom¨¢tica distorsiona la b¨²squeda de la calidad del profesorado universitario
Nuestro pa¨ªs est¨¢ ciertamente en una situaci¨®n dif¨ªcil: un paro insoportable, recortes dram¨¢ticos en las prestaciones sociales, desconfianza de los ciudadanos en las instituciones, e incluso en la propia democracia, y un largo etc¨¦tera. No hay consenso sobre las mejores estrategias para escapar de esta situaci¨®n pero casi todo el mundo coincide en que un aspecto fundamental para la recuperaci¨®n es el impulso a la educaci¨®n, por una parte, y el fomento de la investigaci¨®n y la innovaci¨®n por otra. Por ello resultan sumamente preocupantes los recortes presupuestarios a que parecemos estar abocados tanto en las universidades como en la investigaci¨®n. No obstante, a la vez que se solicita una atenci¨®n especial a la financiaci¨®n adecuada de las universidades, debemos tambi¨¦n mirar hacia dentro y preguntarnos qu¨¦ elementos de la actividad universitaria requieren una modificaci¨®n.
Creemos firmemente en la universidad p¨²blica. En la Espa?a democr¨¢tica el haber multiplicado por tres el n¨²mero de estudiantes universitarios ha contribuido sustancialmente a la movilidad social en amplios sectores de la poblaci¨®n y a la elevaci¨®n de la cualificaci¨®n de nuestra fuerza de trabajo. Estos cambios se han debido a una acci¨®n pol¨ªtica decidida y no a los mercados, tan ubicuos actualmente, que con seguridad no los hubiesen propiciado. Tambi¨¦n hay que afirmar con rotundidad que la universidad p¨²blica espa?ola tiene un nivel m¨¢s que razonable y que no es ni mucho menos tan ineficaz como algunos, quiz¨¢s interesadamente, la quieren dibujar. Baste mirar el ascenso indiscutible de la investigaci¨®n de la universidad espa?ola en la comunidad cient¨ªfica internacional en los ¨²ltimos a?os. Cabe tambi¨¦n preguntarle a cualquiera de nuestros estudiantes Erasmus si en las universidades extranjeras donde han cursado sus estudios han detectado un nivel de ense?anza claramente superior.
Buena parte de estos ¨¦xitos fueron propiciados por una norma que apost¨® sin ambages por una autonom¨ªa universitaria amplia. Con ella la Universidad sali¨® de su retiro y se abri¨® a la sociedad con nuevos t¨ªtulos, programas de innovaci¨®n, cooperaci¨®n internacional etc. No obstante, a lo largo de los a?os se alumbraron tambi¨¦n importantes problemas. Quiz¨¢s sea la hora de alegrarse por los logros obtenidos pero tambi¨¦n la de examinar dichos problemas y tratar de buscarles soluci¨®n.
En particular, queremos llamar la atenci¨®n aqu¨ª sobre uno de ellos, quiz¨¢s el m¨¢s grave que afecta hoy a nuestra universidad. Las universidades disponen de un amplio espacio para reclutar, promocionar y reubicar a su personal pero la experiencia muestra que el uso que se est¨¢ haciendo de esta capacidad dista mucho de ser satisfactorio y que, adem¨¢s, la deriva no invita al optimismo.
Hay que asegurar al rector una capacidad de actuaci¨®n propia independiente de sus administraciones financiadoras
El mundo actual es muy competitivo y la actividad universitaria no es una excepci¨®n. Por eso es imprescindible que su personal, y el profesorado en particular, est¨¦ continuamente motivado por alcanzar cotas de calidad cada vez m¨¢s altas. Esto requiere que se fomente durante toda la carrera de un profesor una sana emulaci¨®n, muy contraria al conformismo que parece dominar el panorama actual. Tomemos como referencia lo que ahora com¨²nmente se denomina ¡°carrera docente e investigadora¡± del profesorado. Esta consiste en la pr¨¢ctica en un progresivo ascenso de la persona por las distintas categor¨ªas del profesorado, sometido como mucho a una leve verificaci¨®n de prestaciones muchas veces burocr¨¢ticas. La persona va acumulando ¡°cr¨¦ditos¡± sin que en ning¨²n momento su actuaci¨®n profesional se valore comparativamente con la de otros colegas. Si una persona se conduce razonablemente, da sus clases, de vez en cuando est¨¢ en una comisi¨®n e incluso investiga discretamente ?Por qu¨¦ impedirle que llegue a catedr¨¢tico ¡°cuando le toque¡± en una escala basada esencialmente en la supervivencia?
