La utilizaci¨®n del conflicto norte-sur
La identificaci¨®n que hace Mas entre el secesionismo catal¨¢n y el alem¨¢n no tiene demasiado sentido
El estallido de la cuesti¨®n catalana, no por esperado menos intempestivo, ha venido a poner de manifiesto de forma harto dram¨¢tica la fractalidad del conflicto interterritorial europeo. El matem¨¢tico Beno?t Mandelbrot bautiz¨® como fractal al objeto geom¨¦trico cuya estructura fragmentaria se reproduce a distinta escala. Es lo que est¨¢ ocurriendo ahora mismo en Europa con el conflicto territorial entre el norte y el sur, que se ha reabierto a escala tanto estatal como continental. En esta ¨²ltima, el conflicto opone a los pa¨ªses acreedores del norte, encabezados por Alemania, versus los pa¨ªses deudores del sur mediterr¨¢neo, los tristemente c¨¦lebres PIGS (o GIPSIs). Y al mismo tiempo, en muchos Estados como la propia Espa?a, adem¨¢s de B¨¦lgica, Reino Unido o Italia, tambi¨¦n se enfrenta el norte m¨¢s desarrollado (Catalu?a y Pa¨ªs Vasco, Flandes, Lombard¨ªa) frente al sur pendiente de modernizar (Extremadura y Andaluc¨ªa, Valonia, el Mezzogiorno), con la variante del Reino Unido donde la polarizaci¨®n norte-sur est¨¢ invertida (Escocia, la regi¨®n secesionista del norte, es la m¨¢s pobre, frente a la rica Inglaterra del sur), de modo parecido a lo que ocurre en la pen¨ªnsula escandinava, lo que revela que el centro de la polaridad europea se articula en torno a la desembocadura del Rin en el Mar del Norte. Esta fractalidad del conflicto norte-sur fue recientemente reconocida por el propio president Mas, quien sostuvo con un punto de ostentaci¨®n que el secesionismo catal¨¢n, que ¨¦l atribuye al presunto expolio fiscal,obedec¨ªa a las mismas razones que la resistencia alemana y n¨®rdica a financiar el d¨¦ficit y la deuda de los pa¨ªses mediterr¨¢neos. ?Hasta qu¨¦ punto tiene sentido hablar as¨ª? ?Qu¨¦ factores explican semejante estado de cosas?
Comenzar¨¦ por recordar a partir de Weber que la conflictividad tiene tres dimensiones: conflictos de poder o de derechos, conflictos de estatus o de identidades y conflictos de clase o de intereses. Pero de las tres la dominante es sin duda la dimensi¨®n econ¨®mica, pues la conflictividad es directamente proporcional a la tasa de crecimiento. En los ciclos expansivos se reduce porque la econom¨ªa es un juego de suma positiva en el que todas las partes pueden ganar. En cambio, en los ciclos recesivos la conflictividad se incrementa porque la econom¨ªa se convierte en un juego de suma nula o negativa, en el que todas las partes salen perdiendo. Es lo que ocurre ahora. Ahora bien, la novedad actual es que la presente conflictividad no se traduce en conflictos de clase o de intereses sino en conflictos de poder y de estatus. A pesar de que la crisis ha multiplicado enormemente la desigualdad econ¨®mica, sin embargo, el conflicto vertical por la distribuci¨®n de la renta entre asalariados versus propietarios, antes llamado lucha de clases, se ha visto en buena medida suplantado y sustituido por el conflicto horizontal identitario. Y aqu¨ª han cobrado relevancia tres nuevos tipos de conflicto social. Ante todo, el conflicto de estatus entre aut¨®ctonos versus inmigrantes, que da lugar al populismo xen¨®fobo. Despu¨¦s, el conflicto de poder entre representados versus representantes, que enfrenta a la ciudadan¨ªa con la clase pol¨ªtica a escala tanto estatal (populismo antipartidos) como continental (populismo euroesc¨¦ptico). Y por fin el conflicto de poder a escala territorial entre el norte rico y el sur pobre que origina este comentario.
