La educaci¨®n de nuestros pol¨ªticos
Tenemos una ¨¦lite pol¨ªtica con credenciales educativas de primer orden. Su nivel educativo ha ido creciendo desde el comienzo de la democracia.
Uno de los aspectos mas desconocidos de nuestros pol¨ªticos es su elevado nivel educativo. Generalmente, se suelen citar casos ciertos de ministros sin estudios, miembros de ejecutivas que no han pasado por las aulas o parlamentarios que nunca terminaron la universidad y se presentan como licenciados. Estos casos oscurecen dos hechos incontrovertibles y poco conocidos en Espa?a. Primero, tenemos una ¨¦lite pol¨ªtica con credenciales educativas de primer orden. Segundo, el nivel educativo de nuestros representantes ha ido creciendo desde el comienzo de la democracia.
De las personas que han ocupado un esca?o auton¨®mico entre 1980 y 2011, la gran mayor¨ªa (81%) tiene un t¨ªtulo universitario (56% licenciados, 18% diplomados y 7% doctores), un 14% lleg¨® hasta la educaci¨®n secundaria y s¨®lo el 5% tiene, como mucho, estudios primarios. El nivel educativo es superior, en su conjunto, entre los miembros del congreso de los diputados, ya que el 91% tiene credenciales universitarias (65% licenciados/as, 13% diplomados y 14% doctores) mientras que el 7% termin¨® s¨®lo la secundaria.
En t¨¦rminos generales, los diputados auton¨®micos tienen menos nivel educativo que las diputadas. Y la diferencia es significativa: un 86% de las mujeres que acceden a un esca?o tienen t¨ªtulo universitario (solo un 12% proviene de la secundaria y un 1% de la primaria o sin estudios) mientras que entre los hombres la proporci¨®n es del 79%. Las diferencias desaparecen en el congreso de los diputados, donde mujeres y hombres acceden con credenciales educativas similares (90% con t¨ªtulo universitario). Generalmente, los partidos conservadores suelen tener en sus filas diputados/as con niveles educativos superiores a los de los partidos de izquierda, aunque las diferencias se acortan con el tiempo. En el conjunto de parlamentarios auton¨®micos desde 1980, la proporci¨®n de universitarios en el PP (90%) es superior a la del PSOE (82%) y a la de IU (77%). En la legislatura actual del Congreso, aunque PP (89%) y PSOE (88%) tienen proporciones similares de universitarios (100% para IU y CiU), el tipo de titulaci¨®n es diferente: en el PP hay m¨¢s licenciados/as (74%) que en el PSOE (59%), pero en el PSOE hay m¨¢s diplomados (16%) y doctores (13%) que en el PP (8% y 6% respectivamente). Las mismas diferencias, pero con menos intensidad, se observan en el conjunto de parlamentarios auton¨®micos (v¨¦anse los datos en http://www.upo.es/democraciayautonomias/proyectos/perfil_social_de_los_parlamentarios/index.jsp) Esta sobrerrepresentaci¨®n de diplomados y doctores en el PSOE parece deberse a la importante presencia de docentes de diferentes niveles en este partido (de primaria y secundaria que son diplomados y docentes universitarios, que suelen ser doctores).
El nivel educativo de nuestros diputados/as ha ido creciendo en consonancia con el del resto de la sociedad. En la primera legislatura auton¨®mica (comienzos de la d¨¦cada de los ochenta) un 9% de los diputados o no ten¨ªa estudios o s¨®lo hab¨ªa concluido la primaria frente al 2% de la ¨²ltima legislatura. Los que han concluido estudios secundarios han disminuido tambi¨¦n, pasando del 15% al 12% en 30 a?os. Por contra, el contingente de universitarios ha aumentado notablemente: en la primera legislatura auton¨®mica son tres cuartos de los diputados (76%) mientras que en la ¨²ltima son el 87%. Una evoluci¨®n similar se observa en el Congreso de los Diputados, donde se pasa de una proporci¨®n de universitarios del 91% en la primera legislatura al 96% en la novena. Con el paso del tiempo, las diferencias educativas entre diputados y diputadas se han suavizado: entran m¨¢s mujeres en los parlamentos y con mayores credenciales educativas.
Con el paso del tiempo, las diferencias educativas entre diputados y diputadas se han suavizado: entran m¨¢s mujeres en los parlamentos y con mayores credenciales educativas.
?Podemos decir con estos datos que para dedicarse a la pol¨ªtica hace falta tener estudios? No es necesario puesto que es de las pocas profesiones para las que no se requiere una capacitaci¨®n especial y sobre las que no hay controles formales de entrada, como para ser bombero, abogada, registrador de la propiedad, arquitecta o fontanero. Sin embargo, s¨ª parece existir un sesgo selectivo que conduce a que los selectorados (del ingl¨¦s ¡°seleccionar¡± y ¡°elegir¡±) de los partidos terminen escogiendo para la pol¨ªtica institucional a las personas con credenciales universitarias que se ofertan o est¨¢n disponibles, en contra de una creencia popular muy extendida. Esto no obstante, conviene no extraer conclusiones apresuradas de estos datos. A la hora de analizar la preparaci¨®n de los representantes pol¨ªticos, deber¨ªamos plantearnos al menos tres preguntas fundamentales.
