Contra la clase media
Aceptamos cualquier reducci¨®n si nos dejan vivir con lo poco que nos queda
Sabemos lo que nos est¨¢ pasando; estamos en un estado de emergencia absoluta y parece que da lo mismo que gobiernen unos u otros, como lo pone de manifiesto lo ocurrido desde 2008 hasta hoy. Y no parece que las opciones que se dibujan en el horizonte, desde la extrema izquierda a la extrema derecha, vayan a dar respuesta positiva a los problemas que acarrea nuestro pa¨ªs.
Parece indiscutible que la financiaci¨®n de nuestra deuda a los tipos de inter¨¦s actuales es bastante insoportable y que Espa?a no podr¨¢ aguantar esa financiaci¨®n sin destruir buena parte de las conquistas sociales que los espa?oles conseguimos materializar desde la Transici¨®n. Estamos en un c¨ªrculo vicioso ¡ªa m¨¢s restricciones menos ingresos, a menos ingresos m¨¢s deuda¡ª del que resulta dif¨ªcil salir, m¨¢xime cuando ese vicio se convierte en virtud para los que se benefician de la captaci¨®n de liquidez de inversores que, incluso, pagan por garantizar la seguridad de sus dep¨®sitos, de lo que se deduce que no tienen ninguna prisa en abaratar el cr¨¦dito a los pa¨ªses deudores.
Pero no parece que obtener una financiaci¨®n ventajosa sea el ¨²nico m¨®vil que impulsa ese tipo de pol¨ªtica a los que a corto plazo de benefician de ella. Hay algo m¨¢s que tiene que ver con la ideolog¨ªa imperante en el mundo occidental y que, de no remediarse, promete acabar con las conquistas que la socialdemocracia impuls¨® y materializ¨® despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. Ram¨®n Mu?oz, en un reportaje publicado en EL PA?S el 31 de mayo de 2009 dec¨ªa ¡°parece que la clase media est¨¢ en peligro o, al menos, en franca decadencia. Eso piensan muchos soci¨®logos, economistas, periodistas y, lo que es m¨¢s grave, cada vez m¨¢s estad¨ªsticos. Como los dinosaurios, esta ¡°clase social de tenderos¡± ¡ªcomo la calificaban despectivamente los arist¨®cratas de principios de siglo XX¡ª a¨²n domina la sociedad, pero la actual recesi¨®n puede ser el meteorito que la borre de la faz de la Tierra¡±. Creo que esa afirmaci¨®n esconde una de las claves de lo que nos est¨¢ pasando. Cualquiera puede replicar esa afirmaci¨®n argumentando que la clase media no puede desaparecer empobreci¨¦ndose so pena de que se hunda el sistema al que precisamente sustenta esa clase, que es la que proporciona los recursos econ¨®micos necesarios para subsistir. No parece descabellado afirmar que los aut¨¦nticos paganos de esta crisis son los componentes de esa clase. Los que pertenecen a la clase m¨¢s baja de la sociedad ya lo ten¨ªan casi todo perdido; los pertenecientes a los escalones m¨¢s altos pierden, pero no lo suficiente como para que sus hijos y nietos no tengan aseguradas sus vidas a la espera de tiempos mejores. La crisis est¨¢ yendo directamente al coraz¨®n de la clase media cuyas expectativas en estos momentos quedan vedadas para el ascenso y apuntan directamente al descenso. El miedo se ha apoderado de ella que, como el del chiste, a lo m¨¢s que aspira es a quedarse como estaba. Es tal el p¨¢nico, que aceptan sin rechistar todas y cada una de las agresiones que el gobierno anterior y el actual perpetraron y perpetran contra ella. Se acepta la subida brutal del IVA o los recortes sanitarios y educativos sin apenas parpadear; a lo m¨¢s, una tibia protesta por el aumento de las tasas universitarias o por el copago farmac¨¦utico; se congelaron las pensiones y se reza para que no se bajen m¨¢s de lo que ya se ha hecho. No parece que quepa la menor duda de que es la clase media la receptora de semejante agresi¨®n. ?Por qu¨¦?
