Jugamos tranquilas, ?eh?
Algunos varones empiezan a incluirse en los t¨¦rminos femeninos sin forzar el idioma
Cierto pol¨ªtico proclam¨® una vez en un acto electoral, hace unos 15 a?os: ¡°Compa?eros y compa?eras, lo que defendemos nosotros y nosotras...¡±.
Y claro, ese ¡°nosotras¡± son¨® raro. Porque ¡°nosotras¡±, con arreglo a la gram¨¢tica, es un pronombre inclusivo del sujeto que habla; de modo que quien lo pronuncia se sit¨²a dentro del grupo que menciona. As¨ª que un hombre no puede decir ¡°nosotras¡±, en puridad; sino s¨®lo ¡°nosotros¡±. Quiz¨¢s aquel pol¨ªtico debi¨® elegir para tal frase ¡°nosotros y vosotras¡±, y nadie le habr¨ªa tomado el pelo.
Sin embargo, algo est¨¢ sucediendo en nuestra lengua, porque algunos varones empiezan a incluirse en los t¨¦rminos femeninos con toda naturalidad. Es decir, sin forzar el idioma y probablemente sin darse cuenta.
El 5 de agosto, a las 20.22 horas, dijo el periodista Francisco Jos¨¦ Delgado, en la Cadena SER, al transmitir un partido de waterpolo femenino en los Juegos Ol¨ªmpicos:
- ?Si ganamos, estamos clasificadas!
Podr¨ªa parecer anecd¨®tico, fruto de la buena voluntad de un periodista educado en la tolerancia y en el esp¨ªritu de igualdad; o tal vez consecuencia de su deseo de implicarse en la victoria de la selecci¨®n nacional. Pero no se qued¨® eso en un ejemplo aislado, porque el entrenador del equipo femenino de balonmano aconsej¨® pocos minutos despu¨¦s a sus jugadoras durante un tiempo muerto, en el minuto 28 de partido y cuando venc¨ªan 24-20 a Noruega:
- ?Jugamos tranquilas, ?eh?!
Y a partir de ese momento, todos empezamos a jugar tranquilas.
Todav¨ªa m¨¢s. A las 23.25 del mismo d¨ªa, Manu Carre?o, director del Carrusel Ol¨ªmpico, aventuraba en la misma emisora:
Me parece un avance formidable
- Si estamos entre las siete primeras vamos a ser oro.
(Se refer¨ªa a las posibilidades de la regatista espa?ola Marina Alabau en windsurf, que iba camino de la medalla).
Disfrut¨¢bamos as¨ª de tres ejemplos significativos en solamente una hora de radio y televisi¨®n (confieso que veo la televisi¨®n mientras oigo la radio y ojeo el As). Eran tres casos reales de varones que utilizaban gen¨¦ricos femeninos incluy¨¦ndose ellos en el grupo.
Y a¨²n se a?adir¨ªa un cuarto ejemplo, el d¨ªa siguiente, 6 de agosto, a las 20.44 horas: el periodista de la SER Jos¨¦ Antonio Ponseti anunciaba, un tanto decepcionado, pues ten¨ªa mejores expectativas para las nadadoras de la sincronizada:
- Somos terceras despu¨¦s de las rusas.
Uno se imagina de inmediato a Ponseti siendo tercera despu¨¦s de las rusas, y enseguida se apunta al grupo en solidaridad con ¨¦l. Yo tambi¨¦n era tercera, y me parec¨ªa una injusticia que a las nadadoras espa?olas de sincronizada nos hubieran dado una puntuaci¨®n tan inferior a nuestros m¨¦ritos.
?Un quinto ejemplo? Lo hay, y muchos m¨¢s que ya dej¨¦ de anotar. Jes¨²s Gallego, a las 0.13 del viernes 10, hablando de la derrota en la final de waterpolo: ¡°Hemos pecado un poco de inexpertas¡±.
Y s¨ª, creo que los espa?oles fuimos un poco inexpertas en ese partido.
Bienvenida sea esta evoluci¨®n (por supuesto muy incipiente), que acierta a coincidir en este caso con el criterio de quienes sostienen que la lengua se adapta a la realidad como el agua a la vasija; y que si cambiamos la realidad y fomentamos la presencia de la mujer en todos los ¨®rdenes de la vida donde antes estaba discriminada, cambiaremos con el mismo esfuerzo el lenguaje; frente a quienes defienden, con id¨¦ntica buena voluntad, que primero hay que cambiar el lenguaje porque as¨ª se cambiar¨¢ m¨¢s f¨¢cilmente la realidad.
Sea como fuere, viene a cuento aqu¨ª esa diferencia entre g¨¦nero y sexo tan explicada antes por los gram¨¢ticos y tan despreciada ahora por ese lenguaje oficial que habla de la violencia machista como ¡°violencia de g¨¦nero¡± (la violencia siempre fue ¡°de g¨¦nero femenino¡± ¡ªdecimos ¡°mucha violencia¡± o ¡°violencia innecesaria¡±, pero no ¡°mucho violencia¡± ni ¡°violencia innecesario¡±¡ª; violencia de g¨¦nero femenino aunque la perpetren generalmente hombres y la combatamos todos): el g¨¦nero era un fen¨®meno gramatical, y exist¨ªan tres g¨¦neros: masculino, femenino y neutro (el, la, lo; ¨¦l, ella, ello; este, esta, esto); y el sexo, un fen¨®meno biol¨®gico (una silla tiene g¨¦nero, pero no sexo); y s¨®lo hay dos: mujer y hombre. (Para mejor informaci¨®n y mayor precisi¨®n, v¨¦ase el Diccionario Panhisp¨¢nico de Dudas, entrada ¡°g¨¦nero¡±). No estoy seguro de que esa antigua diferencia entre g¨¦nero y sexo vaya a sobrevivir, pero perm¨ªtanme usarla al menos en el siguiente p¨¢rrafo.
Lo cierto es que en estos tiempos, y por fortuna, ya hay hombres que, cuando se hallan ante una idea que refleja la presencia predominante de mujeres, empiezan a incluirse voluntaria y espont¨¢neamente en el g¨¦nero femenino... sin por ello haber cambiado de sexo. Me parece un avance formidable. Sobre todo porque las espa?olas hicimos unos sensacionales Juegos Ol¨ªmpicos.
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