Las razones que explican este desplazamiento de la conflictividad desde el eje vertical de la lucha de clases hacia el eje horizontal de la lucha de territorios y de identidades pueden resumirse en dos. El conflicto de intereses entre patronos y trabajadores resultaba central cuando la mayor parte del beneficio empresarial se obten¨ªa a costa de la reducci¨®n de los costes salariales. Pero ahora ya no es as¨ª. Dada la actual financiarizaci¨®n de la econom¨ªa, el beneficio empresarial procede sobre todo de la b¨²squeda tanto de cr¨¦dito como de valor burs¨¢til, mucho m¨¢s que de la contenci¨®n del coste laboral (que ahora se logra mediante la deslocalizaci¨®n geogr¨¢fica). Pero desde que existe la uni¨®n monetaria, esta financiarizaci¨®n crediticia se determina a escala continental europea con el consiguiente desequilibrio interterritorial de la prima de riesgo que mide el coste diferencial de la deuda de cada pa¨ªs. De ah¨ª que cuando las fuentes de financiaci¨®n se ciegan haya que acudir al rescate de los dem¨¢s pa¨ªses europeos, a lo que estos se resisten castigando a los pa¨ªses deudores con feroces programas de austeridad fiscal. Esto explica las tensiones territoriales segregacionistas que pugnan por expulsar a los Estados deudores fuera del ¨¢rea del euro.
Catalu?a quedar¨ªa en el lado sur, pasando a resultar segregada por los pa¨ªses n¨®rdicos
Adem¨¢s de la financiarizaci¨®n, la otra raz¨®n explicativa de la creciente importancia del factor geopol¨ªtico es que el salario real que actualmente se percibe tiene un componente social mucho mayor que antes. El nivel de renta disponible en Europa (pero no as¨ª fuera del continente) depende no solo de los ingresos monetarios pagados por el empleador, sino sobre todo de las transferencias estatales recibidas en forma de derechos sociales gratuitos: salud, educaci¨®n, pensiones, subsidios, etc. De ah¨ª que la actual presi¨®n por contener y reducir los costes salariales reales se traduzca en feroces recortes de los derechos sociales adquiridos. Ahora bien, este componente social de la renta disponible se distribuye de forma desigual por las diversas regiones administrativas en que est¨¢ dividido el continente europeo, dada la ausencia de una pol¨ªtica social unificada en com¨²n. Mientras que a escala estatal no es as¨ª, pues dentro de las fronteras de cada pa¨ªs se distribuye de forma igualitaria entre todas sus regiones internas, cualquiera que sea su nivel de renta. Y semejante igualaci¨®n estatal de los derechos sociales est¨¢ diferencialmente costeada por las regiones m¨¢s ricas de cada pa¨ªs, lo que explica sus fuertes pulsiones secesionistas.
De modo que ambos conflictos norte-sur que se dan a escala tanto continental como estatal resultan diferentes entre s¨ª. El conflicto continental norte-sur es de naturaleza financiera y crediticia, pues est¨¢ creado por la relaci¨®n asim¨¦trica entre pa¨ªses acreedores versus pa¨ªses deudores, atados los unos a los otros por la misma moneda com¨²n. De ah¨ª que sus efectos sean segregacionistas, pues los pa¨ªses acreedores se resisten a solidarizarse con los pa¨ªses deficitarios, prefiriendo impulsarlos a salir del euro antes que sufragar o condonar sus deudas. Mientras que el conflicto estatal norte-sur es de naturaleza tributaria y administrativa, pues est¨¢ creado por la relaci¨®n asim¨¦trica entre regiones contribuyentes versus regiones perceptoras de los derechos sociales, atadas las unas a las otras por una misma caja fiscal com¨²n. De ah¨ª que sus efectos sean secesionistas, pues las regiones contribuyentes se resisten a solidarizarse con las perceptoras, prefiriendo hacer rancho aparte antes que compartir los mismos derechos sociales con ellas.
De modo que la identificaci¨®n que hace Artur Mas entre el secesionismo catal¨¢n y el segregacionismo alem¨¢n no tiene demasiado sentido. Es verdad que Catalu?a est¨¢ situada como contribuyente neta en el lado norte del conflicto territorial espa?ol por la financiaci¨®n de los derechos sociales. Pero si alg¨²n d¨ªa obtuviera la independencia no por ello pasar¨ªa a situarse en el lado norte del conflicto continental europeo. Por el contrario, en tanto que regi¨®n deudora quedar¨ªa inmediatamente situada en el lado sur, pasando a resultar segregada por los pa¨ªses n¨®rdicos junto al resto de los dem¨¢s pa¨ªses latino-mediterr¨¢neos. Semejante cambio de alineaci¨®n no parece justificar el elevado precio a pagar.
Enrique Gil Calvo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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