Ocupar el Congreso
La iniciativa del 25-S ser¨ªa la coartada legal para la respuesta inevitable por parte de las instituciones
Desde hace semanas se est¨¢ produciendo un debate, tan rico como confuso, sobre una de las acciones m¨¢s beligerantes contra la crisis de la pol¨ªtica democr¨¢tica: ocupar el Congreso el pr¨®ximo 25-S. Rodearlo indefinidamente, exigir su disoluci¨®n, provocar la dimisi¨®n del Gobierno y del jefe del Estado, abrir un periodo constituyente y convocar nuevas elecciones. Este programa de m¨¢ximos, de fuerte contenido ideol¨®gico, no es nuevo y es compartido, de forma difusa o expresa, por sectores muy combativos de nuestra sociedad. Tambi¨¦n por los decepcionados y hartos, a los que se a?aden algunos posibles sospechosos pescadores en r¨ªos revueltos.
Pero lo significativo de esta acci¨®n es que rodear el Congreso e impedir ¡ªintencionadamente¡ª el desarrollo normal de sus funciones, est¨¢ tipificado como delito en el C¨®digo Penal en su art¨ªculo 494 y siguientes. Sea cual sea la discutible consideraci¨®n ideol¨®gica sobre la legitimidad (¨¦tica y pol¨ªtica) de nuestra legalidad vigente, lo cierto es que el debate sobre una acci¨®n pol¨ªtica que implica cometer un delito abre poderosos interrogantes. A esto hay que a?adir el flirteo con la discutible violencia leg¨ªtima, la radicalidad de la acci¨®n rupturista y las dudas (sobre sus ¨²ltimas intenciones y sus intereses) que han generado algunos de sus principales instigadores: promotores an¨®nimos que han roto los puentes de coordinaci¨®n con otros sectores del 15-M, m¨¢s conscientes de los costes / beneficios de una acci¨®n imprevisible que propone el ¡°todo o nada¡±.
Las respuestas, por parte de los actores pol¨ªticos tradicionales, van desde la preocupaci¨®n o la histeria a la ceguera y sordera social y pol¨ªtica. El hecho de que la acci¨®n pueda vulnerar la ley, tal y como est¨¢ planteada hasta la fecha, act¨²a como placebo entre los dirigentes pol¨ªticos. As¨ª, la tentaci¨®n se instala y se deja de pensar y de actuar con prudencia, atenci¨®n y responsabilidad, inhibi¨¦ndose la reacci¨®n urgente e imprescindible de la pol¨ªtica formal. Se tratar¨ªa, simplemente, de un asunto de orden p¨²blico. Y aqu¨ª est¨¢ el error.
Hoy, muchas y diversas mayor¨ªas se sienten excluidas del sistema econ¨®mico y sufren el desgarro social. Consideran que nuestro sistema pol¨ªtico actual es la coartada y la argamasa que consolida un estado de cosas que son insostenibles, e injustas. La lista de razones para la indignaci¨®n, la irritaci¨®n e ¡ªincluso¡ª la insumisi¨®n o la desobediencia, es larga y leg¨ªtima. La crisis econ¨®mica ser¨ªa, entonces, la consecuencia de la crisis de la pol¨ªtica. Una pol¨ªtica insuficiente, cobarde y c¨®mplice, piensan.
Reconozcamos que es necesario y vital abrir varios y simult¨¢neos procesos o la olla a presi¨®n no resistir¨¢
Estamos, tambi¨¦n, frente a una ruptura generacional y cultural incuestionable. Una parte muy importante de los j¨®venes no siente esta democracia como suya, y sus instrumentos de representaci¨®n, articulaci¨®n y gobierno son percibidos como hostiles a sus propias vidas. La mayor¨ªa de los partidos pol¨ªticos (y los sindicatos) formar¨ªan parte del sistema y no se plantan frente a ¨¦l. Esta es la percepci¨®n creciente en la nueva cultura pol¨ªtica que emerge entre las costuras del Movimiento 15-M.
La pol¨ªtica formal debe dar respuesta al desaf¨ªo real, m¨¢s all¨¢ del 25-S. Las mareas destituyentes crecen y tienen corrientes de fondo que se nutren de aguas fr¨ªas y calientes: de los que quieren otra pol¨ªtica y de los que defienden ¡ªconsciente o inconscientemente¡ª la antipol¨ªtica y la apol¨ªtica. Entre los que quieren m¨¢s democracia¡ y los que, quiz¨¢s, quieren menos.
Nuestra democracia (nuestras instituciones) debe reconocer que muestra signos de deterioro muy preocupantes. Y que, como cualquier enfermo sabe, lo importante para abordar un proceso de regeneraci¨®n y recuperaci¨®n con ¨¦xito pasa por el reconocimiento y aceptaci¨®n de la gravedad de las lesiones, y de la relaci¨®n entre estas y las pr¨¢cticas que las provocan.
Frente a los que proponen Ocupar el Congreso, hay otras voces ¡ªtan cr¨ªticas como los que supuestamente se autoproclaman como m¨¢s radicales¡ª que proponen Rescatar el Congreso ¡°del mercado y de los mercaderes¡±. El matiz no es solo sem¨¢ntico. Es un enfoque que pretende, para generar m¨¢s apoyos y mayor¨ªas, anclar la acci¨®n en las l¨®gicas de la no-violencia, la radicalidad exigente y responsable ¡ªque no arrastre a sus participantes a acciones ilegales de alto coste personal y pol¨ªtico¡ª y en la gesti¨®n l¨²cida de la fuerza cr¨ªtica. Mejor un d¨ªa de participaci¨®n / manifestaci¨®n masiva, pac¨ªfica y coordinada, que una ocupaci¨®n dividida, con episodios incontrolables (con infiltraciones de todo tipo) y que ser¨ªa la coartada legal para la respuesta inevitable por parte de las instituciones.
La calle hierve. La pol¨ªtica formal quiere tirar de manguera, pero las condiciones para el estallido social est¨¢n ah¨ª. Y no faltar¨¢n pir¨®manos. De nuevo, el tiempo corre muy r¨¢pido y la pol¨ªtica sigue con el reloj averiado. La agenda de cambios que se debe abordar es, otra vez, constituyente. Debemos recordar, por ejemplo, que la Constituci¨®n Espa?ola solo pudo ser votada (o no) por las personas que hoy tienen m¨¢s de 52 a?os. El resto o no era mayor de edad o no hab¨ªa nacido¡ ?Es esto aceptable?
Reconozcamos que es necesario y vital abrir varios y simult¨¢neos procesos o la olla a presi¨®n no resistir¨¢. Cuando lo s¨®lido se diluye, por sobrecalentamiento, el paso al estado gaseoso depende, solo, del tiempo y el aumento de la temperatura.
Antoni Guti¨¦rrez-Rub¨ª es asesor de comunicaci¨®n.
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