La primera: ?el alto nivel educativo de los parlamentarios/as es una garant¨ªa de una selecci¨®n meritocr¨¢tica en la que se busca a aquellas personas con la mejor preparaci¨®n para ocupar los cargos pol¨ªticos? La respuesta es que lo uno no implica lo otro. Las credenciales educativas no solo reflejan un elevado grado de formaci¨®n, sino tambi¨¦n un cierto origen social, dado que los hijos/as de universitarios tienen m¨¢s probabilidades de serlo debido a factores que economistas y soci¨®logos/as han estudiado ampliamente. Es posible que los universitarios tengan, adem¨¢s de las credenciales, unas caracter¨ªsticas que los hagan especialmente seleccionables tales como capital social, capital cultural, probablemente, dispensabilidad econ¨®mica y un cierto dominio de los c¨®digos que permiten el acceso a los ¨®rganos de los partidos donde se realiza la selecci¨®n. Si esto fuera cierto, la alta presencia de universitarios entre los parlamentarios no ser¨ªa una consecuencia de su mayor preparaci¨®n sino de otros factores que suelen acompa?ar al hecho de ser universitario/a. Es dif¨ªcil decir cu¨¢l de estos dos escenarios es m¨¢s plausible, pero los datos de otras investigaciones en marcha sugieren un alto grado de reproducci¨®n social dentro de la ¨¦lite pol¨ªtica por lo que tenemos pocas garant¨ªas de que el proceso de selecci¨®n sea verdaderamente meritocr¨¢tico.
Escasean las ense?anzas de gesti¨®n y liderazgo pol¨ªticos y muchas de las carencias que manifiestan los pol¨ªticos se suplen a trav¨¦s de la formaci¨®n o adoctrinamiento en escuelas de los partidos
La segunda: ?las credenciales universitarias son una garant¨ªa de preparaci¨®n adecuada para ejercer la funci¨®n de representaci¨®n pol¨ªtica? Dicho de otra forma: ?el paso por las aulas universitarias proporciona las habilidades necesarias para ejercer esta actividad? Mucho nos tememos que la respuesta a esta pregunta es negativa. Buena parte de las destrezas requeridas para el ejercicio de la pol¨ªtica (entre ellas, la habilidad para el debate y la comunicaci¨®n en p¨²blico, capacidad para negociar y llegar a acuerdos, coordinaci¨®n de equipos) no se aprenden en el sistema educativo espa?ol. Otros profesionales se enfrentan con las mismas limitaciones, pero pueden tener una especializaci¨®n posterior que es m¨¢s dif¨ªcil en el caso de la pol¨ªtica. Escasean las ense?anzas de gesti¨®n y liderazgo pol¨ªticos y muchas de las carencias que manifiestan los pol¨ªticos se suplen a trav¨¦s de la formaci¨®n (o adoctrinamiento) en escuelas de los partidos de las que podemos sospechar que sufren del mismo s¨ªndrome de aislamiento con respecto a la sociedad.
La tercera: ?el alto nivel educativo es necesario para ejercer el oficio de pol¨ªtico? No, la educaci¨®n no lo es todo, aunque es conveniente e hist¨®ricamente es un dato irrefutable: las elites pol¨ªticas suelen tener credenciales educativas superiores a la poblaci¨®n. Ahora bien, un buen pol¨ªtico precisa, adem¨¢s, de experiencias vitales socialmente transversales que le ayudar¨¢n a tener una visi¨®n de conjunto (no s¨®lo de su grupo social de origen) y a ponerse en la piel del rival, algo que podr¨ªa contribuir a evitar ciertos espect¨¢culos (exabruptos incluidos) de mal gusto en las c¨¢maras. Por tanto, no se trata de abrir un debate sobre la selecci¨®n meritocr¨¢tica de los pol¨ªticos, sino de que los partidos se abran a la sociedad con el fin de identificar a aquellas personas que, m¨¢s all¨¢ de sus credenciales educativas, tengan la experiencia profesional y vital necesaria, hagan contribuciones relevantes en sus campos respectivos y atraerlas para el oficio de la representaci¨®n. Mucho nos tememos, sin embargo, que, por una parte, quienes est¨¢n en los aparatos de gobierno de los partidos no tengan los incentivos suficientes para hacerlo (no confundir estos incentivos con los intereses de largo plazo de los partidos). Y, por otra parte, puede que sea dif¨ªcil motivar a las personas con ese perfil a entrar en el oficio de la pol¨ªtica en un momento en el que las encuestas muestran un nivel de desprestigio elevado. Sin embargo, esta puede ser una v¨ªa para que se reduzca la distancia entre la sociedad y los pol¨ªticos, la desafecci¨®n.
Xavier Coller, catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa en Universidad Pablo de Olavide, Antonio M. Jaime (profesor titular de Sociolog¨ªa en la Universidad de M¨¢laga, y? Andr¨¦s Santana , de la Fundaci¨®n Juan March, son miembros del grujpo de investigaci¨®n ¡°Democracia y autonom¨ªas: Sociedad y Pol¨ªtica¡±.
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