Di¨¢logo en Catalu?a
El respeto y las normas democr¨¢ticas tienen que imponerse a desbordamientos oportunistas
La reivindicaci¨®n de Catalu?a como un nuevo ¡°Estado de Europa¡±, sostenida por cientos de miles de personas en las calles de Barcelona el pasado 11 de septiembre, constituye una fuerte expresi¨®n p¨²blica de desconfianza hacia el resto de Espa?a y abre una seria crisis Pol¨ªtica. Toca a las instituciones y a la pol¨ªtica, esta vez con may¨²sculas, buscar serenamente las soluciones al problema planteado, partiendo de la base del imposible encaje constitucional de una secesi¨®n y de la necesidad de buscar otras respuestas. La primera oportunidad para comenzar a intentarlo es la entrevista entre el jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, y el presidente de la Generalitat de Catalu?a, Artur Mas, prevista para el jueves pr¨®ximo en Madrid.
Mas ha evolucionado r¨¢pidamente desde la reivindicaci¨®n del pacto fiscal, con la que gan¨® las elecciones, al anuncio de su voluntad de construir un Estado para Catalu?a y de someterlo a consulta popular. Toma as¨ª la iniciativa respecto a Rajoy, que solo estaba dispuesto a confirmar la ayuda de su Gobierno para el pago de la deuda que asfixia a esa comunidad. El giro de Mas le desvela como un dirigente que se ve a s¨ª mismo a la cabeza de una ¡°transici¨®n nacional¡± en Catalu?a, como qued¨® claro el viernes pasado al postularse para liderar un proceso independentista ante los dirigentes de la Asamblea Nacional Catalana, promotora de la marcha de la Diada. Todo ello cuando el propio l¨ªder catal¨¢n ha convocado a las diputaciones, todas en manos de CiU, con la finalidad de preparar una Hacienda catalana, dentro de su plan de levantar instituciones propias de un Estado para Catalu?a. La deriva de Mas es descabellada, pues deposita toda su acci¨®n pol¨ªtica en un ¡°clamor del pueblo¡± siempre imposible de concretar si se dejan de lado las instituciones y los procedimientos propios de una democracia representativa.
Los pol¨ªticos han de tener en cuenta los sentimientos expresados en la calle, pero ning¨²n dirigente de un pa¨ªs civilizado y democr¨¢tico puede considerar la Constituci¨®n y el Estado de derecho como papel mojado o meras formalidades. Asombra que Mas se refiera como una ¡°jaula¡± a la Constituci¨®n que mayores cotas de libertad y democracia ha producido en Espa?a, Catalu?a incluida. No yerra cuando dice que la Constituci¨®n se puede superar y que no es una ley ¡°para siempre¡±, pero olvida que el sujeto constituyente es el pueblo espa?ol, no solo el conjunto de los catalanes. Por eso resultar¨ªa inaceptable desde el punto de vista democr¨¢tico cualquier intento de provocar el trauma a base de hechos consumados, como sugiere el unilateralismo apuntado desde CiU.
Tales planteamientos coinciden con la crisis, que ha debilitado al conjunto de Espa?a, y con la existencia de sectores ideol¨®gicos, sobre todo de derechas, que llevan tiempo tratando de desacreditar el sistema auton¨®mico, lo cual puede restar argumentos al Gobierno a la hora de hacer valer la Constituci¨®n como valladar frente al aventurerismo y como marco de soluciones. La existencia de un r¨¦gimen fiscal propio para el Pa¨ªs Vasco y Navarra, en el que Catalu?a se mira, complica tambi¨¦n la evoluci¨®n de Espa?a hacia un modelo federal, la opci¨®n, mucho m¨¢s sensata, a la que parecen acogerse los socialistas de Catalu?a.
A nadie conviene una crisis secesionista en plena Eurozona, que ha visto la ca¨ªda de muchos Gobiernos, pero, hasta ahora, de ning¨²n Estado. Lo ¨²ltimo que deben hacer los pol¨ªticos es exacerbar los sentimientos de frustraci¨®n que buena parte de la opini¨®n p¨²blica catalana pueda albergar respecto de la espa?ola, y viceversa. Y hay que poner coto a la presentaci¨®n de este conflicto como el divorcio de una pareja. Nos lo jugamos todo a que la racionalidad se imponga, y a que el di¨¢logo y el respeto democr¨¢ticos predominen sobre desbordamientos oportunistas.
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