Las pol¨ªticas de la verg¨¹enza
La situaci¨®n est¨¢ peor que nunca, pero se insiste en las mismas y fracasadas acciones
En los carteles de la campa?a electoral gallega, el candidato Feij¨®o aparece solo, sin referencia alguna al Partido Popular, cuya lista encabeza. Las siglas del PP se han ca¨ªdo como las hojas de oto?o. El PP siente verg¨¹enza de s¨ª mismo. No estoy convencido de que este acto de cobard¨ªa ayude al candidato de la derecha.
Un director de un banco importante dec¨ªa recientemente que la morosidad no para de crecer, la aton¨ªa es absoluta, la fractura en las clases medias se agrava y una parte de ellas parece haber agotado las pocas reservas que les quedaban y el pesimismo paraliza a los que todav¨ªa tendr¨ªan algunos recursos para gastar. En las escuelas, en los comercios, en las oficinas, todo el mundo transmite experiencias que confirman que cada d¨ªa hay m¨¢s gente que est¨¢ pasando apuros graves y que no tiene para gastar en las cosas m¨¢s elementales. Sin embargo, el Gobierno acelera las transferencias de los recursos de los trabajadores para salvar el sistema financiero, con un aumento de la presi¨®n fiscal sin precedentes y con recortes sociales cada vez m¨¢s insoportables, al tiempo que se anuncia un nuevo rescate, promesa de m¨¢s sacrificios para los ciudadanos a mayor gloria de los bancos. Y, sin el menor gesto reparador de una crisis tan desigualitaria. Conclusi¨®n: todo el mundo dice que la situaci¨®n est¨¢ peor que nunca, pero se insiste en las mismas y fracasadas pol¨ªticas.
Una periodista holandesa me preguntaba: ¡°?Hay alguien al mando en Espa?a?¡±. Hay un Gobierno atado al dogma de la austeridad, sin empat¨ªa alguna con lo que est¨¢ ocurriendo en la calle. Que toma a las personas como medios para conseguir unos resultados que no llegan por ninguna parte, y no como fines en s¨ª mismos, como requiere la dignidad de cualquier ciudadano. Si detr¨¢s de las magnitudes macro y microecon¨®micas con las que definen sus pol¨ªticas fueran capaces de ver los rostros de las personas que las sufren, probablemente, las cosas ir¨ªan mejor. Quiz¨¢ alguno no lo soportar¨ªa y dejar¨ªa el oficio. Y otros aumentar¨ªan su sadismo, porque tambi¨¦n hay quien goza con la desgracia ajena. Pero estoy seguro de que la mayor¨ªa har¨ªan las cosas de otra manera. Aunque los n¨²meros est¨¢n para eso: para ocultar con abstracciones la cruda realidad de la vida cotidiana. No vaya a ser que nuestros gobernantes se hicieran humanos, conocieran la compasi¨®n y la empat¨ªa. Pronto les declarar¨ªan no aptos para el servicio.
S¨ª que hay alguien al mando, destruyendo los equilibrios sociales que tanto cost¨® construir. Pero alguien que se esconde porque no sabe c¨®mo justificar lo que hace y porque es incapaz de dibujar un horizonte que devuelva la ilusi¨®n a la ciudadan¨ªa. Tanto es as¨ª que, en los ¨²ltimos d¨ªas, el Gobierno ha dado se?ales de querer construir, a costa de la democracia, un sistema de ocultamiento. As¨ª, nos hemos enterado de que ha puesto al servicio de inteligencia a investigar filtraciones a la prensa extranjera; hemos visto c¨®mo la polic¨ªa era premiada por actuar de un modo absolutamente desmesurado contra las manifestaciones del 25 de septiembre; se ha lanzado un globo sonda sobre la limitaci¨®n del derecho de manifestaci¨®n, e incluso se ha hablado de penalizar las cr¨ªticas a las instituciones. Por lo visto, algunos querr¨ªan montar un manifest¨®dromo, lejos del mundanal ruido, para que los malos ¡ªseg¨²n Rajoy, los que no respeten los modales de la mayor¨ªa silenciosa¡ª expresen su irritaci¨®n lejos de los o¨ªdos de los gobernantes y de sus conciudadanos. No es nada nuevo. Desde hace tiempo, este Gobierno lleva a cabo una pol¨ªtica sistem¨¢tica de ocultaci¨®n que podr¨ªamos definir por estos par¨¢metros: negaci¨®n de la alternativa, satanizaci¨®n del conflicto, ninguneo del Parlamento, discurso del miedo, humillaci¨®n de los perdedores, desprecio a las voces discrepantes, cultura de casta, minimizaci¨®n de las condiciones b¨¢sicas de igualdad propias de la democracia. Una clara deriva hacia el autoritarismo posdemocr¨¢tico.
Dicen que el fracaso de los pa¨ªses depende mucho de las instituciones que tienen. Las instituciones espa?olas est¨¢n en manifiesta crisis: desde la Corona hasta los tribunales, desde el Parlamento hasta el Estado auton¨®mico, desde el Gobierno hasta los partidos. Y en vez de afrontar esta crisis, que podr¨ªa ser uno de los acicates para recuperar la motivaci¨®n colectiva, se juega a esconderse, a retardar las decisiones, a pensar en c¨®mo poner sordina a las voces inc¨®modas. Y, con este panorama, se sorprenden de que el descontento crezca y de que alguna comunidad prefiera embarcarse en proyectos propios, por inciertos que sean.
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