Una consecuencia del planteamiento anterior es que la mayor parte de las universidades ha lanzado programas denominados de ¡°promoci¨®n interna¡± de su profesorado. Esta promoci¨®n ha sido pr¨¢cticamente autom¨¢tica si la persona recib¨ªa la denominada ¡°acreditaci¨®n¡±. La forma como se ha aplicado com¨²nmente esta acreditaci¨®n es de hecho uno de los elementos m¨¢s distorsionadores de una estrategia de b¨²squeda de calidad del profesorado. A veces se compara nuestra acreditaci¨®n con la habilitaci¨®n alemana para la docencia universitaria, pero hay una diferencia fundamental: en esta ¨²ltima estar habilitado a, digamos, catedr¨¢tico es una condici¨®n necesaria para concursar a una plaza de catedr¨¢tico que se convoque en cualquier universidad del pa¨ªs mientras que en Espa?a muchos la consideran condici¨®n suficiente para solicitar (o exigir) una plaza de ese nivel en la propia universidad. Los grotescos simulacros de los posteriores concursos de acceso, donde el frecuentemente ¨²nico aspirante llega a sugerir a los miembros de su propio tribunal, no hacen sino subrayar la ineficacia de este procedimiento. El modus operandi anterior no facilita que la universidad seleccione a los mejores entre sus acreditados, lo que en ¨¦poca de restricciones limita en la pr¨¢ctica el acceso de estos. Adem¨¢s, ha conducido en muchas universidades a una notable inflaci¨®n en el gasto de su plantilla de profesorado. Incluso en alg¨²n caso se han pervertido los programas de jubilaci¨®n anticipada: los fondos as¨ª generados, en vez de utilizarse para la contrataci¨®n de nuevo profesorado joven (objetivo inicial reconocido y m¨¢s que encomiable), se han usado en buena medida para recortar el d¨¦ficit generado por la mencionada inflaci¨®n.
Es muy dif¨ªcil que un director de departamento consiga traer profesores de calidad de otro lugar
Para ayudar a la universidad a solventar estos problemas se requieren medidas externas de est¨ªmulo que faciliten la b¨²squeda de la calidad y ayuden a la universidad a enfrentarse con las fuerzas internas tendentes al inmovilismo. A nuestro juicio, actuaciones tales como la introducci¨®n de los tramos de investigaci¨®n, la Fundaci¨®n Icrea o los programas Propio o Ram¨®n y Cajal han ido en esta l¨ªnea. Pero la b¨²squeda de la calidad puede tambi¨¦n apoyarse mediante normas internas que faciliten la actuaci¨®n de la propia instituci¨®n universitaria. Muchos, propios y ajenos, piensan que una universidad de calidad requiere ahora un cambio en la gobernanza de la instituci¨®n. Si como es el caso, las autoridades acad¨¦micas son elegidas directamente por sus ¡®gobernados¡¯, no es aventurado augurar un futuro problem¨¢tico a aquellas autoridades que intenten modificar las derivas anteriores en pol¨ªtica de personal. Por ejemplo, con la actual composici¨®n y funcionamiento de los consejos es muy dif¨ªcil que un director de departamento consiga traer profesores de calidad de otro lugar para cubrir un hueco docente o investigador por delante de los intereses personales de promoci¨®n de los miembros actuales del departamento. Por otra parte, ?cuan larga permanencia en el cargo podr¨ªa augurarse a un rector que intentase cerrar los departamentos cient¨ªficamente improductivos o concentrar ense?anzas con n¨²mero de alumnos muy bajo?
Para definir una nueva gobernanza caben por supuesto muchas variantes. No es el objeto de este ensayo entrar a fondo en tan importante debate. Nos limitaremos a una observaci¨®n en lo que concierne al nombramiento del rector: si las consideraciones anteriores apuntan a la necesidad de desvincular las decisiones del rector de los intereses personales de sus ¡°gobernados¡±, no es menos importante , a la vez, asegurar al rector una capacidad de actuaci¨®n propia independiente de sus administraciones financiadoras. F¨®rmulas de todo tipo que aseguran ambas condiciones existen en las universidades de los pa¨ªses de nuestro entorno.
Como dec¨ªamos, la universidad p¨²blica espa?ola ha hecho un gran esfuerzo en a?os pasados y ha alcanzado metas importantes pero detenerse en lo avanzado es retroceder. Precisamente en estos momentos de dificultades econ¨®micas, que requieren ajustes y reformas, cabe en la instituci¨®n universitaria, como a principios de la d¨¦cada de los 80, una reflexi¨®n amplia sobre el funcionamiento de algunos elementos clave para la utilizaci¨®n ¨®ptima de sus recursos. Las consideraciones anteriores, pretenden aportar algunos elementos a dicha reflexi¨®n.
Javier Solana fue ministro de Educaci¨®n y Ciencia, Juan Rojo fue secretario de Estado de Universidades e Investigaci¨®n y Ana Crespo fue directora general de Universidades.
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