Esca?os en blanco (y transparentes)
Los asientos vac¨ªos en el Parlamento podr¨ªan servir para recordar el descontento de muchos ciudadanos
Como casi todo en la tradici¨®n democr¨¢tica, la reivindicaci¨®n de los esca?os en blanco ¨C esto es, la propuesta de que los votos en blanco obtengan representaci¨®n parlamentaria mediante esca?os vac¨ªos ¨C conoci¨® un origen netamente popular. Vio la luz all¨¢ por el a?o 2000 en el seno de peque?os movimientos sociales de base y, tras ello, la abrazaron los indignados y el movimiento del 15-M. Pero, habida cuenta de que ha sido nada m¨¢s y menos que uno de los padres de la constituci¨®n, Miguel Roca, quien ha tenido a bien abanderarla (v¨¦ase su entrevista en EL PA?S, 4 de agosto), nada le impide ya llamar a la puerta de los debates institucionales.
Los argumentos que el propio Roca ofrece en su defensa ¡ª¡°que el desenga?o se visibilice con un mont¨®n de esca?os vac¨ªos que, adem¨¢s, les obliguen (a los partidos) a pactar¡±¡ª ya resultar¨ªan suficientes para iniciar una conversaci¨®n p¨²blica al respecto. Pero cabe traer a colaci¨®n unos cuantos m¨¢s.
Los votos en blanco vienen configurando una singular paradoja representativa. Se supone que persiguen hacer p¨²blico tanto su respaldo al sistema democr¨¢tico como su rechazo a las variadas alternativas existentes (esto es, a los diferentes partidos pol¨ªticos). Y, sin embargo, son esos mismos votos favorables al sistema pol¨ªtico los que el sistema pol¨ªtico se encarga de ignorar.
Los votos en blanco se computan, pero no se representan. Obtienen una menci¨®n en el recuento durante la jornada electoral y un asiento contable en los resultados del BOE, pero, m¨¢s all¨¢ de eso, carecen de presencia pol¨ªtica. Que ni siquiera modifiquen el quorum es revelador: a efectos pr¨¢cticos, entre votar en blanco y abstenerse no hay ninguna diferencia.
Si se transformaran en esca?os vac¨ªos, esos votos adquirir¨ªan representaci¨®n pol¨ªtica, no meramente aritm¨¦tica. Rese?ar¨ªan el descontento de una parte de la ciudadan¨ªa que se identifica con los grandes rasgos del sistema representativo ¡ªelecciones peri¨®dicas, gobernantes sujetos a la voluntad del electorado, estado de derecho¡ª pero que no encuentra a nadie en quien confiar a la hora de destinar su voto. La sola presencia de esos esca?os hu¨¦rfanos supondr¨ªa una demanda de novedades en la oferta pol¨ªtica, tornando el sistema m¨¢s din¨¢mico y competitivo.
Los motivos de la actual desafecci¨®n hacia los pol¨ªticos son desde luego muchos y complejos
As¨ª las cosas, no es de extra?ar que en apenas una d¨¦cada la reivindicaci¨®n haya encontrado un respaldo social considerable que todo indica que no har¨¢ sino aumentar. Los motivos para la actual desafecci¨®n hacia los pol¨ªticos son desde luego muchos y complejos, y de hecho el fen¨®meno es considerablemente anterior a la crisis econ¨®mica que padecemos. Pero no parece descabellado sugerir cierta relaci¨®n entre el raudo ¨¦xito de la demanda de los esca?os en blanco y la creciente p¨¦rdida de soberan¨ªa por parte de los estados. Un vaciado del poder estatal que es desde hace tiempo vox populi en la academia, y que no pod¨ªa dejar de tener consecuencias pr¨¢cticas entre la ciudadan¨ªa.
El antiguo estado-naci¨®n se relacionar¨ªa as¨ª con votos en blanco meramente computables, cuya sola significaci¨®n ser¨ªa la del descontento con las diferentes ofertas; pero al estado-globalizaci¨®n actual le concernir¨ªan m¨¢s bien los votos en blanco representados. Representados por esca?os vac¨ªos que, adem¨¢s de lo anterior, reflejar¨ªan tambi¨¦n la impotencia de la pol¨ªtica estatal en ciertas ¨¢reas y la demanda ciudadana de instituciones realmente soberanas sin cuya existencia la democracia deviene tan s¨®lo una c¨¢scara institucional vac¨ªa.
No es poco, por tanto, lo que atesora en su interior la iniciativa. La ciudadan¨ªa se encontrar¨ªa representada con mayor exactitud y justicia. El sistema se tornar¨ªa m¨¢s competitivo. Muchos ciudadanos suscribir¨ªan con su voto lo que es ya un lugar com¨²n en cualquier an¨¢lisis pol¨ªtico medianamente l¨²cido y no te?ido de electoralismo partidista: que donde no hay soberan¨ªa, no puede haber democracia. Y lo har¨ªan se?alando a la vez que su fe en los ideales democr¨¢ticos se mantiene pese a todo inc¨®lume, y que por tanto no han sido tentados ni por alternativas populistas ni por otras de otro cariz, todav¨ªa m¨¢s funesto. Adem¨¢s ¡ªy aunque en muy ¨²ltimo lugar¡ª resultar¨ªa m¨¢s barato. ?Por qu¨¦ raz¨®n que no fuera el propio inter¨¦s podr¨ªa alguien (o algo, como por ejemplo un partido pol¨ªtico) estar en contra?
Ahora que uno de los padres de la constituci¨®n ha otorgado su nihil obstat a la propuesta, toca esperar y ver qu¨¦ responden al respecto los diferentes partidos, en especial los dos grandes. Entonces veremos no solo lo que los esca?os en blanco significan, sino adem¨¢s lo que traslucen, lo que dejan ver, lo que transparentan. Despu¨¦s de todo, si no son los ideales representativos los que gu¨ªan nuestro juicio, la medida no s¨®lo supone menos esca?os a repartir, sino adem¨¢s introducir a otro competidor en la carrera, otro al que muchos de mis votantes pueden libremente elegir. Mejor no darles la oportunidad siquiera. En ese sentido, todo indica que los esca?os en blanco resultar¨¢n tambi¨¦n transparentes a la hora de desvelar cierta concepci¨®n de la voz ¡°democracia¡±¡ pero esa es otra historia, y ha de ser contada en otra ocasi¨®n.
Jorge Urd¨¢noz Ganuza es profesor de Filosof¨ªa del Derecho y del Master de Derechos Humanos de la Universidad Oberta de Catalunya.
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