Alemania, el euro no es gratis
A menos que se cambie de rumbo, los pa¨ªses que cumplen los mandatos de Europa en condiciones adversas est¨¢n abocados a dejar la moneda com¨²n. Pero los costes de los ¡°nein¡± de Merkel ser¨¢n enormes para su pa¨ªs
La crisis del euro es pol¨ªtica; su soluci¨®n tambi¨¦n. Desde su lanzamiento en 2002 qued¨® suprimido el coste de transacci¨®n entre monedas y la incertidumbre sobre las variaciones cambiarias, lo que aument¨® la eficiencia econ¨®mica y estimul¨® la integraci¨®n econ¨®mica y el crecimiento de los pa¨ªses miembros. Sin embargo, no todos han salido beneficiados en igual medida. Quien m¨¢s ha aprovechado la ampliaci¨®n del tama?o de la antigua zona marco ha sido Alemania, porque las ganancias de utilizar el euro como medio de pago y disfrutar del privilegio de usarlo como segunda moneda de reserva internacional son directamente proporcionales al tama?o del ¨¢rea econ¨®mica que lo usa.
Adem¨¢s, el peso atribuido a Alemania, a justo t¨ªtulo, sobre la gesti¨®n de la pol¨ªtica monetaria se ha traducido en una pol¨ªtica monetaria europea de talla ¨²nica hecha a su medida, tanto en el exterior (tipo de cambio) como en el interior (creaci¨®n de dinero). En el ¨¢mbito exterior, Alemania se ha beneficiado de la ausencia de devaluaciones del resto de pa¨ªses, antes utilizadas de forma recurrente para recuperar competitividad. En el ¨¢mbito interior, que el BCE accediese a sus deseos de relajaci¨®n monetaria cuando su econom¨ªa estancada ped¨ªa ¨¢rnica (2000-2003), le permiti¨® gestionar con holgura financiera las reformas del mercado de trabajo y de pensiones. En el terreno fiscal, aquella par¨¢lisis econ¨®mica hizo engrosar sus cifras de d¨¦ficit, pero la violaci¨®n de los compromisos fiscales fue vista con benevolencia por los dem¨¢s pa¨ªses que, complacientes, esperaban ser tratados de igual modo cuando, en el futuro, tuviesen necesidad de ox¨ªgeno para estimular sus econom¨ªas.
Sin embargo, lo que para Alemania era una pol¨ªtica necesaria para superar el estancamiento fue un regalo envenenado para los perif¨¦ricos que, al sufrir ese exceso de laxitud monetaria, se atragantaron de liquidez. Ante un contexto financiero laxo, las empresas espa?olas concedieron aumentos de costes laborales superiores a la productividad y tomaron decisiones de inversi¨®n en sectores equivocados. Las expectativas de beneficios en Espa?a estimulaba la entrada de capitales y la expansi¨®n espa?ola fue aprovechada por las empresas alemanas para aumentar sus exportaciones, y por los bancos alemanes para que el ahorro alem¨¢n, canalizado hacia Espa?a, financiase aquellas inversiones equivocadas.
A ello cabe a?adir las transferencias de recursos provenientes de la generosa voluntad de nuestros compatriotas europeos alemanes por construir Europa. Recursos no siempre gestionados con rigor. Como los alemanes, los espa?oles renegamos tanto o m¨¢s del gasto irresponsable y somos los primeros en indignarnos cuando la gesti¨®n macroecon¨®mica se realiza en beneficio de unos pocos y sin otro criterio que un enriquecimiento a corto plazo que contribuye a socavar nuestras conquistas sociales.
Alemania ha recogido los beneficios derivados de la Eurozona, no los costes de su mala gesti¨®n
Pero ?es s¨®lo ¡°culpa¡± (Schuld) de los perif¨¦ricos haber gastado y derrochado en tales condiciones de laxitud monetaria extrema? ?No habr¨ªan incurrido en las mismas ¡°deudas¡± y cometido los mismos excesos los alemanes si hubiesen vivido en el mismo contexto de superabundancia de liquidez? ?Qu¨¦ parte de responsabilidad cabe atribuir al dise?o de una pol¨ªtica monetaria de talla ¨²nica que se acopla principalmente a Alemania? Cuando ese embalsamiento de liquidez se ha transformado en deuda (Schuld) privada, y se han sembrado dudas sobre sus posibilidades de devoluci¨®n, los pa¨ªses perif¨¦ricos se han visto obligados a desandar lo andado. Han aplicado reformas estructurales en un contexto de recesi¨®n, huida de capitales e inversiones y con una prima de riesgo en niveles insostenibles para cualquier econom¨ªa por muy robusta que sea, incluida la alemana.
