La ¨²nica certidumbre
Gallard¨®n parece ignorar la principal obligaci¨®n en tiempos de guerra o grave crisis: no aumentar el sufrimiento
El problema con Alberto Ruiz-Gallard¨®n desde que es ministro de Justicia es que puede provocar la par¨¢lisis en quienes le escuchan. El pasmo, la suspensi¨®n o p¨¦rdida de los sentidos est¨¢n causados, fundamentalmente, por la dificultad para encontrar el adjetivo que mejor le cuadra a ¨¦l y a sus declaraciones. Las ¨²ltimas, anunciando su intenci¨®n de modificar la ley para impedir que las mujeres puedan interrumpir su embarazo cuando se detectan malformaciones en el feto, es decir, una de las pocas cosas en las que seguramente est¨¢n de acuerdo el 90% de los espa?oles, reducen todav¨ªa m¨¢s el campo de elecci¨®n.
Si no fuera por las graves consecuencias que podr¨ªa acarrear su anuncio y su actitud, se podr¨ªa cerrar el debate sobre Ruiz-Gallard¨®n recurriendo a una expresi¨®n inglesa muy gr¨¢fica: ¡°scatterbrained¡±, donde ¡°scatter¡± significa derramar, y ¡°brain¡±, cerebro, y que suele acompa?ar a personas atolondradas, con poco cr¨¦dito. En el campo pol¨ªtico, quiz¨¢ podr¨ªa calificar a quienes se deslizan por un tobog¨¢n de irrelevancia.
Cabe la posibilidad de que Gallard¨®n crea una de estas dos cosas: que su futuro pol¨ªtico, y su expresa aspiraci¨®n a sustituir un d¨ªa a Mariano Rajoy, pasa por conectar con la derecha religiosa m¨¢s reaccionaria, lo que abundar¨ªa en su condici¨®n de atolondrado o de ¡°scatterbrained¡±, o que crea estar ech¨¢ndole un capote al presidente del Gobierno, distrayendo la atenci¨®n de los ciudadanos de la grave situaci¨®n econ¨®mica que padecen, lo que tampoco ser¨ªa s¨ªntoma de gran clarividencia. Porque es muy dif¨ªcil que los ciudadanos dejen de tener presente en el d¨ªa a d¨ªa que la crisis ha llevado a m¨¢s de cinco millones y medio de espa?oles al paro y que se anuncia otro mill¨®n m¨¢s. Dif¨ªcil que no se espanten ante la noticia de que m¨¢s del 50% de los j¨®venes espa?oles no tienen empleo y no podr¨¢n conseguirlo en mucho tiempo.
La realidad es que la atenci¨®n p¨²blica sigue centrada en la angustia que producen unas cifras de paro que contin¨²an subiendo?
Por mucho que la atenci¨®n pol¨ªtica est¨¦ centrada en la prima de riesgo, en las reacciones del Banco Central Europeo o en la marcha de la Bolsa, y por mucho que se realicen maniobras de distracci¨®n, la realidad es que la atenci¨®n p¨²blica sigue centrada en la angustia que producen unas cifras de paro que contin¨²an subiendo y para las que el Gobierno no es capaz de ofrecer el menor alivio.
Las grandes crisis de empleo son como las guerras. Y como cuenta el historiador y periodista sueco Peter Englund en su ¨²ltimo libro, en el que recoge el testimonio de una veintena de vidas an¨®nimas que padecieron la I Gran Guerra: ¡°Dos de esos veinte cayeron en combates, dos fueron prisioneros, dos fueron h¨¦roes homenajeados y dos acabaron siendo f¨ªsicamente unas piltrafas. Uno perdi¨® literalmente la raz¨®n. Otro no oy¨® ni un solo disparo. Pero a todos les uni¨® el hecho de que a cada uno de ellos se les rob¨® algo, la juventud, la esperanza...¡±. Las grandes crisis de paro masivo terminan tambi¨¦n rob¨¢ndole algo valioso a todo el mundo: la humanidad.
En las guerras, explica Englund (como en las grandes crisis econ¨®micas, se podr¨ªa decir hoy), la informaci¨®n existe, pero es casi siempre insuficiente, ¡°lo que hace que haya que recurrir a conjeturas, figuraciones, ideas fijas (¡), rumores¡±. La caracter¨ªstica de una guerra es que uno no sabe lo que est¨¢ pasando y que no tiene idea de lo que va a pasar la semana o el mes siguiente. La incertidumbre. Es asombroso que una sociedad tan sofisticada como la actual est¨¦ experimentando esa misma atroz sensaci¨®n de incertidumbre. Que en un mundo tan aparentemente complejo y refinado como la sociedad occidental, cunda la misma imposibilidad de que exista ¡°una firme adhesi¨®n de la mente a algo conocible, sin temor de errar¡±.
Quiz¨¢ la ¨²nica certidumbre que podemos tener los seres humanos en ¨¦pocas como esta es precisamente que existe la obligaci¨®n de no contribuir a aumentar el dolor, eso que parece despreciar con tanto desd¨¦n y tanta frivolidad nuestro ministro de Justicia.
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