Transg¨¦nicos voladores
La utilizaci¨®n de modificaciones gen¨¦ticas en mosquitos para la lucha contra el dengue est¨¢ justificada
La suelta de medio mill¨®n de mosquitos transg¨¦nicos a la semana en una ciudad del noreste de Brasil puede parecer la pesadilla de un ecologista, pero desde el pasado d¨ªa 7 no es m¨¢s que la pura realidad. Se trata de un proyecto del Gobierno brasile?o, ciertamente audaz, para frenar la reproducci¨®n del Aedes aegypti, el mosquito que transmite el virus del dengue. Y sus aplicaciones son potencialmente enormes, puesto que 2.500 millones de personas en el mundo viven expuestas a esta enfermedad, que infecta cada a?o a 50 millones de africanos, sudamericanos y sudasi¨¢ticos, con medio mill¨®n de hospitalizaciones y 13.000 muertes. Los mosquitos que se est¨¢n soltando en Brasil han sido manipulados gen¨¦ticamente para que, pese a ser vigorosos y poder aparearse normalmente con las hembras naturales portadoras del virus, su descendencia muera antes de poder picar a nadie. Por lo que se va viendo en estas primeras semanas, la suelta ha logrado mermar la poblaci¨®n local de mosquitos en un 80%. Si esa notable cifra va acompa?ada de una reducci¨®n similar en la propagaci¨®n de la enfermedad por la zona ¡ªa¨²n es pronto para saberlo¡ª, el experimento habr¨¢ sido el mayor ¨¦xito de la historia en la lucha contra el dengue.
Las cr¨ªticas al proyecto brasile?o son esperables y comprensibles, pero se basan en unos argumentos muy endebles. Es curioso, por ejemplo, que los ecologistas expresen su temor de que uno de esos mosquitos transg¨¦nicos picara a un ser humano. No solo porque los insectos modificados sean machos, que no pican, sino porque sus modificaciones gen¨¦ticas no tienen nada que ver con su interacci¨®n con los humanos. Los cr¨ªticos har¨ªan mejor en temer las picaduras de los mosquitos naturales, que son los que transmiten el dengue. Hay otros temores de un tenor semejante tambi¨¦n rebatibles.
El rechazo a los transg¨¦nicos es esencialmente una man¨ªa europea basada en la desinformaci¨®n y el miedo irracional a lo desconocido. Estos argumentos cuentan poco frente a una epidemia tan grave y desoladora como el dengue.
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