Retrato del Sahel: mujer en blanco y negro
Cuarta de 5 cr¨®nicas de una cooperante desde el terreno. Por Yolanda Rom¨¢n (@stricto_sensu)
Foto/?scar Naranjo Galv¨¢n
Escribo desde Dakar, llevo aqu¨ª seis semanas y aqu¨ª estar¨¦ todo el verano trabajando con Save the Children en la emergencia de Sahel, donde 18 millones de personas viven al borde del abismo del hambre.
En blanco y negro
Esta vez escribo en voz baja. Sin af¨¢n de provocar ni de arrancaros una sonrisa. Escribo mirando esta foto impresionante de mi compa?ero ?scar Naranjo en la que el tiempo parece estar conteniendo la respiraci¨®n. La miro en silencio y me parece escuchar latir un coraz¨®n. ?Lo o¨ªs? No s¨¦ si es el m¨ªo, el de esa mujer retratada o el de todas las mujeres del Sahel latiendo al un¨ªsono. O tal vez sea un tam-tam lejano, como una llamada de urgencia, una invitaci¨®n a mirarlas, a ellas, que son las que m¨¢s sufren las consecuencias crueles de la pobreza, la desigualdad y el hambre.
Casi todas las ma?anas, al ir a la oficina me cruzo con una mujer que no es la de la foto pero podr¨ªa serlo. Vive en una chabola enfrente de mi casa. Es normal en Dakar que modernos edificios de nueva construcci¨®n convivan en la misma calle sin asfaltar con peque?as viviendas precarias, consistentes en tablones de madera e inestables l¨¢minas de chapa. Nunca nos hemos hablado y ni siquiera s¨¦ su nombre, pero todas las ma?anas nos miramos, ella con curiosidad, yo con discreci¨®n. A m¨ª me impresiona lo bell¨ªsima e impoluta que sale de su cub¨ªculo cada ma?ana, rodeada de ni?os. Admiro su porte, su piel de raso, sus hermosos senos, su ropa colorida e impecable. Me temo que ella, por su parte, solo piensa en m¨ª como ¡°esa pobre mujer, blanca, esmirriada y sola, sin hijos ni hombre que la quiera¡±. Para m¨ª, ella es el paradigma de la mujer africana, para ella, yo debo de ser el prototipo de mujer europea. Estereotipos los dos, pero seguramente no tan alejados de la realidad.
Lo cierto es que yo s¨ª tengo hijos y alg¨²n que otro hombre me ha querido alguna vez. Pero lo que ella no sospecha y quiz¨¢s no pueda imaginar, es que yo podr¨ªa haber elegido no ser madre o podr¨ªa tener una relaci¨®n sentimental con otra mujer, o incluso tener hijos con ella si as¨ª lo deseara. Lo que nos diferencia no es el color de nuestra piel, la ropa que lucimos o las casas en las que vivimos, sino la desigual capacidad de elecci¨®n y de decisi¨®n sobre nuestras vidas. Es verdad que la libertad es relativa, pero la posibilidad de elegir, de decir s¨ª o no, es un hecho objetivo.
En el Sahel las mujeres no eligen. No eligen casarse con trece a?os o menos, no eligen tener hijos y no eligen verlos morir de hambre en sus brazos. En N¨ªger, la esperanza de vida de una mujer es 56 a?os y 1 de cada 7 ni?os muere antes de su quinto cumplea?os, pero s¨®lo el 5% de las mujeres utiliza m¨¦todos anticonceptivos seguros. En Mali, Burkina Faso o Mauritania alrededor del 70% de las mujeres fueron mutiladas en su infancia. Aunque esta pr¨¢ctica va desapareciendo poco a poco en muchas comunidades, se estima que a tres millones de ni?as todav¨ªa les cortan el cl¨ªtoris cada a?o en ?frica. En Chad, 1 de cada 10 mujeres muere durante o tras el parto. En Nigeria, una mujer recibe una media de 6 a?os de educaci¨®n a lo largo de su vida y el 50% por cierto de las mujeres ¨Cni?as- se casan antes de los 15 a?os. ?Pens¨¢is que eligen ellas a sus maridos?
Demasiadas mujeres y ni?as en esta regi¨®n son esclavas de la tradici¨®n, la religi¨®n y la pobreza. Ellas mismas ser¨¢n agentes de cambio y romper¨¢n esas cadenas cuando puedan salir de la prisi¨®n del hambre, se garantice su derecho a la educaci¨®n y tengan acceso a la informaci¨®n. Para poder elegir hay que tener opciones. La cooperaci¨®n internacional y la ayuda al desarrollo pueden ayudar a generar esas opciones. Pero no ser¨¢ suficiente, necesitar¨¢n que estemos a su lado para luchar contra el atavismo y reivindicar su derecho a vivir de acuerdo con sus deseos y a decidir sobre su sexualidad, su maternidad y su salud. Esta es a¨²n la lucha permanente de muchas mujeres en todo el mundo.
Nunca lucir¨¦ tan resplandeciente por las ma?anas como mi vecina. Eso es racial y adem¨¢s, por mucho que yo me acicale, lo m¨ªo por las ma?anas no tiene arreglo. Pero lo que s¨ª tiene soluci¨®n, en lo que s¨ª podremos parecernos alg¨²n d¨ªa y por lo que nunca dejar¨¦ de pelear, es que tanto sus hijas como la m¨ªa tengan la posibilidad de elegir y sean las ¨²nicas due?as de sus destinos. Sin hambre, sin miedo, sin cadenas, en color o en blanco negro, como ellas prefieran y decidan libremente.
Ma?ana sin falta le pregunto su nombre.
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