Hasta ahora Alemania s¨®lo ha recogido los beneficios de permanecer en el euro, escapando a los costes de su mala gesti¨®n. La racionalidad da?ina del euro ha creado las condiciones para que la pol¨ªtica monetaria del BCE haga prosperar el despilfarro en aquellos pa¨ªses a los que inunda de liquidez. Atender las necesidades del centro ha condenado a la periferia. ?Se comport¨® Alemania de forma diferente en un contexto econ¨®mico-financiero similar como el de la reunificaci¨®n? ?Ha olvidado Alemania que la uni¨®n monetaria de 1990 le provoc¨® enormes d¨¦ficits fiscales as¨ª como la posterior crisis del SME? Esta doble vara de medir que aplica la arquitectura institucional europea, ya sea a trav¨¦s del BCE o del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, es injusta y crea la falsa apariencia de que los comportamientos divergentes entre unos pa¨ªses m¨¢s virtuosos y otros menos son el resultado de la idiosincrasia propia de dichos pa¨ªses y no del contexto en el que se ven obligados a gestionar sus pol¨ªticas macro.
Alemania debe comprender que ning¨²n pa¨ªs sale indemne en una eurozona en crisis, pues no existe un almuerzo gratis en econom¨ªa; tampoco para Alemania. Tarde o temprano, la econom¨ªa alemana deber¨¢ encontrar una soluci¨®n de compromiso entre alternativas excluyentes en un universo finito, pero todas ellas contienen un coste que Alemania no puede eludir. Una primera consistir¨ªa en una expansi¨®n salarial, en movilizar su exceso de ahorro aumentando sus costes laborales (salarios y cargas sociales). Mientras que un aumento salarial expandir¨ªa su demanda dom¨¦stica, y parte de ese gasto se filtrar¨ªa hacia importaciones de la eurozona facilitando su crecimiento, el aumento de cargas sociales robustecer¨ªa la generosidad del sistema alem¨¢n de protecci¨®n social. A diferencia de una expansi¨®n fiscal, propuesta hace un a?o por Martin Wolf, esta expansi¨®n salarial no penalizar¨ªa al contribuyente alem¨¢n, aunque s¨ª a las empresas exportadoras que tendr¨ªan que elegir entre aumentar precios y perder competitividad o comprimir el margen de beneficios (ahora exorbitantes, algo que las autoridades alemanas no suelen subrayar) y mantenerla. Con m¨¢s inflaci¨®n se reducir¨ªa el super¨¢vit exterior y se estimular¨ªa el crecimiento, lo que aliviar¨ªa a los perif¨¦ricos en el pago de su deuda, y alejar¨ªa el fantasma del impago de deuda a los bancos alemanes que la mantienen como activos en sus balances.
Nadie sale indemne de una crisis profunda, pues no existe un almuerzo gratis en econom¨ªa
Si no se elige este camino ni la emisi¨®n de eurobonos mientras viva la canciller Merkel (¡°solange ich lebe¡±) nos queda la opci¨®n de compra de deuda p¨²blica en el secundario por parte del BCE y/o del FEEF/MEDE para que los perif¨¦ricos no vean cerrado su acceso a los mercados financieros. Si los eurobonos mutualizan los riesgos, la compra de deuda es inflacionista, lo que explica la negativa alemana y del BCE. Pero condenar a la indigencia a pa¨ªses que se est¨¢n ajustando y fiarlo todo al lent¨ªsimo proceso institucional que repare los defectos de f¨¢brica del euro tampoco sale gratis. La raz¨®n reside en que tanto los recortes, que se est¨¢n manifestando contraproducentes, como las dudas que genera la reforma institucional erosionar¨¢n la calidad de la deuda alemana y, a medio plazo, acabar¨¢n socavando la capacidad y el coste de financiaci¨®n de Alemania.
A menos que se cambie de rumbo, estar¨¢n abocados a la salida de la eurozona aquellos pa¨ªses que est¨¢n cumpliendo con mandatos institucionales en condiciones adversas, lo que dejar¨ªa la eurozona reducida a una zona marco. Si esto es lo que busca Alemania, est¨¢ claro que para tal viaje no hac¨ªan falta alforjas, pero el coste que Alemania sufrir¨¢ en t¨¦rminos econ¨®micos y de responsabilidad hist¨®rica y pol¨ªtica ser¨¢ enorme. Tanto EE UU como China tienen sumo inter¨¦s en la normalizaci¨®n de la eurozona. Pero ser¨ªa triste constatar como europeos que solo una eventual explosi¨®n de la burbuja inmobiliaria en China, que afectase a las exportaciones alemanas y provocase una recesi¨®n en Alemania, podr¨ªa hacer tomar un rumbo m¨¢s europe¨ªsta a la canciller Merkel. Las presiones sobre la prima de riesgo van a seguir hasta que Alemania decida qu¨¦ camino tomar pero, sea cual sea, su decisi¨®n tendr¨¢ un coste. Alemania debe buscar una salida europea a la crisis de la eurozona que salvaguarde sus intereses tanto como los del euro, pero no puede aspirar a tenerlo todo: le beurre et l'argent du beurre.
Manuel Sanchis i Marco es profesor de Econom¨ªa Aplicada de la Universitat de Val¨¨ncia y profesor invitado de la Universidad de Maastricht.
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