Seg¨²n estad¨ªsticas de la UE, de aqu¨ª al a?o 2015, el 5% de la poblaci¨®n activa de nuestro pa¨ªs se dedicar¨¢ a la producci¨®n de alimentos, el 15% a fabricar productos industriales y el 80% restante, m¨¢s de las tres cuartas partes de la poblaci¨®n activa, lo har¨¢ a producci¨®n de servicios, sean estos para atender a empresas o para personas, y dentro de esos servicios, los relacionados con las nuevas tecnolog¨ªas que, cada d¨ªa, adquieren mayor presencia y relevancia. Si eso es as¨ª, una simple proyecci¨®n nos indicar¨¢ que los servicios en el primer tercio del siglo XXI no s¨®lo ser¨¢n la fuente de generaci¨®n de empleo, sino que ser¨¢n la base sobre los que se asiente la nueva econom¨ªa. La agricultura y la industria ya no dar¨¢n m¨¢s de s¨ª, porque la tecnolog¨ªa cada vez tiene mayor espacio y presencia en los sectores agrarios e industriales, hasta el punto de que cada vez producimos m¨¢s con menos mano de obra.
La pol¨ªtica de hechos consumados comienza a surtir efecto
?Y cu¨¢les son esos servicios en los que se va a emplear a la mayor parte de la poblaci¨®n activa? Adem¨¢s de aquellos relacionados con servicios a las empresas y a las nuevas tecnolog¨ªas, no cabe la menor duda que la sanidad, la educaci¨®n y la discapacidad en cualquiera de sus variantes van a adquirir una importancia extraordinaria en la sociedad. Para la ideolog¨ªa socialdem¨®crata esos servicios no son mercanc¨ªas que se puedan comprar y vender en funci¨®n de las posibilidades econ¨®micas de cada ciudadano, sino derechos que deben ser garantizados por el Estado. La operaci¨®n ideol¨®gica puesta en marcha a ra¨ªz de la crisis econ¨®mica tiene como objetivo trasladar a la mente del ciudadano que esos derechos han dejado de serlo y que a partir de esta situaci¨®n de dificultad y de recortes, habr¨¢ que pagar por el uso de los mismos. Se trata de ir concienciando a la poblaci¨®n de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que el Estado no puede atender esos derechos con el simple pago de los impuestos. Y la pol¨ªtica de hechos consumados comienza a surtir efecto. Nos estamos acostumbrando a pagar m¨¢s por los medicamentos, a rebajar nuestro nivel salarial, a aceptar una rebaja en las pensiones, a pagar m¨¢s por las tasas universitarias, a la masificaci¨®n de las aulas escolares, a la disminuci¨®n del cat¨¢logo de prestaciones sanitarias, a la desaparici¨®n de las ayudas a la discapacidad y seguiremos aceptando cuantas reducciones se quieran aplicar a condici¨®n de que nos dejen vivir con lo poco que nos vaya quedando. No saldremos de este agujero hasta que la clase media haya asimilado que lo que antes eran derechos ahora se han convertido en mercanc¨ªas que es necesario pagar.
?Y a qui¨¦n habr¨¢ que pagar? Al Estado si este se responsabiliza de la prestaci¨®n de esos servicios o a la iniciativa privada si consigue demostrar que su gesti¨®n a la hora de prestar esos servicios resulta m¨¢s eficiente y m¨¢s barata. Volveremos al Estado de beneficencia, donde una parte de la poblaci¨®n no tendr¨¢ m¨¢s remedio que ser asistida ben¨¦ficamente en educaci¨®n y en sanidad y a una sanidad privada, a una educaci¨®n de pago y a unos discapacitados comprando los servicios que necesiten si ellos o sus familias est¨¢n en condiciones de pagarlos.
La crisis, en su etapa actual, ya no es otra cosa que una gran operaci¨®n ideol¨®gica tendente a devolver al mercado lo que el mercado considera que es suyo. Para salir de esta crisis, la clase media no tiene m¨¢s que dos caminos: o aceptar lo antes posible, y con todas sus penosas consecuencias, que el ultraliberalismo ha triunfado, o rebelarse contra este estado de cosas y pelear para que no se salgan con la suya quienes pretenden hacerle tragar que las cosas son as¨ª y que esta medicina, en forma de crisis, producir¨¢ sus efectos cuando se vaya tomando gota a gota, viernes a viernes.
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra fue presidente de la Junta de Extremadura.
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