Las tres grandes tareas a acometer
Esta es una batalla entre dos modelos de pol¨ªtica con may¨²sculas, de ¨¦tica y de pol¨ªtica econ¨®mica
No le falta raz¨®n al jefe de la oposici¨®n cuando eufem¨ªsticamente afirma que la batalla del euro se est¨¢ librando en el culo de Espa?a. Es una batalla m¨¢s de una gran guerra en la que contienden dos modelos de pol¨ªtica con may¨²sculas, de ¨¦tica y tambi¨¦n, por supuesto, de pol¨ªtica econ¨®mica.
Por un lado, el modelo alem¨¢n, de inspiraci¨®n kantiana, trata de hacer mella en nuestra relajada metaf¨ªsica de las costumbres, pretende disciplinar y hacer pagar a los pa¨ªses perif¨¦ricos el atrac¨®n que se han dado en la d¨¦cada dorada, cuando el euro pac¨ªa tranquilo en unos mercados te?idos de verde. Este atrac¨®n o free lunch (acceder a ventajas sin asumir su coste), en la jerga economicista que nos invade, no casa con una ¨¦tica que pone especial ¨¦nfasis en los imperativos de la raz¨®n y el deber frente a las zalameras llamadas de la inclinaci¨®n.
Por su parte, el modelo anglosaj¨®n, de corte utilitarista, no juzga el comportamiento de los ciudadanos por su sinton¨ªa con el deber, sino por los resultados de sus acciones. Es mucho m¨¢s pragm¨¢tico y respetuoso con los deseos del mercado, lo que no implica que sea incapaz de reconocer sus fallos y de buscar soluciones ¡ªcomo hizo Keynes¡ª a los mismos.
La raz¨®n por la que el campo de batalla se ha asentado ahora en culo espa?ol no es otra que nuestra debilidad, fruto de la lentitud y falta de determinaci¨®n con que se ha atacado la crisis, y de ciertos errores de pol¨ªtica econ¨®mica. Pero eso no quiere decir que no tengamos margen de maniobra y un cierto tiempo para reaccionar. Tres son, en mi opini¨®n, las principales acciones a acometer.
Deber¨ªamos liderar un pacto con Europa del Sur y propiciar ¡ªde ser arrinconados¡ª una ruptura ordenada y quiz¨¢ m¨²ltiple del euro
Primera: negociar sin complejos el rescate de la econom¨ªa espa?ola y utilizar este hito para implementar un plan de recuperaci¨®n econ¨®mica y de reindustrializaci¨®n. Tenemos que propiciar un dram¨¢tico giro al exterior, exportar m¨¢s y atraer capital extranjero. Nos hemos centrado en el d¨¦ficit y la reforma del sistema financiero, pero hemos dejado de lado flancos muy relevantes: la mejora de la competitividad y el fomento del ahorro, dos pilares imprescindibles para producir super¨¢vits por cuenta corriente y desendeudarnos con el exterior; la recuperaci¨®n de la estabilidad del marco jur¨ªdico y fiscal, condici¨®n inexcusable para estimular la inversi¨®n de las empresas espa?olas y extranjeras, y crear empleo; la reducci¨®n dr¨¢stica del gasto p¨²blico auton¨®mico e institucional, y el retorno cuanto antes al nivel de imposici¨®n directa sobre la renta de las personas f¨ªsicas y de sociedades previo a enero de 2012.
Necesitamos, adem¨¢s, un plan de choque del Banco Europeo de Inversiones para financiar el saneamiento de los excesos de capacidad de numerosos sectores industriales, y la reorientaci¨®n de sus inversiones a l¨ªneas de producto competitivas.
Segunda: presionar a Europa para que trace una hoja de ruta, un Mastricht 2.0., a la que nos enganchemos, y constituya la motivaci¨®n ¨²ltima del esfuerzo y sacrificios a realizar. El discurso de las reformas y la necesidad de ajustes es, por s¨ª mismo, huero. Y lo es por una raz¨®n muy simple: nadie est¨¢ dispuesto a cambiar su modo de vida sin saber para qu¨¦ o con qu¨¦ fin ha de hacerlo. Se requiere establecer un objetivo final y una n¨ªtida trayectoria que conduzca a su realizaci¨®n, pues objetivos intermedios como reducir el d¨¦ficit p¨²blico y recomponer el sistema financiero no pueden erigirse en el proyecto colectivo que aglutine a una sociedad. En eso consiste, por encima de cualquier otra cosa, la responsabilidad del liderazgo. El presidente del Gobierno har¨¢ bien en tensar la cuerda al m¨¢ximo hasta que Europa defina un objetivo general y la correspondiente hoja de ruta. No lo puede hacer solo, pero cuenta con todos los pa¨ªses perif¨¦ricos ¡ªy quiz¨¢ alguno m¨¢s¡ª como potenciales aliados. Italia, Portugal, Grecia, Irlanda y Espa?a suman m¨¢s de un tercio del PIB de la eurozona, y consecuentemente una gran capacidad de presi¨®n.
Vale que expiemos nuestros errores con ajustes en todos los ¨®rdenes de la vida econ¨®mica privada y p¨²blica, pero no debemos aceptar la asimetr¨ªa impl¨ªcita en unos costes de financiaci¨®n y en un racionamiento del capital insoportables, que solo benefician a los otros socios del Club (de nuevo el free lunch).
La situaci¨®n recuerda a ese episodio de Rebeli¨®n en la Granja, en el que Napole¨®n y Squealer llegan a la conclusi¨®n de que todos los animales son iguales, pero unos son m¨¢s iguales que otros. Espa?a y las dem¨¢s econom¨ªas perif¨¦ricas deber¨ªan hacer frente com¨²n para exigir una hoja de ruta similar (pero m¨¢s realista y mejor planificada) a la que marc¨® la creaci¨®n de la moneda ¨²nica. Un Mastricht 2.0. Lo esencial de esa ruta, el punto de arribada, ser¨ªa que en un plazo de cuatro o cinco a?os solo hubiera un riesgo soberano en la zona monetaria europea, y por lo tanto una uni¨®n econ¨®mica y monetaria real.
Y tercera: promover una nueva y m¨¢s ambiciosa edici¨®n de los Pactos de la Moncloa. Dise?ar e implementar las medidas de ajuste y el propio plan de recuperaci¨®n econ¨®mica, liderar un pacto con Europa del Sur y llegar incluso a propiciar ¡ªen el caso de ser arrinconados¡ª una ruptura ordenada y quiz¨¢ m¨²ltiple del euro, son retos de una envergadura suficiente como para ser acometidos desde un gran consenso pol¨ªtico y social.
Santiago Eguidazu es economista y T¨¦cnico Comercial del Estado.
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